El paradigma del grifo único

Por Concha Germán Bes 11 de diciembre de 2001

Desde hace unos meses el agua ha estado implicada en alguna polémica relacionada con su seguridad y su calidad. Hay que destacar que es el alimento más consumido en el mundo y que ha de cumplir unas mínimas condiciones de seguridad para evitar problemas en la salud de los consumidores.

El paradigma del grifo único

Tras el verano se destacó la noticia de la posible implicación del agua en casos de tumores de vejiga en nuestro país, y probablemente, en países de nuestro entorno. Aunque el agua se trató en dos artículos en www.consumaseguridad.com (“La higienización del agua, ¿una necesidad o un riesgo?” y “Etiquetas del agua: bien claras”), creemos que es un producto lo suficientemente importante como para abrir un debate que implique más información, más documentación y en consecuencia, más opiniones. Este artículo de opinión de la profesora Concha Germán Bes (Universidad de Zaragoza) sirve como punto de partida para otros que expliquen las tendencias actuales, el sistema de tratamiento y si realmente estamos seguros de lo que consumimos y cómo lo consumimos.

Congreso Ibérico del Agua

En el I Congreso Ibérico del Agua, celebrado en Zaragoza en Septiembre de 1998 (1), se debatieron los problemas que se dan en las redes de las ciudades de los países desarrollados. La epidemia de Milwakee (2) fue un punto de inflexión, en cuanto a la seguridad de los abastecimientos urbanos con tecnología perfecta (a).

En la segunda edición propusimos las diversas calidades de agua de consumo humano (3), diferenciando las aguas que son de boca, bebida o alimento, de las aguas salubres y limpias (b) para la higiene personal y demás consumos urbanos.

Entre las preguntas que nos realizamos están: ¿Podemos utilizar el agua del grifo para la higiene personal? ¿Y para la labores de limpieza de la casa? ¿El agua que bebemos es la misma que se arroja por la cisterna? ¿Y es la misma que usa la industria de los polígonos industriales de las ciudades españolas? ¿Por qué el agua es cada día peor? ¿Hacemos un uso sostenible del agua? ¿Qué podemos hacer con el agua de lluvia? ¿Cuál es nuestro papel como ciudadanos? ¿Es segura el agua de grifo para consumirla como alimento? Es decir, ¿para beber? ¿Qué le pedimos a los técnicos municipales? ¿Y a las instituciones universitarias? Son muchas las preguntas que surgen en el día a día e intentaremos responderlas o bien, enviarles a otras fuentes documentales.

El debate de los riesgos

En la actualidad existe un debate sobre qué riesgos nos deben de preocupar más, si los microbiológicos o los químicos. Las afecciones microbiológicas tienen un periodo de incubación corto, de uno o varios días; mientras que las de origen químico apenas se conocen y su periodo de incubación es de años. Una de las características de algunos riesgos químicos modernos es que son bioacumulables y se transmiten de una a otra generación. Por tanto, es posible que los daños que nosotros estamos creando los padezcan nuestros hijos o nietos.

Ante esta situación existen dos posturas. La primera es la institucional, que tienden a mantener la situación como está y minimizar los riesgos (4) y la segunda son las independientes, que proponen ir a la raíz del problema y cuestionarse el paradigma del grifo único. Mientras tanto la industria del agua está avanzando en el negocio del agua embotellada (5) a la vez que las empresas de tratamiento del agua venden a los ayuntamientos tratamiento de calidad máxima, exigiendo para ello la realización de obras insostenibles como la realización del trasvase del Ebro y otros del Plan Hidrológico Nacional (c).

Peor calidad de agua de partida

En un siglo hemos logrado contaminar el agua del planeta a unos niveles insospechados. Pesticidas, herbicidas, nitratos, PVC, purines y múltiples productos derivados de la industria química, han convertido a la mayoría de nuestros ríos en cloacas y han contaminado las aguas subterráneas.

