Síndrome de la clase turista

Pasar muchas horas sentado en un avión puede resultar peligroso para la salud
Por EROSKI Consumer 14 de agosto de 2002

Este nuevo síndrome que afecta a quienes realizan largos viajes en avión puede llegar a provocar la muerte como consecuencia de una Trombosis Venosa Profunda (TVP). Una patología compleja y poco conocida, aunque se calcula que el 10% de las personas que viajan en vuelos de más de ocho horas, la ha desarrollado. Los mayores de 40 años, las personas con problemas de circulación y con varices; los fumadores, los obesos, y las embarazadas son algunos de los grupos con mayor riesgo. Pero puede afectar a cualquier persona que permanezca inmóvil durante muchas horas. Una simple aspirina de 100 miligramos ingerida antes del viaje puede ahorrar serios disgustos. Por eso, antes de volar conviene tomar ciertas precauciones.

Inmovilidad y estrecheces

La muerte de Emma Christofferson, tras realizar un vuelo de 20 horas, desató la alarma en la opinión pública. La joven galesa de 28 años falleció instantes después de que su avión, procedente de Australia, aterrizara en el aeropuerto londinense de Heathrow. Los resultados de la autopsia revelaron que la causa de su muerte había sido un trombo embolismo pulmonar, provocado por permanecer durante un largo período inmovilizada en las estrechas butacas del aeroplano. Los medios de comunicación se hicieron eco de la tragedia y nació, así, lo que hoy se conoce como el síndrome de la clase turista, en inglés Economy Class Syndrome.

Aunque de la Trombosis Venosa Profunda (TVP), su nombre clínico, se hallan documentos desde 1954, hasta el 2001 no ha alcanzado una repercusión social importante. Sin embargo, en 1994 se hizo público el caso del entonces vicepresidente de los Estados Unidos, Dan Quayle, quien experimentó una TVP después de realizar varios vuelos seguidos. Viajaba en primera, no en clase turista. Un tratamiento adecuado le ayudó a regresar a su actividad política en poco tiempo.

Los expertos coinciden en que permanecer mucho tiempo sentado puede traer serias consecuencias para la salud. “La posición flexionada de las rodillas y una inmovilidad prolongada de las piernas puede provocar episodios de trombosis. Las venas de detrás de las rodillas quedan colapsadas” explica el jefe de la Unidad de Cardiología del Hospital de Cruces (Bilbao), doctor Barrenechea.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define la trombosis como un coágulo de sangre en el interior de un vaso sanguíneo y la embolia como la obstrucción de una vena por un coágulo. Sin embargo, para el cardiólogo “hay pocos casos de embolia pulmonar que acaban en muerte en relación con el número de personas que viajan en avión”.

El síndrome de la clase turista debe su nombre a la falta de espacio que existe entre los asientos de esta zona del avión. Los pasajeros de vuelos largos pasan muchas horas sentados y con las rodillas flexionadas Esta inmovilidad perjudica la circulación sanguínea y puede formar coágulos en las venas de las piernas al quedarse estancada la sangre. Al recobrar la movilidad, los trombos que se forman en las extremidades inferiores pueden viajar hacia otros órganos, tales como el corazón o el cerebro, provocando lesiones muy graves. “La inmovilidad permanente es un factor de riesgo”, recuerda Barrenechea.

Si los coágulos llegan hasta los pulmones, como el caso de Emma Christofferson, o el corazón, existe el peligro de que el pasajero sufra una embolia: el trombo bloquea el flujo de la sangre, provocando la muerte. (Ver gráfico)

La actitud sedentaria que se adopta en los vuelos largos unida al escaso margen de maniobra con el que cuenta el viajero para moverse, incrementan la posibilidad de que se produzca una trombosis.

Para la Asociación de Medicina Aeronáutica (ASMA), con sede en Estados Unidos, aunque el término se acuñó “por la prolongada inmovilización en un asiento apretado y con poco espacio como factor inicial”, la trombosis de las venas profundas de las piernas “podría también ocurrir perfectamente en la Business Class o Primera Clase” del avión.

