La fisioterapia respiratoria ha demostrado su eficacia para mejorar la calidad de vida de los enfermos de asma, unos tres millones en España, de los que un 80% sufre a la vez rinitis alérgica. Sin embargo, sigue siendo un recurso poco conocido y, por lo tanto, desaprovechado por muchos asmáticos que podrían beneficiarse de un método para «reaprender» a respirar, eliminar flemas y tolerar mejor el esfuerzo.
La persona asmática suele tener «un patrón de respiración ‘anormal’, fruto de un mecanismo de defensa: nos ahogamos, y en vez de relajarnos, hacemos una respiración más profunda para coger más aire», explica Ana Varas, responsable de ese tratamiento paliativo en la Escuela Universitaria de Fisioterapia de la ONCE.
El objetivo de la fisioterapia respiratoria es lograr que se automatice el patrón respiratorio eficaz. Lo primero es enseñar al paciente lo que hace mal y, luego, trabajar el músculo del diafragma con ejercicios que lo fortalezcan y cuya repetición lleve al enfermo a convertirlos en una rutina beneficiosa para su calidad de vida.
Una vez logrado esto, el tratamiento se centra en eliminar las secreciones o flemas y en superar la relativa «intolerancia al esfuerzo» a base de tablas de calentamiento, ejercicios y entrenamiento en bicicleta.
Según Varas, la «alergia» al esfuerzo es resultado de tres factores: sedentarismo, por miedo al ahogo; la medicación, que favorece cambios en la estructura muscular y puede acelerar la fatiga en las piernas, y la disminución de la oxigenación sanguínea, que también puede provocar una sensación de ahogo al subir cuestas o escaleras. En ese contexto, la experta afirma que la fisioterapia respiratoria permite mejorar la capacidad de desarrollar ejercicio y ayuda a perder el miedo a la actividad física.
