Entrevista

«El diagnóstico precoz del glaucoma reduce mucho la probabilidad de sufrir una discapacidad visual importante o ceguera»

Julián García Feijóo, jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Clínico San Carlos
Por Francisco Cañizares de Baya 12 de marzo de 2022
Julián Garcia Feijóo oftalmólogo entrevista
Alrededor de 80 millones de personas sufren glaucoma en el mundo y la previsión de los especialistas es que en 2040 la cifra supere los 110 millones de afectados. Un deterioro progresivo del nervio óptico produce puntos ciegos en el campo visual. En la mayor parte de los casos ese daño pasa desapercibido y solo se detecta en fases avanzas. De ahí la importancia de un diagnóstico precoz. Julián García Feijóo, jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, insiste en la importancia de las revisiones periódicas con motivo del Día Mundial del Glaucoma que se celebra el 12 de marzo. La salud visual está en juego.

¿Por qué cada vez hay más casos de glaucoma?

La prevalencia aumenta por el envejecimiento de la población, fundamentalmente. La edad no es la única causa, pero la mayor parte de los glaucomas se asocian a ella.

¿Afecta por igual a hombres y mujeres?

Hablar de glaucoma es muy general porque hay muchos tipos diferentes. El más frecuente, el glaucoma primario de ángulo abierto (el 80 % de los casos), tiene prácticamente la misma prevalencia en hombres y mujeres. El glaucoma de ángulo estrecho, que es el siguiente más frecuente en España, afecta un poco más a las mujeres que a los hombres. Y algunos tipos específicos, como el glaucoma pigmentario, se da más en los hombres.

¿Existe algún síntoma que alerte de la enfermedad?

Es una patología crónica y asintomática hasta fases muy avanzadas. En el glaucoma primario de ángulo abierto, la sintomatología solo aparece cuando la pérdida de visión es muy importante. Ese es el problema y el peligro que tiene el glaucoma. No produce dolor, y como la pérdida de visión es muy lenta, la gente tampoco tiene sensación de esa pérdida. Por otra parte, si la disminución es mayor en un ojo que en el otro, el primero compensa la falta de visión del segundo.

¿Cómo se puede detectar?

Es fundamental que se haga una revisión por un especialista en oftalmología porque no solo hay que revisar la presión ocular, sino también el nervio óptico. La revisión debe ser completa. En ocasiones, hay que estudiar el campo visual del paciente. Es muy importante porque, aunque la presión ocular es el factor de riesgo más importante para desarrollar glaucoma, hay pacientes que pueden tenerla dentro del límite normal y, sin embargo, desarrollar la enfermedad.

¿A partir de qué edad deben llevarse a cabo esas revisiones?

Como norma general, deben comenzar entre los 50 y los 60 años. Los chequeos conviene hacerlos cada dos o tres años al principio y a partir de los 60 o 70 años anualmente. También depende de los factores de riesgo adicionales; no es lo mismo una persona cuyos familiares directos hayan tenido glaucoma que una sin antecedentes.

¿Qué valor tiene la detección precoz en la evolución del glaucoma?

Es fundamental, porque cuando se detecta precozmente la mayor parte de las veces se puede controlar o hacer que la progresión de la enfermedad sea muy lenta. El diagnóstico disminuye mucho la probabilidad de terminar con una discapacidad visual importante o incluso con ceguera. Hay que tener muy presente que el glaucoma es la principal causa de ceguera y discapacidad visual en los países industrializados entre las personas mayores de 40 años.

Si el principal factor de riesgo es la edad, ¿quiere decir que no hay ninguna manera de prevenir la enfermedad?

En algunos tipos específicos, sí. Por ejemplo, en las personas con un glaucoma de ángulo estrecho puede recurrirse al láser para prevenir la aparición de un glaucoma agudo. En otros tipos, como el pigmentario, a veces también utilizamos láser para prevenir la subida de la presión ocular. Pero para el glaucoma más frecuente, el crónico de ángulo abierto, no hay una prevención como tal; la estrategia para hacerle frente pasa por un diagnostico precoz.

Una vez que se ha detectado, ¿qué opciones existen? ¿Se cura o se ralentiza la progresión?

El tratamiento va orientado a ralentizar o detener completamente el avance. El tratamiento es muy individualizado: el objetivo es disminuir la presión ocular por debajo del punto donde se produce daño en el nervio óptico.