Aunque el mal de la clase turista se asocia con los viajes en avión, no es exclusivo de este medio de transporte. “Si uno viaja muchas horas sentado en un autobús sin posibilidad de moverse, el riesgo es mayor”, señala el jefe de la Unidad de Cardiología de Cruces.

Síntomas

Los síntomas producidos por una trombosis se manifiestan en forma de dolor e hinchazón en las piernas y tobillos; y, lo que es más importante, no siempre aparecen durante o después del viaje. Los efectos pueden surgir días más tarde, con lo que la enfermedad no se relaciona con el trayecto en avión. Quizá, por esta razón, apenas se dispongan de datos fiables sobre los casos que se pueden llegar a producir.

Como resultado del incremento en los viajes en avión por todo el mundo, los hospitales próximos a los aeropuertos internacionales reciben pacientes con síntomas típicos de TVP, según manifiesta ASMA. Estos episodios, centrados en las extremidades inferiores, comenzaron durante el vuelo, a la llegada, o incluso días después de ésta. Por ejemplo, en un hospital de Honolulu se trataron durante un período de seis años a 44 pacientes debido a una trombosis venosa profunda después de su llegada en avión; 16 de ellos habían sufrido también de trombolismo pulmonar agudo. Aunque la dimensión real de este problema es desconocida, dice ASMA, se espera un incremento en el futuro de cuadros clínicos.

Cuando se permanece sentado mucho tiempo, las venas de las piernas se comprimen y la sangre no fluye al corazón de forma normal. “Por las venas sube la sangre contra la gravedad. La gravedad acumula sangre en los pies, por eso se tienen los tobillos hinchados después de un viaje”, indica el doctor Barrenechea.

Además, la rigidez de los músculos pueden provocar tensiones, dolores de espalda y excesivo cansancio durante y después del viaje. Todo ello unido a dificultades a la hora de respirar.

Afecta a todos

A pesar de que son las personas mayores de 40 años las que más peligro tienen de desarrollar esta extraña afección, cualquiera puede sufrir un tapón en su torrente sanguíneo. De hecho, Emma Christofferson, con su muerte, se ha convertido en la víctima, conocida, más joven de la trombosis venosa profunda.

Aunque esta enfermedad, desconocida para la mayoría, no entiende de edades, aquellas personas con problemas circulatorio o de corazón, con varices, que han sufrido en alguna ocasión una trombosis o se han sometido a cirugía mayor, (abdomen, pelvis o de extremidades inferiores, especialmente las ortopédicas de cadera o rodilla), se encuentran entre los grupos con mayor riesgo. Los fumadores, los obesos, las embarazadas, los pilotos, los tripulantes y, en general, todo aquel que permanezca sin mover las piernas más de un día, se suman a los primeros.

Sin embargo, “si la persona está sana, no tiene problemas de circulación, ni varices u otros síntomas, es extraño que pueda desarrollar una trombosis venosa profunda”, afirma el jefe de la Unidad de Cardiología de Cruces.

Cómo combatir la trombosis

Antes de emprender un viaje largo en avión, conviene consultar con el médico y, de acuerdo al cuadro clínico del paciente, se deben tomar medidas. Como ya hemos visto, existen colectivos con mayor índice de riesgo que otros, aunque la incomodidad que supone estar muchas horas sentado sin posibilidad de moverse, no excluye a nadie.

Estas son algunas recomendaciones para pasajeros que vayan a permanecer en el aire más de cuatro horas, con o sin factores intrínsecos:

  • Usar medias elásticas o de compresión que faciliten la circulación sanguínea.
  • Mantener una buena hidratación. Beber mucho líquido antes y durante el vuelo, y no abusar del alcohol.
  • Dar paseos cada una o dos horas.
  • Evitar estar sentado. En su defecto, hacer ejercicios desde el asiento, estirando y levantando las piernas cada hora; no cruzarlas, porque obstaculizaría el recorrido de la sangre. Mover los dedos de los pies y los tobillos.
  • Llevar ropa ligera, abstenerse de utilizar ropas y calcetines ajustados, que bloquean la circulación.
  • Tomar una aspirina de 100 miligramos dos o tres días antes de iniciar el vuelo. Consultar previamente con el médico.

