Nuevos estudios constatan el valor terapéutico del sentido del humor

Los médicos reclaman un mayor protagonismo de la risa en las relaciones con el enfermo
Por EROSKI Consumer 29 de enero de 2003

El humor tiene un gran poder curativo. Así lo pone de manifiesto un nuevo estudio publicado en la revista especializada «Medicina Clínica» por Jaime San Ortiz, jefe del servicio de Oncología Médica y Cuidados Paliativos del Hospital Marqués de Valdecilla, de Santander. «Reírse de todo puede ser propio de necios, pero no reirse de nada puede ser de presuntos mentecatos», afirma tajante. El trabajo de este experto le ha permitido constatar en más de una ocasión la enorme y desconocida fuerza que tiene el humor como valor terapéutico. «Mucha gente -afirma- se acuesta sin haber sonreído ni una sola vez en todo el día; y eso es un drama».

En su trabajo, el médico cántabro reclama un mayor protagonismo para la risa en el trato con los enfermos. No sólo para favorecer las relaciones humanas, sino porque está convencido, y nuevos trabajos internacionales así lo demuestran, de que la risa es buena para la salud, hasta el punto de que acelera el proceso de curación. A su juicio, el humor ayuda a pensar de forma racional, proporciona sentimientos positivos de alegría y gozo, así como nuevas herramientas para afrontar los problemas.

Reírse con ganas no sólo es una «medicina de gran utilidad». Los especialistas hablan ya de que la falta de sentido del humor constituye un factor de riesgo para enfermar. La sociedad actual presenta síntomas de riesgo porque, según recuerda el doctor Sanz, «la risa no está de moda». Los niños de 7 a diez años se ríen unas 300 veces al día. Los adultos no llegan a las 80. «Hay personas que raras veces sonríen y otras que no tienen necesidad de que tal cosa ocurra», advierte.

El mundo actual ha cambiado el lenguaje del gesto por el de las máquinas y, según este oncólogo, los hospitales han comenzado a notarlo. «Hablamos con aparatos eléctricos y leemos correos electrónicos. Hemos perdido la cercanía y el contacto que nos da un manuscrito. Si entramos en una cafetería, cada uno está en una esquina, a lo suyo; y si sales a la calle puedes ver a los chavales con cascos, muy serios y sin relacionarse con sus compañeros».

La sonrisa, recuerda, es una condición innata del hombre, de la que carecen los animales y, lo más importante, «que se puede cultivar». «No hay una receta única, pero siempre hay cerca de nosotros modelos de personas alegres. Sabemos que el mero hecho de sonreír, aunque sea forzadamente, contribuye a nuestro bienestar. El resto es aprendido. Está claro que si somos unos sosos no pasaremos del blanco al verde de un día para otro; pero poco a poco lo conseguiremos».

El humor, se queja Sanz Ortiz, ha sido excluido durante años del proceso terapéutico «de forma deliberada, olvidando que es un recurso que hay que nutrir, cultivar y conservar». Su teoría es que la buena cara que se recomienda para el mal tiempo no cambiará la situación, pero será una herramienta «de incalculable valor para afrontarla».

Un equipo de ATS de la Universidad del País Vasco (UPV), dirigido por las profesoras de Enfermería Txaro Uliarte y Lucía Campos, ha realizado en los últimos años varias investigaciones sobre el poder curativo de la risa. Pese a todo lo que se ha hablado y escrito, las autoras de estos estudios afirman que uno de los problemas con los que se han enfrentado es la escasa documentación existente. El último informe que han realizado, «Cuidados más cálidos desde el poder de la risa», supone una nueva propuesta para mejorar las relaciones con los pacientes desde el humor.

El trabajo constata, como recuerda la profesora Uliarte, que «no nos reímos porque somos felices, sino que somos felices porque nos reímos». A partir de esta premisa proponen, entre otras iniciativas, cursos de formación para el personal sanitario, programas para la mejora de las relaciones humanas entre los equipos de salud y, también, escuelas de clientes en los centros de atención primaria para potenciar el uso saludable del humor.

La utilización del humor como terapia no siempre resulta fácil para el personal sanitario. «No todos los humanos están dotados con iguales dones», explica Jaime Sanz, aunque esa condición, añade, «tampoco debe impedirnos intentarlo». Según dice, el secreto para iniciarse en el proceso de aprendizaje es siempre el mismo desde hace años. «Cuando puedes reírte de ti mismo o de tu situación, estás en el buen camino».

El humor, además de un gran placer, constituye un bálsamo para tratar el estrés de la vida diaria. La risa no sólo estimula los aparatos circulatorio y respiratorio. También reactiva el sistema nervioso simpático, que es el que actúa en situaciones de ansiedad; y hace los procesos digestivos más lentos y saludables.

Los especialistas aseguran que después de haber terminado de reír, la presión arterial desciende, la digestión mejora y la tensión muscular disminuye.

Y si la risa se acompaña de lágrimas, mejor aún. El que ríe y llora elimina toxinas, esteroides y hormonas que se liberan a través de las lágrimas. Nadie duda, además, de que el humor favorece los negocios y fortalece la comunicación.

Al final de la vida, contribuye a aceptar la muerte, como consecuencia de la vulnerabilidad humana. Ayuda también a los pacientes terminales a engendrar esperanza y a comprender y aceptar su situación personal.

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