Comer seguro en Irak

Por Jordi Montaner 24 de abril de 2003

Dos terceras partes de la población iraquí dependen de la ayuda humanitaria fijada por la comunidad internacional con la intención de repartir «alimentos a cambio de petróleo». La ayuda quedó interrumpida en las primeras horas del conflicto bélico ahora recién concluido. De acuerdo con un informe de Oxfam, la crisis humanitaria por la falta de alimentos podría tener proporciones muy superiores a las ayudas diseñadas desde la coalición aliada.

La guerra no es ninguna novedad para los 24 millones de habitantes de Irak. Los iraquíes llevan soportando la guerra o padeciendo sus consecuencias desde principios de los años ochenta. En estas condiciones, obtener productos frescos a precios asequibles es una tarea más que ardua en este país, sometido a un bloqueo internacional como consecuencia de la primera Guerra del Golfo y para el que la importación, o el estraperlo, es la principal vía de acceso a los alimentos básicos. La cosecha de un solo año en todo Irak apenas aporta una cuarta parte del grano que los iraquíes necesitan para hacer pan.

El acceso a alimentos frescos o seguros en Irak depende de una ayuda internacional mediada «en exceso» por el mando militar

Pero la guerra más reciente ha causado más daño del que los iraquíes van a poder soportar en los próximos meses si no median medidas urgentes. Enormes desplazamientos de población, daños graves a infraestructuras y a redes de comunicaciones o la brusca interrupción de las labores agrícolas, han diezmado el ya de por sí mermado autoabastecimiento del país. La prioridad, señalan los expertos, es ahora aportar comida y reanudar o implementar la producción agrícola.

Desde Roma, la FAO ha puesto en marcha un programa para garantizar una producción de entre 1,5 y 1,7 toneladas de cereales en la campaña de mayo a junio de 2003. Se pretende, asimismo, dar celeridad al cultivo estacional de verduras y frutas frescas correspondiente a la temporada de primavera y verano, para poner en marcha un ciclo productivo agrícola mínimamente capaz. Pero la misma FAO advierte que la eficacia del programa pasa antes por asegurar urgentemente la capacidad de riego de los cultivos y el aporte de agua salubre al ganado doméstico.

Sólo un 30% de la población iraquí se dedica a la agricultura (los cereales más cultivados son maíz y arroz). La política internacional de «alimentos a cambio de petróleo», según la FAO, no ha hecho sino debilitar más aún los sectores más vulnerables de la población (ancianos, mujeres y niños pequeños). La agencia de la ONU consagrada a la agricultura y la alimentación persigue la ejecución de un programa urgente valorado en 86 millones de euros, y que incluye iniciativas tales como la plantación de vegetales frescos, potenciar la producción avícola, garantizar un adecuado control de las pestes que puedan afectar al ganado doméstico, llevar a cabo un control estandarizado de seguridad de los alimentos y adecuar sistemas de riego agrícola y aporte de agua al ganado doméstico.

«Además de paz, los agricultores iraquíes necesitan semillas, fertilizantes, pesticidas, maquinaria, combustible, piezas de recambio y herramientas; piensos de alimentación animal, vacunas y medicinas de uso veterinario…», afirma Laurent Thomas, jefe de los programas especiales de emergencia de la FAO.

Plan especialLos envíos de lotes de comida englobados en la campaña de «alimentos a cambio de petróleo», denuncian los expertos en nutrición, no respetaban el aporte de vitaminas, proteínas y micronutrientes esenciales. La FAO espera revertir la situación con su plan de emergencia, para el que ya ha conseguido ayudas por valor de 20 millones de euros (menos de una cuarta parte de lo estipulado).

Naciones y Unidas y diversas ONG han elaborado planes especiales para garantizar el acceso a agua potable y una distribución racional de alimentos

La mitad de este dinero irá destinado a un proyecto pensado para levantar 4.000 granjas avícolas en todo el país. La carne y los huevos no entraban, precisamente, en la campaña de «alimentos a cambio de petróleo». Las consecuencias van mucho más allá de un sortilegio gastronómico: tras las sanciones impuestas desde 1990, la mortalidad infantil en Irak no ha parado de crecer año tras año. «¿De qué han servido las sanciones impuestas a Irak durante 11 años?», se preguntaba un diplomático de la coalición aliada en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La ineficacia política de tales medidas contrasta con el elevado precio en forma de vidas humanas.

Con anterioridad a la guerra, Irak producía unos 2.000 millones de huevos por año y mantenía una cabaña de vacuno de 1,5 millones de cabezas, sumadas a unos 18 millones de cabras y ovejas; la guerra y los desplazamientos de población motivados por los últimos bombardeos, sin embargo, se han saldado con una movilidad de cabañas por todo el país, con el consiguiente riesgo de dispersión de enfermedades.

