Prevenir la osteoporosis desde la niñez

Pasar muchas horas delante de la televisión en la infancia reduce la salud de los huesos en la edad adulta
Por Clemente Álvarez 12 de octubre de 2005

Dime qué hiciste de niño y te diré cómo serán tus huesos de mayor. Esta podría ser la síntesis de un estudio llevado a cabo por el Servicio de Investigación Agrícola de Estados Unidos, que incide en cómo los hábitos alimenticios y el ejercicio físico durante los primeros 20 años de la vida resultan determinantes en la aparición de la osteoporosis la edad adulta. Una enfermedad que con el paso de los años transforma los huesos prácticamente en “cristal” y que, sólo en España, afecta a cerca de 2,5 millones mujeres.

Coordinado por la fisióloga Marta Van Loan, del Centro de Investigación de la Nutrición Humana de la Región Oeste, en Davis (California), este trabajo indaga en la evolución de la salud de los huesos de las norteamericanas, tomando como referencia un estudio anterior sobre los estilos de vida de 2.500 voluntarias realizado entre 1987 y 1997.

En concreto, el equipo de la investigadora Van Loan midió la densidad ósea (la cantidad de mineral en los huesos) de 700 de aquellas voluntarias ahora mayores de 20 años y luego comparó los resultados obtenidos con las pautas de comportamiento registradas de cada una de ellas durante su infancia y adolescencia. ¿El primer resultado? Aquellas mujeres que más horas pasaban delante de la televisión cuando eran pequeñas son hoy las que tienen una densidad menor en sus huesos. Una constatación que refleja las consecuencias que puede acarrear de por vida el sedentarismo a estas edades tempranas.

Igualmente, los investigadores valoraron las dosis de calcio ingeridas por las voluntarias hasta cumplir los 20 años. El análisis arrojó un segundo resultado: aquellas que tomaban en la pubertad una media diaria de más de 1.000 miligramos de calcio (el equivalente a 6 trozos de queso) tienen ahora mayor volumen de huesos.

Ejercicio y nutrición

«Del 75% al 80% de la densidad de los huesos es en realidad responsabilidad de los genes heredados», explica Van Loan para consumer.es, «pero el otro 20% ó 25% depende de la nutrición y el ejercicio». El ejercicio físico aumenta la masa ósea que compone el andamiaje del cuerpo humano, el esqueleto. Y la nutrición representa la vía para reponer el calcio necesario para la renovación y el fortalecimiento de los huesos. Éstos están formados en un 65% de este mineral y son el reservorio del que se nutre el resto del organismo para acometer funciones tan esenciales como la estructura dental, la contracción muscular, la coagulación sanguínea o la transmisión del impulso nervioso.

El sedentarismo a edades tempranas aumenta sensiblemente el riesgo de osteoporosis
Si los primeros años de la vida son tan importantes para los huesos es porque, como subraya la investigadora norteamericana, es durante la etapa de crecimiento de la infancia y la adolescencia cuando la masa ósea va desarrollándose hasta llegar a su valor máximo o pico. «La densidad de los huesos puede incrementarse más adelante», precisa Van Loan, «pero después de mediados de los 20 años ya es extremadamente difícil lograr aumentos significativos».

En lugar de esto, pasados los 30 años, la curva de la densidad de los huesos empieza a declinar y, con el tiempo, el descenso es cada vez más pronunciado. Hasta el punto de que, según los datos de la Fundación Hispana de Osteoporosis y Enfermedades Metabólicas Óseas (Fhoemo), a partir de los 50, la masa ósea pierde entre un 1% y un 3% de su volumen cada año.

