Nuevos alimentos: cuáles son, de dónde proceden y cómo se autoriza su venta

Estos alimentos deben cumplir los requisitos de la EFSA: su consumo es seguro, están etiquetados de modo correcto y, si reemplazan a otros aprobados, aportan ventajas nutricionales
Por Salomé García Gómez 23 de febrero de 2022
alimentos nuevos
Imagen: Getty Images

Incluso comprando en el mismo supermercado, la cesta de la compra de hoy es bastante diferente a la de hace 30 años. Y no solo por los hábitos alimentarios. Muchos de los productos que en la actualidad vemos en cualquier estantería, ya sean alimentos completos o algunos de los ingredientes con los que se elaboran, hasta hace poco o no existían o no se comercializaban en España. Productos desconocidos o innovadores que cada año llegan al mercado para hacer más variada la oferta alimentaria o para mejorar las prestaciones de los alimentos ya existentes. Ahora bien, este proceso no es instantáneo. A continuación describimos las características de los alimentos nuevos y los controles que deben pasar para permitir su comercialización. Además, te damos los nombres de algunos de los más nuevos y te contamos cómo se encuentra la investigación en España en torno a este tema. 

Antes de que podamos echarlo al carrito, todo alimento nuevo debe seguir un estricto proceso de validación por parte de las autoridades sanitarias para garantizar su calidad y seguridad alimentaria. A partir de ahí, será uno más en nuestra despensa, como ya lo son la chía, el jugo de fruta noni, las cápsulas de aceite de krill antártico (Euphausia superba) o muchos de los alimentos enriquecidos con omega 3 procedente de microalgas Schizochytrium sp o con vitamina K (menaquinona).

¿Qué se considera un nuevo alimento?

Los nuevos alimentos se definen como aquellos productos que no habían sido consumidos de forma habitual en la Unión Europea antes del 15 de mayo de 1997, cuando entró en vigor el primer reglamento sobre nuevos alimentos.

  • Pueden ser de reciente creación, es decir, recién salidos de un laboratorio, como sucede con algunos edulcorantes como el lactitol o E966, presente en gominolas o dulces bajos en calorías.
  • También lo son aquellos alimentos producidos utilizando nuevas tecnologías, como el encapsulado. Muchos de los productos incluidos en este epígrafe surgen para satisfacer aspectos meramente organolépticos, es decir, por su gusto, color o aroma. Un ejemplo es el chicle dual, que cambia de sabor a medida que se mastica. Esto es posible gracias a combinar aromas líquidos con otros menos solubles y microencapsulados, de forma que la saliva los va disolviendo poco a poco y ahí es cuando se percibe el cambio de sabor.
  • Finalmente, también cuentan como alimentos nuevos aquellos que se consumen o se han consumido tradicionalmente fuera de la UE. El Reglamento de Ejecución (UE) 2017/2470 de la Comisión establece la lista de nuevos alimentos y recopila todos los productos autorizados hasta esa fecha. Incluye sus condiciones de uso, requisitos de etiquetado y sus especificaciones.

Pero tener entre manos un alimento nuevo no basta para poder comercializarlo. Para ello hace falta contar con la aprobación de Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) con arreglo a estos principios: que su consumo sea seguro, que estén etiquetados correctamente para no inducir a error a los consumidores y que, en el caso de estar destinados a reemplazar otro alimento ya aprobado, aporten alguna ventaja desde el punto de vista nutricional.

También pueden ser ingredientes

La regulación sobre alimentos nuevos contempla tanto los alimentos propiamente dichos (los que podemos comprar tal cual) como los que solo son ingredientes. “El alimento es lo que nos comemos; los ingredientes son las sustancias que lo componen”, aclara Beatriz Robles, tecnóloga de los alimentos.

En el caso de los nuevos ingredientes, al aprobarse se debe especificar qué usos se les puede dar (por ejemplo, si es en bollería, productos lácteos…) así como qué cantidad máxima se puede emplear en cada uno de los usos.

Son los más desconocidos, ya que rara vez son el ingrediente principal de un alimento y tienen nombres extraños, como el extracto del micelio de Lentinula edodes (seta shiitake) o el licopeno de Blakeslea trispora. El primero es un extracto acuoso procedente de ese hongo que contiene lentinano, un compuesto con acción sobre el colesterol sanguíneo y los niveles de glucosa en sangre. Se puede usar en productos a base de pan, yogures o complementos alimenticios. El segundo es un antioxidante de color rojo que puede utilizarse en bebidas para deportistas.

Normativa de nuevos alimentos

Cuando se crea un nuevo alimento, lo primero que debe hacer la parte interesada (un Estado miembro, un tercer país o una empresa privada) es remitir a la Comisión Europea un procedimiento de autorización. La iniciativa puede partir también de la propia Comisión.

“La Comisión puede pedirle a la EFSA una evaluación de la seguridad de ese alimento y, si todo es correcto, lo presenta ante el Comité Permanente de Vegetales, Animales, Alimentos y Piensos, por el que se autoriza su comercialización en la Unión Europea y se incluye en la lista de nuevos alimentos”, explica la tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles. Este proceso de evaluación puede alargarse durante varios meses y hasta algo más de un año.

Hasta que la EFSA no da su aprobación, ese alimento no puede comercializarse. “En cambio sí podría usarse en catas privadas”, apunta Robles. Una vez aprobado y regulado por la Unión Europea, puede distribuirse libremente en todo su territorio, incluida España.

“No obstante, los países miembros pueden suspender temporalmente la comercialización si sospechan que supone algún riesgo de seguridad”, recalca esta tecnóloga. Si no hay obstáculos, a partir de ese momento el alimento se someterá a los mismos controles y requisitos de seguridad y etiquetado que el resto de alimentos comercializados en la UE.

