Terapia familiar

Se aprovecha el potencial de las relaciones familiares para resolver algunos problemas psicológicos o de relación
Por María Landa 29 de marzo de 2005

Los profesionales de la psicología y la psiquiatría han comprobado que muchas patologías mentales están muy conectadas con las relaciones familiares. Bajo la premisa de que no somos seres aislados y de que nuestro entorno nos afecta y condiciona, los psicoterapeutas intentan solucionar ciertos problemas psicológicos personales y conflictos sociales o de interacción con la ayuda de la familia del paciente afectado. Desde hace años este tipo de terapia se utiliza con éxito para completar el tratamiento de los trastornos de alimentación o de personalidad, adicciones, abusos sexuales, así como diferentes problemas provocados por enfermedades crónicas, tanto físicas como mentales. El tiempo de tratamiento varía en función de la gravedad del problema. Los más cortos suelen tener una duración de entre dos a diez sesiones, mientras que los tratamientos más largos pueden desarrollarse a lo largo de varios años.

Qué es la terapia familiar y cuándo surgió

La terapia familiar empezó a desarrollarse en Estados Unidos en la década de los cincuenta después de que grupos de psicólogos y psiquiatras comenzaran a trabajar con las familias de los pacientes afectados por diferentes trastornos y comprobaran los buenos resultados. Este tipo de tratamiento llegó a Europa en los años setenta, y diez años después a España, donde ha ido creciendo hasta convertirse en un modelo de referencia que aplican alrededor de 1.500 especialistas pertenecientes a la Sociedad Española de Terapia Familiar.

La base de este tipo de terapia sostiene que tratar de forma aislada a un paciente con una patología grave, sin tener en cuenta su entorno resulta a menudo infructuoso, debido a que alrededor de esa persona se dan una serie de situaciones y factores, entre los que destaca la familia, que influyen en el mantenimiento, mejora o empeoramiento del problema inicial. Esta afirmación la corrobora el psiquiatra, psicoanalista y terapeuta de familia Norberto Mascaró, quien asegura que en la psiquiatría infantil también se ha llegado a la misma conclusión. “Cuando vemos a un niño problemático en un colegio y nos reunimos con los padres, en un alto porcentaje encontramos una problemática familiar detrás del niño que hace que actúe de esa determinada manera”.

Los seres humanos somos seres relacionales, es decir, sólo podemos entendernos en relación con los demás, y el principal lugar donde aprendemos a hacerlo es la familia. El psiquiatra y psicoterapeuta Roberto Pereira, director de la Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar, cree que el sistema familiar es el grupo humano más estable que hay y que en cada caso se dan unas normas de funcionamiento concretas. “Cada familia debe ser capaz de atender las necesidades de sus miembros y, a la vez, permitir que adquieran autonomía con el paso del tiempo. También debe ser capaz de adaptarse a los cambios que ocurren dentro y fuera del sistema familiar. Pero esas adaptaciones no son sencillas de realizar, sobre todo cuando se dan otros factores añadidos que las dificultan, como enfermedades, problemas económicos o dificultades de relación entre algunos miembros de la familia”.

En algunos casos las familias no cuentan con recursos suficientes para hacer frente de forma adecuada a esos cambios inesperados. “Por ejemplo, cuando se produce la separación de los padres a veces se utiliza a los hijos para atacarse mutuamente. Otro problema habitual es el conflicto adolescente o la crisis que surge entre la necesidad de cuidados que sienten los padres y el deseo de autonomía de los hijos. Normalmente el desacuerdo tiene que ver con los ritmos en que deben darse ambas cosas”, apunta el doctor Pereira.

Una de las premisas de la terapia familiar es que no se debe culpar a una sola persona de todos los problemas porque además de ser injusto, conlleva el riesgo de fijarla de forma permanente a esa situación problemática y al rol de ‘enfermo’ u ‘oveja negra de la familia’. La terapeuta familiar Annette Kreuz, desde la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas, explica que el término ‘culpa’ no les convence, “porque normalmente los problemas surgen de una situación compleja donde están implicados tanto los contextos externos como las situaciones personales. En terapia familiar se trabaja con la familia no porque sean los culpables de nada, sino porque es el sitio idóneo para movilizar fuerzas o para conseguir que las personas que sufren más puedan superar sus problemas”.

