Fiebre y niños, ¿cuándo llevarlos al pediatra?

La fiebre es un motivo muy frecuente de consulta en cualquier nivel asistencial, aunque la mayoría de veces está provocada por infecciones leves
5 de enero de 2023. Este artículo de Montse Arboix también fue publicado en nuestra web el 14 de octubre de 2016
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Imagen: zurijeta

Con el inicio del curso escolar, no es de extrañar que un simple resfriado o cualquier otra infección viral provoquen en los niños décimas de fiebre, incluso fiebre alta. Pese a que pocas veces causa más trastorno que decaimiento general en los más pequeños, es un signo clínico que preocupa a los progenitores. Tanto que, a pesar de que en la mayoría de los casos no reviste gravedad, es el motivo de consulta más frecuente en todos los niveles asistenciales, sea en atención primaria como en los servicios de urgencias. A continuación se describe qué función tienen la fiebre, cuándo se considera que hay que llevar el niño al médico y cómo actuar ante una convulsión febril.

En la mayoría de los casos, la fiebre es una respuesta a una infección producida por un virus o por una bacteria y no provoca mayores trastornos (solo un pequeño porcentaje puede corresponder a una infección grave), si se controla con antitérmicos en las dosis adecuadas y se acompaña de medidas físicas.

La fiebre es una respuesta a una infección y en la mayoría de los casos no provoca mayores trastornos

Entre las medidas físicas para disminuir la temperatura corporal que se pueden aplicar están aligerar la ropa de abrigo, aumentar la ingesta de líquidos o mantener la temperatura ambiente sobre los 20 ºC, entre otras. También se recomienda hacer reposo, pero no es obligatorio, y los niños pueden jugar y salir a la calle si lo prefieren.

De hecho, las últimas investigaciones apuntan que la fiebre puede desempeñar un papel fundamental en el control del crecimiento de microorganismos patógenos en el comienzo de las enfermedades, puesto que la mayoría de los patógenos (virus y bacterias) culpables de infecciones prospera con más rápidez a 37 °C que a 40 °C. En otras palabras, la propia fiebre es una parte importante en la lucha contra la infección.

Cuando la fiebre se vuelve peligrosa para un niño

Un estudio llevado a cabo en The Children’s Hospital at Westmead, en Sydney (Australia), publicado en The Pediatric Infectious Disease Journal, destaca que la cantidad de fiebre de los pequeños que acuden a urgencias no es un buen marcador de infección bacteriana grave; es decir, que los grados de temperatura, por sí solos, no se relacionan con la gravedad de la enfermedad.

Anna Soriano, pediatra de Atención Primaria, señala que, pese a que la temperatura por debajo de los 40ºC no provoca daño cerebral -algo que sí puede ocurrir por encima de 41 ºC-, es recomendable acudir a la consulta si:

  • Es un lactante de menos de tres meses de edad.
  • La fiebre dura más de 48 o 72 horas.
  • La fiebre llega a los 40 ºC.
  • El niño está muy adormilado o irritable debido a la fiebre, presenta mal estado general o dificultad respiratoria (disnea).
  • La fiebre se acompaña de erupción cutánea.
  • Si se acompaña de sangre en secreciones corporales, como heces, orina o vómitos.
  • Si es diaria y dura más de dos semanas.

Convulsión febril: cómo hay que actuar

Una convulsión es aquella situación de aparición brusca en la que determinados grupos de células del cerebro provocan descargas eléctricas excesivas y causan contracciones musculares rítmicas de las extremidades, el tronco y la cabeza, aunque también pueden manifestarse por una relajación completa. Se acompaña con pérdida de consciencia (no responde a la llamada o a estímulos), la mandíbula cerrada con fuerza y la mirada perdida o los ojos en blanco. Incluso puede hacer que la persona vomite o se orine, por la relajación de esfínteres. Estos espasmos pueden afectar a una parte o a todo el cuerpo.

Cuando las convulsiones las desencadena la fiebre se las denomina convulsiones febriles y, según datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP), son una respuesta del cerebro ante la temperatura alta que se da en algunos niños sanos, sobre todo entre los seis meses y los cinco años de edad. En esta esta situación hay que conservar la calma, puesto que la convulsión febril es solo un síntoma, por muy aparatoso que sea, y suele tener un buen pronóstico, ya que no provoca daño cerebral ni neurológico. Asimismo, no significa que el pequeño tenga epilepsia.

En el momento de la convulsión, basta sujetar bien la cabeza para evitar contusiones (nunca agarrar fuerte las extremidades ni intentar introducir nada en la boca) y apartar objetos y mobiliario que podrían lesionar a la víctima. Cuando el cuadro ceda (dura menos de cinco minutos) hay que poner en postura lateral al pequeño, que quedará profundamente dormido o estará confuso. Es recomendable que después el niño sea valorado por el especialista, aunque por norma general no precisará de estudios, tratamientos ni ingreso hospitalario.

Según datos de la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria (AEPED), ocurren en los dos primeros días de fiebre y son habituales: del 3% al 5% de los niños las padecen y después del primer episodio, uno de cada tres menores tiene otra convulsión.

Los antitérmicos infantiles

Desde la Asociación Española de Pediatría (AEP) se recomienda usar antitérmicos solo cuando la fiebre provoque malestar al pequeño. Los más utilizados en nuestro país son el paracetamol y el ibuprofeno. No se aconseja utilizar aspirina para tratar la fiebre en los menores de 16 años, puesto que se relaciona con un mayor riesgo de desarrollar síndrome de Reye.

Es fundamental conocer con exactitud las dosis exactas que corresponden según el peso del niño, y seguir las instrucciones y la posología recomendada en los prospectos de los medicamentos. “Hay que recordar que administrar menos dosis de la adecuada no es correcto ni eficaz; y también que, aunque sean medicamentos de uso habitual en los hogares españoles, tienen contraindicaciones y pueden provocar algunos efectos secundarios”, advierte la pediatra Anna Soriano.
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