Hijos y trabajo

Compaginar trabajo y familia provoca ansiedad y estrés a muchos progenitores que trabajan fuera de casa
Por Blanca Álvarez Barco 22 de junio de 2005

¿Cómo compensar a los hijos el tiempo que no se pasa con ellos por razones laborales? ¿Es necesario consentirles más o basta con hacerles entender que los padres y madres no pueden pasar más tiempo con ellos? Este problema, que provoca ansiedad y estrés en padres e hijos, se ha acentuado desde la masiva incorporación de la mujer al mercado laboral y por la inexistencia de medidas institucionales eficaces que promuevan la conciliación de vida familiar y trabajo. Según los expertos, la solución es más sencilla de lo que parece y basta con establecer prioridades y buscar diariamente “momentos de encuentro” para jugar, charlar o pasar un rato en familia.

Cambios sociales

La apretada agenda laboral (reuniones, comidas de trabajo, entrega de informes?) hace que cada vez sean más los progenitores que apenas disponen de tiempo para estar con sus hijos e hijas. Si es difícil cumplir con todas las obligaciones laborales, encontrar tiempo para uno mismo, cuidar de la pareja o jugar con los niños se convierte en una tarea casi imposible. “Es un mal de nuestro tiempo, sobre todo tras la masiva incorporación de la mujer al mercado de trabajo, que ha cambiado nuestra forma de vivir”, señala Roberto Delgado, director del Instituto de Psicología Asesores S.A, de Zaragoza. El trabajo ocupa una parte sustancial de nuestra jornada y como consecuencia de ello la vida en el hogar se acelera cada vez más, acentuándose también el contraste entre el ritmo de los adultos y el de los niños. “Sus intereses son totalmente opuestos y cotidianamente se genera un drama alrededor del tiempo, ya que es muy complicado equilibrar el ritmo de los hijos y el de los padres”, explica el especialista. Esta situación provoca que padres y madres se sientan desbordados y, en ocasiones, lleguen incluso a sufrir “problemas de ansiedad por no poder superar con buena nota todos los ámbitos de su vida”, señala.

Cambios sociales

Para superar con éxito las tensiones que surgen entre trabajo y familia, los pedagogos y psicólogos de la Escuela de Padres recomiendan que se sigan una serie de pautas:

  • Ser menos exigentes consigo mismos y reconocer que no se puede llegar a todo.
  • Pensar en lo que es realmente importante y tener siempre tiempo para las cosas primordiales, que para la mayoría de las personas suelen ser la familia y los amigos.
  • Establecer prioridades. La limpieza de la casa puede esperar, pero nunca se debe dejar “para otro momento” la charla con un hijo cuando requiere la atención de sus padres.

A estos problemas se suma la inmadurez de la sociedad actual, según explica María Rodríguez, psicóloga del Centro de Estudios y Terapia del Comportamiento de San Sebastián, quien señala que son muchos los padres incapaces de asumir que tener un hijo “no es poseer un bien de consumo más, sino una tremenda responsabilidad”. Asimismo, no hay que perder de vista los problemas inherentes a la sociedad actual, “cada vez más consumista que quiere tener de todo e impide pensar en soluciones adecuadas, como la media jornada de uno o los dos padres para atender mejor a nuestros hijos”, explica. Pero, ¿qué consecuencias pueden tener los cambios propiciados por el ritmo de vida actual en las relaciones entre padres e hijos?

Familias autistas

No cabe duda de que las relaciones padre-hijo se ven afectadas por los cambios sociales que, entre otras cosas, han creado “una generación de niños que se crían solos o en manos de terceros, personas que no tienen la misma autoridad que los padres y que dejan hacer a los niños cuanto quieren con tal de que no molesten, como pasar horas frente a la pantalla de un videojuego o mirando dibujos animados”, señala Roberto Delgado. Los videojuegos y la televisión han desplazado a los amigos de la calle y los abuelos y canguros, a los padres. La falta de tiempo para ocuparse de los demás ha generado que en las propias familias se dé el autismo familiar. “No se comunican, nadie sabe nada del otro y cada uno va a lo suyo, a lo que más le gusta hacer, sin preocuparse de los demás”, indica Delgado.

Familias autistas

Para Irene Linares, psicóloga del gabinete Sm Psicólogos, los principales cambios que afectan a la relación entre los padres y los hijos tienen su origen en la cantidad de información de la que disponen los niños actuales, en la educación diversa y contradictoria que reciben de los diferentes agentes educadores, que en numerosas ocasiones ni siquiera son parientes, y en el estilo de las relaciones con sus padres. Todo ello tiene consecuencias en los pequeños, que, según indica la experta, en muchas ocasiones expresan la falta de tiempo pasado en compañía de sus padres “en forma de sentimientos de abandono, falta de límites o nula relación de comunicación y confianza con sus padres?”. Sin embargo, aclara que cada familia “posee una dinámica diferente y los cambios no tienen por qué significar siempre que las relaciones entre padres e hijos se vean deterioradas, o se deterioren en el mismo grado”.