Productos con la salud en el punto de mira

La nutrición es una importante palanca para preservar la salud. Por eso, en los últimos años han proliferado los llamados alimentos funcionales. Son aquellos a los que se les atribuyen efectos potencialmente positivos en la salud, como los lácteos con omega 3 DHA para ayudar a controlar el colesterol o los complementos en cápsulas o polvos solubles con vitaminas, antioxidantes o ácidos grasos para deportistas.

laboratorio nuevos alimentos
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Muchos de esos productos llevan ingredientes de nueva creación. Otras veces son alimentos completos listos para consumir, como los champiñones Agaricus bisporus tratados con radiaciones ultravioleta para que desarrollen vitamina D2. Guillermo Reglero, catedrático de Ciencias de la Alimentación de la Universidad Autónoma de Madrid y director del Instituto IMDEA Food, defiende este tipo de alimentos para ayudar en el tratamiento de algunas dolencias siempre que “estén correctamente desarrollados y con efectos validados”.

¿Alimentos de otros países o de laboratorios?

Aunque la denominación de “alimentos nuevos” hace pensar en productos exóticos llegados de lejanos países, en realidad la gran mayoría proceden de laboratorios de I+D. “Se trabaja con tres coordenadas: seguridad, calidad y funcionalidad. Es importante que el consumidor entienda que, en cuanto a la procedencia de los ingredientes, da igual que un alimento venga del campo o del laboratorio. Se ha generado la sensación de que si un ingrediente es artificial, químico o sintético va a ser peor que uno natural, y esto es absurdo. Ni la seguridad ni la funcionalidad dependen de la procedencia. De hecho, muchas veces los ingredientes sintetizados artificialmente son más seguros que los otros”, explica José Manuel López Nicolás, vicerrector de Transferencia y Divulgación Científica de la Universidad de Murcia.

Este investigador insiste en que no hay diferencia química alguna entre un omega 3 sintetizado en laboratorio a partir de algas u otro procedente del salmón. “Lo mismo con una vitamina C de un limón de la huerta de Murcia o uno de laboratorio. Al final lo que tienes es vitamina C”, asegura.

Actualmente su trabajo se centra en la encapsulación molecular. “Imaginemos un ingrediente que no se puede disolver en agua, como la vitamina D o el caroteno. Lo que hacemos es desarrollar un nuevo método para que se disuelva mejor y sea más efectivo y seguro”, apunta López Nicolás. Aunque pueda sonar a ciencia ficción, el encapsulado es una técnica bastante frecuente para conservar los sabores o lograr que ciertos micronutrientes no sucumban a los jugos gástricos.

Los laboratorios independientes desarrollan, solicitan la autorización a la EFSA y patentan. Luego la industria alimentaria decide si los emplea y el consumidor, si los incorpora a su dieta habitual. Por ejemplo, la línea Innova de Dulcesol ya incorpora pequeñas cantidades de alga chlorella microencapsulada. La empresa Epsa ha desarrollado sales de hierro encapsuladas, sin sabor metálico, y aptas para añadir a la masa de pan para combatir las anemias.

“Muchos de los alimentos que tenemos hoy en la despensa salen de un laboratorio. Basta solo con pensar en todas las texturas innovadoras, en los productos lácteos enriquecidos, los sin lactosa, sin gluten… La mayoría salen de los avances científicos. Y son seguros”, añade López Nicolás.

Los últimos alimentos nuevos

Uno de los últimos en incorporarse al listado de nuevos alimentos es el aceite rico en ácido araquidónico. Se trata de un nuevo ingrediente procedente del hongo Mortierella alpina, cuyo uso se especifica para preparados para lactantes y bebés prematuros. También la lacto-N-tetraosa, uno de los prebióticos más importantes de la leche materna, que se añade a las leches para recién nacidos y contribuye al desarrollo de su microbioma intestinal.

Otros ingredientes nuevos son el extracto de cresta de gallo y el aceite rico en omega 3 procedente de las microalgas Schizochytrium sp. La diferencia con uno de origen animal es su sostenibilidad, ya que no depende de la pesca, sino que se recoge a partir de algas cultivadas para ese fin. Además, son aptos para veganos.

La investigación de los nuevos alimentos en España

Varios laboratorios españoles se encuentran a la vanguardia en este campo, con patentes de nuevos alimentos e investigaciones muy prometedoras. Entre los primeros se encuentra la miraculina, una proteína procedente de frutos desecados de una baya de África Occidental que permite transformar el sabor ácido en dulce. Este producto, creado por una pyme española, permite su aplicación clínica para tratar trastornos del gusto en pacientes oncológicos, de la covid-19 o con restricciones alimentarias.

El centro tecnológico AINIA acaba de empezar el proyecto Microbiosafe para desarrollar nuevos ingredientes bioactivos con actividad antimicrobiana frente a patógenos que aparecen en la cadena de producción de alimentos. “Entre las distintas estrategias se encuentran los péptidos antimicrobianos [proteínas con propiedades antibióticas], el uso de virus bacteriófagos [que infectan exclusivamente a las bacterias] o enzimas producidas por éstos (endolisina)”, señala Ana Torrejón, del departamento de Biotecnología Industrial de AINIA.

En otros casos se trata de materias primas ya existentes, como los insectos, cuyo consumo amplía el espectro nutricional de los consumidores. Un ejemplo es la harina de larva del escarabajo Tenebrio molitor, que se presenta como una alternativa más sostenible –por la menor emisión de gases de efecto invernadero– a la proteína de carne de vacuno. Entre sus ventajas están su alto contenido en proteína, calcio y vitamina B12. Estos alimentos pueden resultar chocantes, pero cuentan con el aval de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) como una fuente más de proteínas para el futuro.

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