Entre el 3% y el 7% de los niños en edad escolar sufren Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad

Los pediatras destacan la importancia de abordar tanto la detección como el tratamiento de esta patología de forma multidisciplinar
Por EROSKI Consumer 17 de noviembre de 2004

Hiperactividad, impulsividad y falta de atención, son los tres principales síntomas del Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH), un síndrome que afecta a entre el 3% y el 7% de los niños y que esconde muchos de los casos de fracaso escolar.

Esta patología ha reunido en la ciudad de San Sebastián a un centenar de pediatras en las primeras Jornadas de Actualización en TDAH. En las reuniones se ha subrayado la importancia de abordar tanto la detección como el tratamiento de este trastorno de forma multidisciplinar, implicando tanto a padres, profesores, psicólogos de la escuela, al propio niño…

Para el psiquiatra Javier Senosiain, «las consecuencias del trastorno no tratado pueden ser significativas y de gran alcance. Sin un tratamiento especializado y una intervención eficaz, el TDAH puede producir una gran variedad de problemas del comportamiento y de desarrollo, que pueden persistir desde la infancia hasta incluso la edad adulta».

A pesar de sus posibles repercusiones negativas y de problemas colaterales como baja estima, ansiedad o depresión, todavía hay muchos niños que no han sido diagnosticados. «En algunos casos se debe al hecho de que los padres no consideran que la manifestación de los síntomas tenga la suficiente entidad como para reconocer que su hijo tenga un trastorno del aprendizaje o de la conducta, y los problemas de comportamiento se toleran en nuestro entorno», explica Senosiain. Por ello, ante cualquier duda recomienda a los progenitores que se pongan en contacto con un profesional para evitar la tendencia de dejar pasar el tiempo por esa falsa creencia de que «ya mejorará con la edad, ya se tranquilizará con los años».

Aunque durante mucho tiempo este trastorno fue considerado un problema propio de la escuela, donde generalmente se encienden las primeras alarmas, actualmente se tiene una visión más global del síndrome, ya que afecta a todas las áreas de estos niños. «Hasta el punto de que sus amigos pueden llegar a no querer jugar con él porque no respeta las reglas», afirma el psiquiatra.

Fármacos y psicoterapia

Tras matizar que el propio diagnóstico «es ya terapéutico» para el niño y la familia, «porque saben qué es lo que falla», Senosiain apunta que un tratamiento adecuado se debe basar en la administración de fármacos -metilfenidato- y en la psicoterapia. «Los principales síntomas se controlan en un 60%-75% con la medicación», asegura. Los problemas añadidos pueden mejorar con pautas elementales, como por ejemplo «sentar al niño en primera línea de clase, junto a la profesora. Parece de cajón, pero es que muchas veces los mandan al fondo porque son revoltosos».

Una correcta intervención cuando los síntomas se manifiestan puede evitar males mayores. Así, se ha observado en estudios clínicos que los pacientes tratados evolucionan mejor en la adolescencia y la edad adulta, que se traduce en mejores resultados académicos, llegando a alcanzar una mejor cualificación profesional, además de mejorar la interrelación con padres, familia, profesores y amigos.

Las causas del trastorno no son todavía del todo claras, aunque los estudios más recientes apuntan a que se debe a un déficit de dos neurotransmisores cerebrales: dopamina y noradrelina. Lo que sí se sabe es que la carga genética tiene una notable influencia en estos casos. Según explica el psiquiatra, «es típico que tras diagnosticar al niño se detecte la enfermedad también en el padre».

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