Además, en los abastecimientos urbanos, diluimos los residuos sólidos personales en agua (d), actividad que sólo la especie humana practica en el planeta. Estos resultados, en las grandes concentraciones urbanas, dan lugar a toneladas de agua sucia que de nuevo debemos de tratar con añadidos químicos, para devolver “limpia” a los ríos, cuando no la devolvemos sucia, transformando los ríos en grandes cloacas (e).

La red de abastecimiento del agua potable

No se trata de una red de distribución del alimento agua. La que llega a nuestras casas ya no es un producto natural sino un producto manufacturado al que hay que añadirle productos químicos que no son inocuos. Sulfato de alúmina u ozono que dan como consecuencia productos secundarios con impactos diversos en la salud de las personas que beben esta agua.

Determinados microorganismos: crystosporidium (6) (7), giardia o legionella, entre otros, no se controlan con los sistemas actuales de potabilización y pasan a la red produciendo enfermedades, si se bebe el agua. Sobretodo afecta a personas con problemas de inmunidad baja como son los enfermos crónicos, ancianos y niños.

Desde 1995 el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades de Atlanta (CDC en sus siglas en inglés) publica una Guía para individuos con el sistema inmunológico severamente debilitado, en el que dan instrucciones para que tomen agua embotellada, hervida o bien usen determinados filtros. Este último punto no lo aconseja por los problemas que suponen su mantenimiento.

El sistema nacional de salud inglés ha publicado una guía (8) para los médicos de atención primaria con el objetivo de aconsejar a las personas con problemas de inmunidad comprometida que tomen el agua del grifo con precauciones como el hervido o bien, la opción de tomar aguas de manantiales.

La red de tuberías de las ciudades está hecha en diferentes etapas históricas con diferentes materiales: plomo, cobre, hierro o PVC entre otros, que transfieren tóxicos al agua (1). Ingerir un alimento como el agua, tratado industrialmente y que debe recorrer cientos de kilómetros hasta llegar a nuestra casa, es un acontecimiento moderno y lleno de algunos riesgos que en parte desconocemos. Seguir con la idea de dar agua de calidad de boca por tubería es insostenible.

Previsiones de futuro

La postura de dar agua de calidad por grifo genera proyectos insostenibles en lugares donde hay agua suficiente en cantidad y cuyo tratamiento es adecuado para todos los usos excepto para beber (9 y 10). ¿Realmente podemos seguir con esta propuesta? Pensamos que no, la situación actual de nuestras ciudades es la de tener una agua limpia y salubre para el consumo humano en todos los usos, excepto en el del agua como alimento.

Para ello proponemos diferenciar dos usos humanos: agua de boca y agua para la higiene personal. Soluciones se han apuntado, pero sobretodo hace falta un gran debate. Las autoridades deben informar acerca de la calidad del agua de boca que llega a nuestras casas para que sepamos que riesgos estamos dispuestos a asumir. Nuestra postura es la de proponer diversidad de fuentes según diversidad de usos y especialmente proteger las aguas de manantiales o aguas fósiles como aguas de boca.

Debemos seguir probando nuevas fórmulas que ya se han ensayado en otros lugares como son los cajeros automáticos de agua (11). Y ¿Por qué no vamos tratando de gestionar agua de manera autónoma, utilizando el agua de lluvia de forma adecuada?(3).

Es necesario que las Instituciones Públicas realicen investigaciones sobre el impacto en la salud de los productos químicos. Y también, ensayar otros tipos de abastecimientos, sobretodo en nuevas ciudades de tipo descentralizado. Es imprescindible la declaración como áreas de protección especial y de carácter público, con una ley especial, las aguas fósiles o las aguas de manantial que están almacenadas y filtradas durante tiempos remotos en las profundidades de la tierra. Igualmente hay que regular el tiempo de renovación de las aguas de manantiales que tienen una fuerte explotación.

El debate sigue abierto y requiere un cambio radical del paradigma del grifo único por el de diversidad de fuentes según los usos (12).

(*)Concha Germán Bes es Profesora Titular en la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud de la Universidad de Zaragoza.

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