La página web de Bayer (www.bayerandina.com), recuerda: Este síndrome de controvertida existencia, supone un probable factor de riesgo que sumado a otros, puede llegar a cobrar importancia en determinados pacientes. Por tanto es conveniente tomar precauciones para minimizar el riesgo, educar al paciente para que realice durante el viaje ejercicios sencillos y, por supuesto, evaluar la antiagregación con aspirina en aquellos pacientes que no presenten contraindicaciones.

Sin embargo, la administración de la aspirina no es vista con buenos ojos por todos los especialistas. “Los fármacos tienen siempre efectos secundarios y no son siempre el mejor remedio”, afirma el doctor Barrenechea. “La mejor solución es el movimiento de los músculos para que el recorrido de la sangre sea el normal”, agrega.

Informar

Precisamente, como bien afirma la popular industria farmacéutica, el síndrome de la clase turista parece no existir. La industria aeronáutica siente auténtico pavor sólo de oír hablar de él. Cada año, unos 1.600 millones de personas vuelan en avión -muchas de ellas en viajes largos-, y en muy pocos casos se informa a los pasajeros sobre los posibles riesgos y las medidas de precaución.

“La información provoca pánico”, sentencia el doctor Barrenechea. Precisamente, para combatir esta falta de información, la compañía Iberia incluye en su revista de a bordo, Ronda Iberia, una serie de consejos prácticos de cómo hacer un viaje más confortable y saludable. En el apartado Espacio y Movimiento, la publicación hace una referencia especial a la trombosis venosa profunda (TVP) de la que se afirma: “Estar sentado por largos períodos de tiempo es tolerable para la mayoría de las personas; pero para algunos hay mayor posibilidad de que se le hinchen los pies o los tobillos, o se exacerben algunos problemas circulatorios. Tal es el caso de la trombosis venosa profunda; ocurre raramente y en gente especialmente predispuesta cuando se dan períodos prolongados de inmovilidad”.

Asimismo, la compañía aérea española distribuyó hace dos años en hospitales a profesionales de la Medicina, la Guía Médica para Viajar en Avión, editada por la Asociación de Medicina Aeronáutica (ASMA), con sede en Estados Unidos, y que tradujo a dos idiomas.

Discrepancias estadísticas

Al tratarse de una enfermedad relativamente reciente, existen discrepancias entre la propia comunidad médica sobre su verdadero alcance. Para la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR), esta patología provoca casi el 30% de los fallecimientos entre quienes la padecen y es, además, el origen de muertes por causas desconocidas. Asimismo, la revista médica británica The Lancet, reveló en un estudio que 10 de cada 100 pasajeros que viaja más de ocho horas desarrolla una trombosis venosa profunda

Por el contrario, un estudio del Servicio de Neumología del Hospital Ramón y Cajal de Madrid -fechado a mediados del pasado mes de abril- afirma que el riesgo de morir víctima del síndrome de la clase turista en vuelos de más de ocho horas es mínimo. Según los datos recogidos por la agencia Reuters, de los 9 millones de pasajeros que aterrizaron en el aeropuerto de Barajas entre enero de 1995 y diciembre de 2000, sólo 15 sufrieron este síntoma; lo que equivale a tan sólo 1,65 pasajeros por cada millón de viajeros en vuelos de larga distancia.

Los estudios y los informes publicados sobre el conocido como síndrome de la clase turista arrojan cifras diferentes. A ciencia cierta es muy difícil conocer con exactitud datos estadísticos fiables sobre el número de pasajeros que sufren esta enfermedad. Pero es indudable que existen suficientes casos como para actuar. Así, la Organización Mundial de la Salud (OMS), anunció el pasado 14 de mayo de 2002, el inicio de un programa de investigación sobre el vínculo entre los viajes en avión y la trombosis venosa profunda. La OMS ya ha conseguido la totalidad de fondos necesarios para la primera fase del programa, cuyos objetivos se centran en determinar la frecuencia y las causas de trombosis de los viajeros, definir el papel de las personas que corren mayor peligro y hallar el modo de prevenirla.

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