Pero no es sólo la relación entre padres e hijos la que se ve marcada por la falta de tiempo dedicado a la familia, sino que también paga un tributo la sociedad en su conjunto, cada vez más individualista en opinión de los expertos. “Al trabajar la pareja y vivir muchas veces fuera de su lugar de origen se pierden las raíces, las historias familiares que los abuelos se encargaban de transmitir. Ahora se ha olvidado la línea patriarcal, se tiende al individualismo y se huye del modelo tradicional”, señala Roberto Delgado. Coincide con esta opinión Irene Linares, quien explica que en España se está produciendo un “paso de la sociedad mediterránea, basada en la unión familiar, a una sociedad más europea, que se centra sobre todo en el progreso individual”. La clave para superar los retos que propone el nuevo estilo de vida no está en lamentarse y argumentar que “cualquier tiempo pasado fue mejor”, sino en saber adaptarse a los cambios. “La realidad requiere que nos flexibilicemos y que busquemos la solución a estos problemas, como han hecho muchas familias que han minimizado el impacto de los cambios o incluso que han sabido sacar partido a sus aspectos positivos”, dice Linares. ¿Cómo encontrar el modo ideal de adaptarse a la escasez de tiempo?

Tiempo de calidad

Para aprovechar del mejor modo posible el tiempo que se pasa con los hijos, lo mejor es que los padres asuman que es más importante la calidad del tiempo empleado en estar con los hijos que la cantidad, según explica Roberto Delgado. Las vicisitudes de la vida diaria no suelen dejar elegir a los padres acerca de la cantidad de tiempo que les gustaría pasar con sus hijos; sin embargo, la calidad de los momentos que disfrutan juntos sí está bajo su control.

Por ello, según los expertos, los padres deben centrar sus esfuerzos en:

  • Buscar momentos de encuentro con los hijos. Si no se tiene tiempo, hay que disciplinarse para encontrar hueco y cenar juntos, comer, hacer los deberes?
  • Organizarse: Tratar de planificar el tiempo del que disponen tal y como harían con cualquier otra obligación. Entre ambos progenitores pueden turnarse para salir antes del trabajo, hacer la compra, recogerlos al salir del colegio. Como actividades obligatorias en la agenda no puede faltar el estar con sus hijos.
  • Hablar con ellos prestándoles toda la atención: Hay que pararse a escuchar todas las cosas que los hijos tienen que contar, que para ellos pueden ser muy importantes, “como un dibujo que le ha salido muy bien, la llamada del chico o chica que le gusta o la discusión con otro amigo?”. Si se tiene poco tiempo para estar con ellos, lo ideal es que por lo menos durante el rato de charla diaria el niño se sienta muy importante. Ésta es la base de la comunicación y la confianza, y si no se les atiende en ese momento, los niños perderán la espontaneidad de contar todo a los padres, y será difícil recuperar años después su confianza, cuando sean adolescentes y prefieran las opiniones del grupo a las de su familia.
  • Hacer un gran esfuerzo los fines de semana o los días libres. Aprovechar ese tiempo para realizar actividades juntos. No importa qué, ya sea jugar, charlar sobre sus preocupaciones o aficiones, hacer los deberes o ayudar en las faenas de la casa, “que, además de enseñarles la importancia de colaborar y trabajar en equipo, les hará ganar responsabilidad y confianza en sí mismos”.
  • Tratar de no sobreocuparles con actividades extraescolares para mantenerlos ocupados mientras los padres no tienen tiempo para estar con ellos.
  • Reforzarles su comprensión y la expresión de sus sentimientos.
  • Supervisar la educación que reciben en la escuela y de las personas que se dedican a cuidarlos mientras los padres están ocupados. Vigilar también las influencias que reciben de todos los agentes educadores a los que están expuestos.
  • Aceptar sus opiniones, aunque sean distintas a las nuestras. No se trata de consentir y plegarse a la voluntad de un niño, pero sí de que sepa que aunque sus opiniones sean distintas a las de sus padres, siempre contará con su apoyo.
  • Cultivar la paciencia y el sentido del humor, cualidades que harán más llevadero cualquier problema.

Tiempo de calidad

Pero, además de todo ello, hay una cuestión esencial, como explica María Rodríguez. Es necesario poner límites claros y normas a los menores. “Muchos padres tratan de compensar la falta de tiempo con la permisividad durante el rato que disfrutan junto a sus hijos, pero no se trata de compensar el tiempo perdido con regalos, sino de comunicarnos con ellos, enseñarles unos principios, ayudarles a crecer y a desarrollarse, mostrarnos coherentes, compresivos, y atentos con ellos”, subraya también Irene Linares, porque una educación sin límites “es el germen de muchos problemas psicológicos y de comportamiento futuros”.

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