Hambre y apetito: dos conceptos diferentes

El control del exceso de peso y de la obesidad requiere un aprendizaje de las diferentes señales que envía el organismo antes, durante y después del acto de comer
Por José Andrés Rodríguez 4 de octubre de 2010
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Imagen: Javier Lastras

No es lo mismo engullir que el placer que se siente al comer, como tampoco es igual comer de picoteo que realizar un reparto adecuado de las ingestas. Para prevenir y combatir la obesidad y el exceso de peso, los científicos advierten de la necesidad de aprender a diferenciar el hambre del apetito. Algunos alimentos, como el chocolate, estimulan zonas cerebrales relacionadas con la recompensa y el placer. Muchas personas los ingieren, por tanto, para sentir ese goce y no porque su organismo necesite los nutrientes que aportan.

El hambre y el apetito son cuestiones diferentes, a pesar de que en el lenguaje popular muchas veces se confundan. El investigador Miguel López, del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn), señala que «tener hambre es una necesidad fisiológica vital, indispensable no sólo para saciar el hambre, sino para nutrir nuestro cuerpo con micronutrientes (como algunas vitaminas), minerales y macronutrientes (como proteínas, grasas y carbohidratos) que están en cualquier alimento.

En cambio, «tener apetito significa el deseo de comer por placer, en el que intervienen factores como los olores, los sabores, el aspecto y presentación de los alimentos o ciertas costumbres alimenticias que estimulan la mente para fomentar una necesidad, la de comer, que, en realidad, ya estaría satisfecha». Por tanto, el hambre es el instinto que impulsa a nutrirse cuando el organismo lo necesita para su supervivencia y el apetito es la sensación de querer comer que viene determinada por la forma de presentación de los alimentos o el contexto social en el que se encuentre la persona.

De este modo, una persona puede sentir apetitito a pesar de haber saciado su hambre (picar después de comer de forma copiosa). Como señala Jaume Serra, médico asistente de la unidad de trastornos alimentarios Centro ABB, «el apetito es una sensación que induce a comer algo que apetece guiada más por el deseo gratificante que no por un verdadero requerimiento biológico y con independencia de las características nutricionales y energéticas del alimento apetecido».

Hambre, satisfacción y saciedad

La presentación de los alimentos o el contexto en el que se encuentra una persona puede despertar el apetito

Cuando tenemos apetito se ingieren más calorías de las necesarias, ya que la ingesta no responde a una necesidad de nutrientes por parte de nuestro organismo. Como es sabido, a más calorías de las que el organismo va a gastar, más acumulación de grasa. Es fundamental reconocer sensaciones como la satisfacción y la saciedad. Si el hambre es la sensación fisiológica que induce a comer, la satisfacción es el estado de plenitud que invita a dejar de comer, y la saciedad es el período durante el cual la sensación de satisfacción se mantiene hasta que aparece de nuevo el hambre.

¿Cómo gestionar el apetito?

El control del apetito es fundamental para prevenir el exceso de peso y la obesidad. Y, para ello, es básico acostumbrarse a las señales que envía el organismo, antes, durante y después del acto de comer. Serra afirma que «tanto la satisfacción que induce a dejar de comer y la saciedad que inhibe la sensación de hambre entre las ingestas son respuestas mediadas por diferentes factores Se pueden gestionar para conseguir una satisfacción y una saciedad más efectivas desde el punto de vista de optimizar y ajustar las ingestas.

No es lo mismo engullir que el placer de comer. No es lo mismo el picoteo que un adecuado reparto de las ingestas con un patrón de consumo que permita ajustar las señales de hambre y saciedad y comer para vivir y disfrutar en lugar de vivir para comer».

La adicción a la comida

No obstante, en ocasiones, no es tan sencillo distinguir el hambre del apetito. El hipotálamo es la parte del cerebro que se encarga de analizar la información que envía el organismo cuando se ingieren alimentos. Su misión es avisar cuándo se ha comido suficiente. Pero hay factores, como el placer que producen ciertos alimentos, que pueden engañar a esta glándula para hacer creer que todavía se necesita ingerir más. Por norma general, los alimentos que consiguen despistar al hipotálamo son los carbohidratos (como el chocolate) o las grasas.

Este tipo de alimentos consiguen estimular zonas cerebrales relacionadas con la recompensa y la adicción. Activan los mismos mecanismos que sustancias adictivas como el tabaco. Por eso, muchas personas echan mano de estos alimentos cuando necesitan levantar su estado de ánimo. Es el hambre hedonista, relacionada sólo con el placer. Éste es uno de los motivos por lo que se debería controlar de forma activa el apetito ya que, además de sus efectos sobre la masa y salud corporal, los excesos típicos de sociedades desarrolladas acabarían provocando una adicción, al igual que sucede con las drogas o los juegos de azar.

TRASTORNO POR ATRACÓN

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Uno de los trastornos en los que se manifiesta de forma más evidente el descontrol excesivo en la ingesta de alimentos es el trastorno por atracón. “El atracón es un síntoma y tiene un valor emocional. De forma inconsciente, el paciente calma el dolor o la tensión emocional con la sobreingesta”, explica Enrique Armengou, psiquiatra director médico del Centro ABB y responsable del programa de Trastorno por Atracones.

Armengou explica que el atracón consiste en comer de forma ansiosa una cantidad de comida excesiva. Y se suele acompañar de sensaciones de culpa y malestar. Si bien al inicio es ocasional o ante situaciones de tensión emocional importantes, poco a poco las personas se dan los atracones con más frecuencia o ante situaciones cotidianas de estrés. Incluso ante situaciones de alegría, para celebrarlas. Estas personas sienten poco a poco que su vida está controlada por la comida.

El tratamiento para superar el trastorno está dirigido a romper los círculos viciosos que se generan: la persona debe intentar no calmar la ansiedad a través de la comida, porque esto le provoca, a su vez, culpa y más ansiedad. Para ello, se aprenden técnicas de control de la ansiedad, se realiza terapia grupal y, en algunos casos, se prescribe medicación.

Este psiquiatra enfatiza la importancia de trabajar aspectos psicológicos como cultivar la autoestima, aprender a retrasar la satisfacción de los impulsos, detectar los factores que desencadenan el atracón y modificarlos y optimizar las habilidades personales mediante el trabajo desde la psicología positiva y el crecimiento personal. Si se entiende que el atracón es una forma de tapar una necesidad, si se aprende a desarrollar esta necesidad no se requerirá esta ingesta excesiva.

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