El agua, prioridad principalUna de las principales prioridades en estos momentos, en opinión de los expertos, es garantizar el acceso de la población al agua potable. Por ello, recomiendan una urgente inspección y reparación de toda la red nacional de drenaje de agua, aún habida cuenta de que menos del 46% de los hogares iraquíes disponía de agua corriente con anterioridad a la guerra.

Más grave aún es que el 70% de las plantas de tratamiento de agua del país llevan sin funcionar desde los bombardeos de 1991. Entonces resultaron dañadas, y las sanciones han impedido obtener recambios para su reparación.

John Cosgrave, ingeniero de aguas de Oxfam, ha recordado por escrito al presidente Bush que el Artículo 54 de la Cuarta Convención de Ginebra prohíbe específicamente los «ataques que puedan dañar objetos indispensables para la supervivencia de la población». Pero el principal problema con el agua en Irak, sostiene el experto, son ahora mismo los saqueos. «Para los iraquíes el agua es un bien más preciado aún que el petróleo, y existe una auténtica batalla civil por controlar, de forma jerárquica o anárquica, las canalizaciones de agua».

El mejor ejemplo de esta situación lo constituye la ciudad de Zubayr, al sur de Basora, con una población de 500.000 habitantes «que están exprimiendo agua de las piedras». Cosgrave informa de que un avión fletado por Oxfam partió el pasado 16 de abril de Kent (Inglaterra) con 17 toneladas de equipamiento, por valor de unos 200.000 euros, destinadas a paliar esta urgencia.

«En Zubayr el saqueo motivó que hasta los trabajadores del agua huyeran despavoridos de sus puestos por temor a la violencia de los saqueadores», recuerda Cosgrave en su carta al mandatario estadounidense, advirtiendo de que cuanto más tiempo dure la rapiña del agua «peor y más caro será reparar los daños causados».

También el Artículo 55 de la Cuarta Convención obliga a las tropas que han tomado posesión del país a garantizar las necesidades alimentarias y médicas a la población. «Las fuerzas de ocupación, además, deben facilitar el acceso de organizaciones humanitarias independientes a las zonas más críticas y sin restricciones».

LA AYUDA ESPAÑOLAEn España, Intermón critica que sólo el 13% de la ayuda humanitaria destinada a Irak por el Gobierno es adecuada a las necesidades reales de la población damnificada. El Gobierno español aprobó un presupuesto de 50 millones de euros para tal fin, de los que sólo 6,67 están convenientemente justificados.

Intermón añade que, en su mayor parte, esta inversión procede del Fondo de Ayuda al Desarrollo (FAD) y aparece condicionada a la compra de productos españoles. La gestión, composición y política de distribución de las ayudas han sido diseñadas conjuntamente por los ministerios de Defensa y Asuntos Exteriores. No pasa por alto la ONG que un año después del huracán Mitch sólo se había desembolsado el 4% de la ayuda aprobada por el Gobierno español y que, en Afganistán, no se ha ejecutado aún ningún proyecto español de rehabilitación.

Desde las Naciones Unidas se pone énfasis en que las ayudas humanitarias gestionadas por militares carecen del rigor necesario para cumplir su misión. La OCDE va más lejos y niega que se trate, en realidad, de ayuda humanitaria: «Se trata de una ayuda más cara y más ineficaz tanto a medio como a largo plazo».

Naciones Unidas advierte también de que si los gobiernos empiezan a destinar partidas de ayuda a Irak por compromiso político y sin una coordinación eficaz, «puede comprometerse la necesidad de ayudas de este tipo en otras regiones del mundo, como en el África subsahariana».

Según Intermón, el Gobierno español no ha aprobado en realidad un plan extraordinario; «se trata de desviar unas partidas para reubicarlas en otras». Especifica la organización que sólo 1,7 millones de euros de los 50 aprobados van a parar a entidades independientes como es el caso de Cruz Roja. Otros 5 millones se destinan a agencias de las Naciones Unidas, y el resto del dinero se presta a finalidades de «negocio e instrumentalización», subraya Intermón.

Jabón, detergente y medicinas se tienen por una prioridad sanitaria de primer orden, pero el hambre acecha: soldados de la coalición aliada han atestiguado como la hambruna lleva a que la población iraquí emplee sacos de leche en polvo cedidos por los mismos soldados para mezclarla con agua contaminada, con el consiguiente riesgo grave de infecciones gastrointestinales, o bien consuma la leche en polvo a secas por falta de agua con la que hacer la mezcla, provocando un riesgo grave de deshidratación, sobre todo en niños. Otra escena dantesca son las manos y los labios de niños quemados por cazos de aluminio con provisiones sacadas del fuego, consumidas con tanta avidez que ni el dolor puede nada contra el hambre.

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