¿Qué importancia tiene la adherencia terapéutica?

Absoluta. Uno de los principales problemas de las enfermedades crónicas como esta es el incumplimiento terapéutico. Casi la mitad de los pacientes con tratamiento médico, que son gotas que se tienen que aplicar una o dos veces al día, no lo cumplen del todo. No es que no se las pongan nunca; la mayor parte de los incumplimientos son leves. Pero en el contexto de una enfermedad crónica, esa falta de adherencia al cabo del tiempo produce problemas.

¿Qué consecuencias tiene dejar o seguir solo parcialmente el tratamiento?

Las personas que lo incumplen con mayor frecuencia acaban necesitando una cirugía. Por eso es importante que el paciente que tenga dificultades para ponerse las gotas por el motivo que sea lo manifieste. En esos casos se deben valorar otras opciones como el láser o un tratamiento quirúrgico precoz.

¿Cómo influyen en el glaucoma los problemas cardiacos o la diabetes?

Aumenta un poco la probabilidad de desarrollarlo. El paciente tiene una cierta susceptibilidad para que se produzca un daño a una determinada presión del ojo. Si hay factores adicionales, como tener la tensión arterial muy baja por la noche, eso hace que el riego sanguíneo en la cabeza del nervio óptico sea un poco peor y lo hace más vulnerable a una presión ocular determinada. Por su parte, en los diabéticos el glaucoma tiene más facilidad de progresar. Además, la diabetes tiene también su propia complicación, los pacientes con retinopatía diabética proliferativa pueden llegar a tener una enfermedad específica, un glaucoma neovascular.

¿Una persona con miopía tiene mayor probabilidad de desarrollarlo?

Aquellas que presentan miopía magna, es decir, más de seis dioptrías, tienen un nervio óptico más débil y, por tanto, mayor probabilidad de desarrollar glaucoma. En los últimos años se han generalizado las cirugías para corregir la miopía.

¿Esta y otras intervenciones guardan relación con el glaucoma?

A veces hay glaucomas secundarios por alguna complicación quirúrgica. Una operación de cataratas o de cirugía refractiva de retina (se aplica para corregir la miopía, hipermetropía, astigmatismo y presbicia) pueden ocasionarlos, pero son casos muy extraordinarios. En ocasiones, la cirugía refractiva reduce un poco el grosor de la córnea y eso hace que las medidas que tomamos de la presión ocular sean un poco menores del valor real. Eso puede generar un poco de confusión, sobre todo, en los pacientes con miopía magna, que tienen un poco más de riesgo de desarrollar glaucoma.

¿Se ha producido alguna novedad en el diagnóstico o el tratamiento?

En el tratamiento no, pero en los últimos diez año se han desarrollado cirugías que cada vez son menos agresivas y presentan menos complicaciones. Son intervenciones con un buen perfil riesgo-beneficio, incluso para glaucomas no tan avanzados. En el diagnóstico cada vez hay instrumentos mejores, pero no ha habido un cambio enorme. Seguimos necesitando estudiar el nervio óptico con una tomografía de coherencia óptica (OCT), que son aparatos que miden las fibras del nervio óptico, y viendo la alteración de la función visual a través del campo visual.

La vista, un sentido muy complejo
Si hiciéramos una encuesta para preguntar con qué órgano vemos, la práctica totalidad de los participantes diría que con los ojos. Es cierto, pero Julián García Feijóo hace una precisión: «Lo que hace el nervio óptico, como si fuera el ojo de una cámara, es transmitir los impulsos eléctricos desde el ojo hasta el cerebro». Ese cable de transmisión es una pieza imprescindible en el complejo sistema que nos permite ver. Por eso es imprescindible revisar periódicamente su funcionamiento.

¿Y si falla? De momento, no se han desarrollado técnicas para restaurarlo. Es la respuesta que García Feijóo da a los pacientes que le plantean si está cerca una solución definitiva. «Pasa por algunos sistemas de neuroprotección, por el uso de sustancias que puedan proteger las neuronas que están un poco dañadas, pero no están muertas, y recuperarlas». No obstante, el especialista del Clínico San Carlos cree que la solución no es inmediata porque «en esa regeneración nerviosa vamos un poco a remolque de los estudios en médula ósea».
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