Ayer se registraron unos cinco millones de desplazamientos en las carreteras españolas. Unos volvían de sus vacaciones de agosto y otros iban aprovechando las de septiembre. El objetivo de unos y otros es llegar a su destino sin ningún incidente, algo que en muchas ocasiones se torna difícil. Los expertos aseguran que es posible no tener ningún problema si se siguen ciertas normas.
«Cuando un coche intenta adelantarme me pico con él y hasta le hago señas desde la ventanilla. Aunque yo quiera ir por el carril derecho, a los cinco minutos ya voy por el izquierdo a toda pastilla; es como si algo me obligara a ir deprisa. Una cosa que me hizo reflexionar hace poco fue la campaña de tráfico sobre la paciencia; de repente me ví reflejada en la conductora que atropella a los niños en bicicleta por no esperar un poco», asegura Esperanza, de 35 años, que se considera una conductora «peligrosa».
Reconoce también que sufre un gran nivel de ansiedad y estrés en su vida diaria, que probablemente despliega a lo grande cuando va en su vehículo. Según los expertos en Seguridad Vial, dominar la velocidad es un logro casi «mágico» para el género humano, pero que debe saber controlarse adecuadamente.
En varones estas actitudes temerarias son más frecuentes. Por poner un ejemplo, casi el 80% de los lesionados medulares que ingresan en el Centro de Parapléjicos de Toledo son hombres, pero cada vez más hay un nutrido grupo de mujeres que sienten pasión por el riesgo y la velocidad.
Más ansiosos y deprimidos
La ansiedad y la depresión influyen en muchos casos en la forma de conducir del individuo. «Curiosamente, cuando la persona sufre un gran nivel de ansiedad se desconcentra más fácilmente y le resulta más difícil prestar atención a la carretera», explica el doctor Jerónimo Sáiz, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Ramón y Cajal, en Madrid. Así pues, la personalidad del conductor y su entorno social es más importante de lo que parece cuando tiene un volante entre las manos. Las personas que padecen mayores niveles de ansiedad, depresión, agresividad, problemas de adaptación social o delincuencia son los que más problemas sufren al conducir. Y la depresión es especialmente peligrosa por los efectos secundarios que producen los tranquilizantes y benzodiacepinas.
Pero, sin duda, las patologías psiquiátricas que más accidentes de tráfico producen son el alcoholismo y el consumo de drogas. Mucho más, si se combinan entre ellas o con fármacos de algún tipo. Según Sáiz, una persona bajo los efectos del alcohol «se siente omnipotente, impulsiva, agresiva, se desinhibe… Así suceden los accidentes de tráfico de todos los viernes por la noche». Por otro lado, las personas agresivas e impulsivas son las que más predisposición tienen a sufrir percances por su propio carácter. Este fenómeno se denomina en Psiquiatría «búsqueda de sensaciones o novedades» y hay diferentes parámetros biológicos que lo condicionan, según el citado especialista.
El grupo de Psiquiatría del hospital Ramón y Cajal ha comprobado que las personas que se exponen habitualmente a situaciones al borde del abismo tienen el sistema de neurotransmisión neuronal más activo, probablemente porque necesitan tener todos sus sentidos alerta. «Hemos hecho experimentos en toreros y artificieros de la Policía y en ambos colectivos, se detecta un mayor nivel de la enzima monoaminoxidasa, que regula la degradación de neurotransmisores. Este mismo desajuste del sistema serotoninérgico se ve más claro en conductas que rozan o se meten de lleno en la patología como la ludopatía o el alcoholismo, las personas que han intentado suicidarse o que han protagonizado un delito violento», explica el psiquiatra.
Contar con un mayor nivel de dicha encima se relaciona directamente con los temperamentos más impulsivos. Y el pensar que hay personas que nacen con un gen que les hace ser más arriesgadas da mucho que pensar a la comunidad científica. Cuando se detectan personalidades de este tipo se suelen utilizar técnicas de psicoterapia que tiende a fomentar el autocontrol.