En qué tipo de problemas se puede aplicar

En el tratamiento de ciertos problemas psicológicos la ayuda de la familia es totalmente imprescindible, asegura Kreuz. Entre ellos se encuentran los trastornos de alimentación, las diferentes adicciones, diversas enfermedades físicas y mentales, el maltrato a la pareja, los abusos sexuales o los trastornos de personalidad, denominador común bajo el que se engloban toda una serie de alteraciones de la conducta, de impulsividad, trasgresión a las normas impuestas por la familia o el colegio, frecuentes en chavales jóvenes muy difíciles de manejar, con baja tolerancia a la frustración y que no aceptan bien los límites, según Norberto Mascaró, coordinador de psicoterapia de la Sociedad de Avances Médicos. A su juicio este es el tipo de patología más frecuente en la actualidad, acompañado en muchos casos por el consumo de drogas.

A pesar de que puedan no estar funcionando bien y tengan dificultades, todas las familias tienen un potencial muy grande para cambiar y funcionar mejor. Por eso, insiste el doctor Pereira, la terapia familiar trata de usar ese potencial para favorecer los cambios. “Pero no decimos a los pacientes lo que tienen que hacer, porque los consejos están prohibidos en psicoterapia, sino que intentamos ayudarles a buscar una forma alternativa para solucionar sus problemas que le produzca menos dolor, angustia o frustración. La labor del terapeuta es la de plantear la posibilidad de que las cosas se hagan de otra manera, pero quien tiene que elegir siempre es el paciente”, advierte.

Para Norberto Mascaró la clave de la terapia familiar es quitar a lo que él llama “paciente designado” del lugar en el que su familia le ha situado para poder empezar a resolver el conflicto. “Si viene a la consulta un paciente que consume drogas invitamos a la familia a participar en una serie de reuniones en las que lo importante es hablar e intentar entender al otro, porque si uno no escucha ni entiende al paciente nunca se van a poder modificar las conductas. Así el terapeuta hace de moderador y sobre todo de traductor, porque tenemos que explicar cosas que la familia no percibe”.

Cada escuela de terapia familiar utiliza unos métodos diferentes, pero en casi todas la base es la interacción del terapeuta con varios miembros de la familia al mismo tiempo en la consulta. Lo que suele variar es el tipo de técnicas de ‘control de calidad’ que se usan en el proceso terapéutico así como las formas específicas de intervención. Para comenzar la terapia suele ser habitual que en la primera entrevista se invite a todos los miembros de la familia que conviven con el paciente. En esa primera reunión, según explica Annette Kreuz, se intenta ver qué piensa cada uno respecto al problema.

A partir de ese momento cada terapeuta pone en práctica las técnicas que considera más adecuadas: técnicas de conversación específicas; técnicas activas en las que se pide a la familia que durante la sesión se comporte como lo hace habitualmente en casa; se pide a la familia que escriba entre una sesión y la siguiente sobre todo lo que ocurre en la casa; se hacen reuniones de grupos multifamiliares en las que se junta a varias familias que padezcan el mismo problema (por ejemplo, un miembro de la familia que sufra anorexia). La forma de controlar el propio trabajo por parte del terapeuta familiar y asegurar al mismo tiempo la mayor calidad de asistencia puede implicar la utilización de varios métodos: un espejo unidireccional que permite a un equipo observar el trabajo que hace el terapeuta; vídeo grabaciones; cuestionarios sobre cómo ha sido la entrevista para los afectados; técnicas adicionales psicométricas como cuestionarios de ansiedad, depresión, etc.

