Avances en caquexia

Este síndrome está provocado por una pérdida de peso muy importante y afecta, sobre todo, al tejido adiposo, al muscular e, incluso, al músculo cardiaco
Por Núria Llavina Rubio 21 de diciembre de 2009
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Imagen: Pontus Edenberg

La patología conocida como síndrome de anorexia-caquexia afecta a la calidad de vida del paciente y puede convertirse en una grave amenaza para su supervivencia. La caquexia es un marcador bien reconocido de edad avanzada, aunque también se detecta en gran parte de los enfermos de cáncer avanzado, individuos con infecciones, traumatismos, inmunodeficiencia (sida) y enfermedades crónicas como la EPOC (enfermedad pulmonar obstructiva crónica). La originan diversos factores que afectan tanto a las reservas de grasa como a las de tejido muscular. En la actualidad, se desarrollan nuevos tratamientos para combatirla.

Imagen: Pontus Edenberg

Seis de cada diez pacientes con cáncer avanzado desarrollan algún grado de caquexia, según la Cancer Research UK, organización británica dedicada a la investigación de la enfermedad. Entre las características clínicas de la caquexia, destacan anorexia, pérdida de peso significativa con atrofia muscular desproporcionada y deterioro funcional. Esta dolencia, también conocida como síndrome de anorexia-caquexia, aumenta el índice de morbilidad y mortalidad en los pacientes afectados. Durante la primera semana de diciembre, se han reunido en Barcelona más de 400 expertos de todo el mundo para debatir sobre los conocimientos actuales. El encuentro ha puesto de relieve nuevos tratamientos que se desarrollan para hacer frente a esta enfermedad

Con alimentarse no basta

Los suplementos nutritivos aumentan el tamaño del músculo y la fuerza, además de disminuir el deterioro en la capacidad de andar y, en consecuencia, el tiempo y los gastos de hospitalización. Así concluye un ensayo clínico realizado durante dos años mediante un programa específico de ejercicio y soporte nutricional con pacientes con caquexia. Annemie Schols, del Hospital Universitario de Maastricht (Países Bajos), dirigió el estudio, que se suma a las crecientes evidencias de que una nutrición adecuada puede retrasar la pérdida de peso de los pacientes y aumentar la calidad de vida. El hambre y la capacidad de alimentarse son factores determinantes. Sin embargo, el asesoramiento dietético y, en casos extremos, la nutrición enteral (por sonda) o parenteral (por vía endovenosa) son a menudo insuficientes.

El asesoramiento dietético y, en casos extremos, la nutrición enteral o parenteral, son insuficientes

De la misma manera, suministrar testosterona y suplementos nutricionales -junto con programas de ejercicio- se perfila como un nuevo tratamiento para personas mayores con falta de fuerza y desgaste general. Varios estudios han constatado que puede mantener, o incluso aumentar, la masa magra corporal. En el encuentro barcelonés se presentaron varios estudios, como el de Giuseppe Rosano, del IRCCS San Raffaele Pisana en Roma (Italia), que concluye que la testosterona mejora las funciones del organismo en las personas con insuficiencia cardiaca.

Hambre y crecimiento muscular

La ghrelina es una hormona que cubre el fondo del estómago del organismo para estimular el apetito. Dada su importancia para el tratamiento de la caquexia, en la actualidad se desarrollan fármacos con su misma función. Las pruebas preliminares ya demuestran que aumentan las ganas de comer y el peso, a la vez que mejoran la función muscular del pulmón. Lo mismo ocurre con el desarrollo de terapias diseñadas para frenar el mecanismo, por las cuales una sustancia llamada miostatina, localizada en el músculo, inhibe el crecimiento de éste. Los resultados de un ensayo expuesto en la citada conferencia muestran que ratones que tenían un tumor mejoraban de manera drástica en la masa muscular cuando se les inyectaba el compuesto. Además, vivían durante más tiempo.

Las conclusiones de otros estudios con formoterol (8-agonistas) le perfilan también como una nueva opción terapéutica. Los trabajos llevados a cabo por el grupo de Arguilés (UB), han demostrado que estos agonistas reducen la degradación de las proteínas del sistema musculoesquelético, aumentan la síntesis de estas proteínas, revierten la apoptosis (muerte celular programada), favorecen la regeneración muscular y mejoran la fuerza de agarre en modelos animales. Ya se lleva a cabo un ensayo clínico en fase II para confirmar los datos en humanos.

La importancia de las citoquinas

Ken Fearon, especialista en la genética de la caquexia (Universidad de Edimburgo) reveló que las personas sin cáncer pierden masa muscular a diferentes velocidades. La rapidez depende de las variantes genéticas implicadas en las citoquinas, proteínas que modulan el sistema inmunológico y originan inflamación. Aunque los mecanismos fisiológicos que subyacen en la caquexia no se han definido con precisión, muchas investigaciones han puesto de relieve la elaboración excesiva de factores sistémicos y de citoquinas proinflamatorias como factores clave en su origen.

Entre estas proteínas se ha detectado a menudo el importante papel de la interleuquina 6, interleuquina 1, el factor de necrosis tumoral (TNF) y el interferón alfa. El interés de los científicos se centra en la descripción de los factores implicados en la degradación de las proteínas musculares, como AKT y FOXO. Otras líneas de investigación se centran en el gen TRIM32, del que acaba de descubrise que es responsable de la degradación de las fibras musculares delgadas, mientras que MURF1 degrada las fibras gruesas y no ambas, como se creía.

ESCALA DE DIAGNÓSTICO

En el evento se presentó la primera escala que valora a los pacientes que sufren una pérdida de peso superior a un 5% en menos de seis meses de manera involuntaria. Esta nueva herramienta diagnóstica, denominada “Casco” (de “caquexia score”), se basa en cinco criterios que evalúan el estado de estos pacientes: pérdida de peso y grasa magra, alteraciones metabólicas, grado de anorexia, modificaciones en la actividad física y calidad de vida de los pacientes. La nueva propuesta, si se valida de forma consensuada en los próximos años, podría ser de gran utilidad, no sólo para estandarizar los trabajos de investigación, sino para definir los protocolos clínicos y decidir la mejor opción terapéutica para cada paciente.

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