Conductas violentas
Según el doctor Enrique Sáiz, profesor de Psicología Básica de la Universidad de Valencia, «el tráfico se ha convertido en un foco de conductas violentas. Las emociones a flor de piel o las prisas influyen decisivamente en la forma agresiva de conducir de los españoles».
Un estudio realizado por el departamento de Psicología Básica de dicha universidad preguntó a conductores sobre si creían que había más violencia en la carretera en los últimos tres años. El 97% de los encuestados contestó que sí, el 98% de ellos reconoció haber tenido respuestas violentas, pero también en el 99% de los casos las personas mantenían que cuando los demás se disculpan, su respuesta agresiva remite.
«Este es un hecho significativo: demuestra que cuando nos disculpamos cesa la respuesta violenta, aunque el otro conductor esté muy enfadado. Además hay que saber pedir perdón con los gestos adecuados para no ser malinterpretados», indica el psicólogo Enrique Sáiz.
En el aumento de la violencia puede influir, según los expertos, el hecho de que las carreteras estén más congestionadas. También influye la sociedad intolerante, violenta y competitiva en la que vivimos, que extrapola sus influjos al asfalto. Los conductores profesionales, según este estudio, muestran una tendencia ligeramente mayor a la agresividad porque están más expuestos a los rigores de la carretera.
En cuanto a respuestas de hombres y mujeres, los porcentajes de enfado entre ambos son muy similares, aunque las féminas pueden tener unas reacciones violentas más sutiles, a modo de ráfagas de luz o pitidos, en vez de cortar el paso o amenazar directamente de forma verbal o física al otro conductor.
En ocasiones, conducir enfadado por algo puede ser mucho más peligroso que saltarse los límites de velocidad. «Aquéllos -dice el especialista- que sufren emociones negativas dentro del vehículo están más predispuestos a «saltar» a la menor señal de provocación».
Sin presiones
A esto hay que añadir otro tipo de factores internos: la sobreactivación fisiológica por el hecho de conducir, como les pasa a los jugadores de fútbol en el campo, es terreno abonado para que salten las alarmas y las situaciones violentas.
Un claro factor influyente es, por ejemplo, la presión familiar en un viaje largo. Si la pareja discute por la hora de salida o los hijos presionan para llegar antes al destino, el conductor puede verse alterado.
Además, está comprobado que durante los meses de calor los conductores se muestran más sensibles, impacientes e irritables. Se dan más episodios de amenazas (verbales o gestos con las manos…), insultos, ráfagas de luz y pitidos, aproximaciones al vehículo e incluso violencia física.
Cuando se llega a las manos, lo más habitual es que se usen instrumentos como barras antirrobo, destornilladores o cualquier objeto contundente que se lleve dentro del coche. Las personas que conducen de forma arriesgada tratan de imponer a los demás sus propias normas e interpretar cualquier acción ajena como intencionada.
Por ello, el profesor Enrique Sáiz recomienda evitar poner nerviosos al resto de los conductores con la propia conducta. «No es conveniente disculparse mediante ráfagas de luz o pitidos porque puede ser considerado por el otro conductor como una provocación más. Lo mejor es mirar a la persona -no muy directamente- y asentir con la cabeza para reconocer el error. Simplemente levantar la mano para asumir el fallo también puede ser malinterpretado por los otros», insiste el experto.
Otra norma fundamental para evitar incidentes es no bajar nunca del coche y, al menor signo de violencia, es recomendable llamar a la Policía Local si se circula por ciudad o a la Guardia Civil de Tráfico si se trata de un trayecto por carretera. Este consejo se recoge en muy pocos estudios internacionales y es fundamental para evitar un episodio violento, según los especialistas consultados. Cuando una persona baja del vehículo se interpreta como que busca una confrontación física.