Estas son sólo algunas de las técnicas que pretenden que se hable del problema y lograr así un aumento de las capacidades de comunicación del conjunto familiar, porque todas las situaciones de enfermedad o situación conflictiva llevan a un distanciamiento entre las personas, señala Kreuz. “Nuestra meta es la mejora de la comunicación y la interacción, porque al trabajar con toda la familia a la vez, la posibilidad de cambiar la situación es mucho mayor”. Esta psicoterapeuta distingue dos tipos de crisis por los que las familias suelen recurrir a la terapia familiar: crisis inesperadas o situacionales (un accidente, atentado, muerte?) y crisis de desarrollo o evolutivas, que son las que tienen que ver con el paso del tiempo y las etapas normales del ciclo vital, por ejemplo la adolescencia, la jubilación o el quedarse con la casa vacía cuando los hijos se independizan.

El protagonismo de la familia

Una de las principales dificultades a la que se enfrentan los terapeutas es conseguir reunir a todos los miembros de la familia, si bien muchos especialistas aseguran que no es imprescindible que acudan todos a las reuniones. En opinión de Roberto Pereira se pueden producir cambios en todos los miembros aunque no acuda toda la familia a la terapia. “A veces para cambiar a alguien no es imprescindible que cambie esa persona, sino que cambiando a otro se consigue el mismo resultado, ya que todos estamos en relación con nuestro entorno. Si modificamos nuestra manera de actuar es probable que los demás cambien también su manera de actuar hacia nosotros. Por ejemplo, a menudo viene una persona a la consulta diciendo que quiere que cambie su mujer o su marido. Este es un mal planteamiento y nosotros les decimos: ¿por qué no trata de cambiar usted? Si lo hace conseguirá cambiar y mejorar la relación entre ellos. Lo importante es que esos cambios sean dirigidos por un terapeuta”.

Annette Kreuz asegura que no suele ser tan difícil involucrar a la familia, aunque reconoce que depende del grado de desestructuración de los vínculos familiares. “En algunos casos de toxicomanía grave o enfermedades relacionadas como el sida, suele ser difícil movilizar a toda la familia, pero hay otras muchas situaciones en las que los familiares vienen de manera voluntaria a las terapias porque tienen algo que decir, y generalmente quieren que las cosas vayan mejor. Al principio a todos les cuesta hablar de sus sentimientos en un contexto extraño y profesional, pero hay que romper el hielo y probarlo para saber si puede ayudar”.

Uno de los inconvenientes en este tipo de terapia es su posible larga duración, ya que los tratamientos psicoterapéuticos que buscan el cambio en las personas no se pueden hacer a corto plazo. Aunque a veces sorprende la capacidad de reacción que tienen las familias cuando se ponen de acuerdo en cambiar, ningún especialista se aventura a dar un plazo concreto para la resolución de estos problemas, porque según afirman, se necesita tiempo para madurar, pensar y probar alternativas, pero como mínimo siempre hablan de varios meses o años dependiendo del tipo de trastorno. Norberto Mascaró apunta que una disfunción familiar se produce en años y no de un día para otro. “Por eso querer modificar en poco tiempo toda una serie de patrones de conducta que se han ido alterando a lo largo del tiempo es muy difícil. No se puede hablar de plazos concretos, pero está comprobado que las personas que hacen terapia familiar durante un tiempo prudencial se benefician notoriamente”.

El tiempo de tratamiento y la frecuencia de las consultas varía en función del tipo de problema y del modelo que siga cada terapeuta. Así, la psicóloga clínica Kreuz reconoce que es muy diferente tratar un trastorno de alimentación o una enfermedad psiquiátrica grave como el trastorno bipolar, que es algo crónico que no va a desaparecer por hacer un tratamiento. En cuanto a la frecuencia de los encuentros con el terapeuta familiar, algunos especialistas trabajan semanalmente, otros cada dos semanas, mientras que otros sólo lo hacen una vez al mes.

Efectividad de la terapia familiar y situación legal de la profesión.