La conclusión parece clara: cuánto más alto sea el pico logrado durante la juventud, menos acusado será el descenso luego y menor será el riesgo de padecer osteoporosis en la tercera edad. Y en este punto, a la receta de Van Loan para conseguir una mayor densidad de huesos, ejercicio y buena alimentación, el presidente de la Fhoemo, Manuel Díaz-Curiel, añade un tercer ingrediente: evitar los hábitos tóxicos como el tabaco, el exceso de alcohol o cafeína, al igual que fármacos como córtico-esteroides o antiepilépticos. «En estas edades, el elemento más negativo es el tabaco, pues además de perjudicar el desarrollo de los huesos, facilita la pérdida de calcio por la orina y disminuyen los niveles de estrógenos», señala este especialista.

La osteoporosis se caracteriza por una fuerte pérdida de masa ósea y un deterioro de la propia microarquitectura del hueso, dos factores que vuelven el esqueleto humano tan frágil como el cristal. El problema es que esta enfermedad silenciosa tarda mucho tiempo en mostrar síntomas claros. De hecho, suele pasar desapercibida durante años hasta que se produce la primera fractura.

El peso de la vejez

La causa principal de la aparición de las fracturas es la disminución de la densidad ósea asociada a la vejez. En una sociedad como la europea, donde las expectativas de vida son cada vez mayores y la población anciana tiende al alza, el fenómeno puede derivar en un grave problema de salud pública: según la Fhoemo, sólo en Europa, la osteoporosis provoca una fractura cada 30 segundos. «Cuántos más años se viva, mayor será la pérdida de masa ósea», explica Díaz-Curiel. «A principios del siglo pasado no había osteoporosis, pero porque la gente moría a los 50 años».

Aparte de las causas derivadas de una formación ósea insuficiente y el deterioro causado por el paso de los años, las mujeres son más propensas a padecer la enfermedad como consecuencia de la menopausia y la consiguiente pérdida de estrógenos. Y es que, en los cinco años posteriores al fin de su periodo fértil, la mujer puede llegar a perder hasta un 15% de su masa ósea. Otros factores que aumentan el riesgo son tener una constitución delgada, una menopausia precoz, un estilo de vida sedentario, antecedentes familiares o no haber tenido embarazos.

La conjunción de factores de riesgo acabará derivando tarde o temprano en una fractura, siendo las más comunes las de muñeca, columna y cadera. Estas últimas son las más graves y están ligadas a una estadística funesta: dos de cada diez mujeres que sufren una fractura de cadera mueren en los seis meses posteriores.

En edades avanzadas, si no se puede recuperar la densidad ósea perdida, al menos sí es posible frenar este desgaste por medio de ejercicio moderado, como paseos o incluso Tai Chi. «Hoy en día hay cada vez mayor interés en el campo de la biología molecular por llegar a identificar los factores genéticos que desencadenan la enfermedad», señala el presidente de la Fhoemo, «pero todavía no tenemos una respuesta clara».

El calcio en la edad adulta

ImgLos niños no son los únicos que deben reponer el calcio utilizado por su organismo mediante la alimentación. En España, se recomienda ingerir una dosis diaria de 800 mg en la infancia, 1.200 en la adolescencia e, igualmente, 1.000 en la edad adulta.

Los mayores también deben dar calcio a sus huesos. Los alimentos que mayor cantidad de este mineral proporcionan son la leche y sus derivados, siendo necesarios varias porciones de leche, queso y yogur cada día para alcanzar la cantidad requerida.

Sin embargo, esta recomendación ha sido puesta en duda por un estudio reciente que relaciona el consumo de los derivados lácteos en la edad adulta y la aparición de cánceres de mama y próstata. Este trabajo sugiere que alguno de los componentes de la leche con capacidad de estimular el crecimiento durante la infancia podrían potenciar el desarrollo de estas formas de cáncer al ser ingeridas por los adultos.

De ser cierta esta hipótesis, cabría pensar en la sustitución, en la dieta de los mayores, de los derivados de la leche por otros alimentos que también contienen calcio, aunque en menor medida, como los pescados, los cereales, la fruta, la verdura o el pan. En cualquier caso, la mayoría de los expertos coinciden en señalar que esta hipótesis no está suficientemente demostrada hoy en día como para dejar de tomar leche.

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