A pesar de que la eficacia del tratamiento familiar está científicamente contrastada, para los profesionales clínicos que se dedican a la terapia familiar es complicado aportar datos concretos sobre la efectividad de este tratamiento porque, según reconocen, depende mucho del tipo de problema y de la gravedad. La mayoría opina que son más los casos en los que resulta de gran ayuda que en los que no ha servido para nada. El director de la Escuela Vasco Navarra de Terapia Familiar confirma los buenos resultados en los casos de adicciones, en familias en las que algún miembro esquizofrenia o trastornos de alimentación, en casos de abusos y malos tratos, en familias multiproblemáticas y desorganizadas o en los duelos tras la muerte de un ser querido. Asimismo, ha constatado que es muy efectivo en trabajos con niños, para problemas de conducta, fracaso escolar y dificultades de adaptación.

Durante los últimos años los terapeutas se están encontrando con un nuevo problema derivado del importante aumento de la inmigración en España. Muchas de las familias que vienen en busca de trabajo y una vida mejor se enfrentan a graves problemas de adaptación, tanto padres como hijos, debido al brusco cambio cultural y social. Roberto Pereira considera muy importante la atención a estas familias inmigrantes y por eso la asociación que preside ha puesto en marcha un servicio gratuito de terapia familiar para este colectivo, que generalmente cuenta con menos recursos económicos.

¿Cubre la Seguridad Social este tipo de tratamiento? Oficialmente sí, ya que el catálogo de prestaciones incluye la psicoterapia individual, familiar y de grupo entre los servicios de salud mental. Esto quiere decir que en los centros de salud mental hay personas formadas en terapia familiar que pueden atender a los pacientes, pero la realidad es que la gran mayoría de los terapeutas trabaja en consultas privadas. Esto se debe, según Norberto Mascaró, a que los psiquiatras de los ambulatorios tienen una presión asistencial muy alta y disponen de muy poco tiempo. “Cada quince minutos tienen que ver a un paciente y así es imposible aplicar la terapia familiar, porque existe una gran demanda y se requiere una gran dedicación”.

¿En qué momento hay que plantearse la necesidad de recurrir a una terapia familiar? Los pacientes y sus familias no siempre conocen esta posibilidad. Por tanto debe ser su médico de familia, un psicólogo o incluso un profesor el que les proponga probar este tipo de terapia. No obstante, el doctor Pereira recomienda buscar ayuda exterior siempre que se hayan agotado los recursos internos con los que cuenta la familia y no se encuentre solución al problema a pesar de haberlo intentado. “Cuando la gente tiene la sensación de estar en un callejón sin salida, en un círculo vicioso del que no se puede salir, es conveniente recurrir a la ayuda profesional”.

Otro aspecto importante que hay que tener en cuenta cuando se recurre a un terapeuta es que la Psicoterapia no está regulada como profesión en España, lo que conlleva que no exista ningún tipo de protección legal referente a la capacitación de alguien que se hace llamar psicoterapeuta. Por eso Kreuz aconseja preguntar siempre sobre la formación del profesional que le va atender en una consulta privada. “Todos los terapeutas acreditados por nuestra asociación deben cumplir unos requisitos estrictos de formación. La mayoría tiene una formación de origen dentro de las Ciencias de la Salud y Educación (psicólogo o psiquiatra) y han cursado además una formación adicional de postgrado en terapia familiar que suele durar al menos tres años y debe estar supervisada”, apunta.

En Estados Unidos la psicoterapia está regulada como una profesión independiente. Desde hace unos años en España se están haciendo serios intentos de regularizar la profesión, pero de momento no se ha conseguido nada. El doctor Mascaró se muestra muy crítico con la escasa formación que la Sanidad Pública ofrece a sus profesionales. “En países como Finlandia, Suecia o Dinamarca se destina mucho dinero a hacer terapia de grupo y se forma a los médicos. Aquí no se valora tanto y sigue siendo algo secundario. Lo triste es que el paciente pierde la oportunidad de tener un tratamiento mejor”, denuncia.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube