Plásticos sin bisfenol, ¿son más seguros?

Uno de los compuestos que sustituye al bisfenol A en los plásticos provoca efectos adversos en animales, según una nueva investigación
Por Marta Chavarrías 30 de marzo de 2017
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Imagen: monticello

El bisfenol A (BPA) es un compuesto habitual en envases de plástico de uso común, muchos de ellos del ámbito alimentario. Se incluye en la categoría de los disruptores endocrinos, productos químicos que mimetizan la acción de los estrógenos naturales y que interfieren en la acción del ciclo hormonal natural. Esta sustancia se encuentra en constante evaluación por las dudas que plantea su inocuidad y en España está prohibida para la fabricación de biberones. La sustitución por otras sustancias parece una alternativa lógica, aunque investigaciones recientes ponen en duda que las que se han utilizado hasta ahora sean por completo inocuas. El artículo explica cuáles son algunas de las alternativas al BPA y por qué genera problemas este compuesto.

La creciente preocupación sobre el bisfenol A por sus posibles efectos en la salud humana ha llevado a la eliminación de esta sustancia en ciertos productos de consumo. Y es que, desde los años 60, numerosas investigaciones han evidenciado la relación de este compuesto con alteraciones del ciclo hormonal, incremento del cáncer de próstata y de mama y malformaciones reproductivas en distintas especies animales y en humanos. Desde junio de 2011, está prohibido en España para biberones destinados a niños y lactantes. Otros países como Francia han ido más lejos y lo prohibieron en 2015 para envases alimentarios. A pesar de las dudas planteadas, el BPA no forma parte de la lista de los compuestos más tóxicos. Pero esto no significa que no se encuentre en constante evaluación.

Además de los análisis que se realizan, también han ido apareciendo posibles sustitutos con el fin de reducir el riesgo, ya que ha crecido la presión pública y las prohibiciones parciales causadas por las preocupaciones sobre sus propiedades de alteración endocrina. Sin embargo, esto tampoco podría ser tan fácil, al menos si se atiende a estudios como el publicado en la revista Nature Communication, elaborado por expertos de la Universidad de Pekín y de la Universidad de Shenzhen, las dos de China, y por la Universidad Farmacéutica de Gifu y la Universidad de Ciencias Médicas de Suzuka, de Japón las dos.

Alternativas al bisfenol A no tan seguras

La preocupación generalizada sobre el uso de bisfenol A ha llevado a la industria a buscar productos químicos alternativos. A medida que los fabricantes han empezado a eliminar el BPA de sus productos, se ha producido un cambio gradual hacia el empleo de sustitutos.

Uno de ellos es el fluorine-9-bisfenol (BHPF), utilizado en plásticos de policarbonato «libres de BPA, resinas epoxi, poliuteranos, poliésteres, poliarilatos y poliéteres». La investigación de los científicos asiáticos, sin embargo, ha descubierto que esta sustancia ha tenido efectos anti-estrogénicos en ensayos in vitro y en ratones, un efecto contrario al del BPA, que es estrogénico. Los productos antiestrogénicos no cuentan con los mismos controles que los que tienen actividad estrogénica. Además, este informe sugiere que la sustancia se detecta también en agua caliente utilizada para rellenar envases de plástico comerciales.

Algunos sustitutos al bisfenol A podrían tener efectos similares de alteración endocrina

Además de este sustituto, hay otros que han mostrado tener también efectos similares de alteración endocrina. El bisfenol S (BPS) y el bisfenol F (BPF). El primero se usa para una variedad de aplicaciones industriales, como agente de fijación de lavado de productos de limpieza o como revelador de papel térmico, incluyendo productos comercializados como «libre de BPA». Por su parte, el bisfenol F (BPF) se emplea para fabricar resinas epoxi y recubrimientos, así como productos de consumo como lacas, barnices, adhesivos, tuberías de agua o envases para alimentos. Estas dos sustancias se han detectado en varios productos y alimentos, como productos lácteos, carne y productos cárnicos o alimentos enlatados. También se han localizado en aguas superficiales, sedimentos y aguas residuales, en la mayoría de los casos en concentraciones más bajas que el BPA pero en el mismo orden de magnitud.

Si bien para la mayoría de los consumidores encontrar una etiqueta en la que ponga «libre de BPA» es sinónimo de tranquilidad, debería preguntarse si esto en realidad es así. Cada vez más estudios demuestran que los sustitutos son moléculas parecidas al tan denostado BPA, al menos en las investigaciones in vitro sobre el sistema nervioso de animales.

Los problemas del bisfenol A

La controversia que envuelve el bisfenol A lleva años circulando. Canadá fue el primer país que lo prohibió en envases alimentarios en general, una decisión que después imitó EE.UU. y Dinamarca; en 2011 la Unión Europea también lo hizo con los biberones. Francia también prohibió su uso en 2013. Esta determinación generó mucho revuelo y polémica en el ámbito comunitario por el riesgo de que la medida se extendiera a otros países, aunque a largo plazo. Ya entonces se puso de manifiesto que prohibir el bisfenol A implicaría un gasto económico enorme, además de que la normativa para regular o prohibir una sustancia puede llegar a tardar hasta 20 años.

El problema está en que el bisfenol A está considerado un disruptor endocrino, sustancia no producida por el organismo, natural o creada por la acción de las personas (procesos industriales), que altera la función del sistema endocrino. Los efectos más preocupantes se dan en los más pequeños y en mujeres embarazadas.

La controversia radica en la dosis real a la que el organismo empieza a notar los efectos. Algunas fuentes indican que la dosis es muy baja, mientras que otras admiten que son necesarias dosis más elevadas. En enero de 2015 la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA) aseguraba que «no hay riesgo para la salud de los consumidores de la exposición al bisfenol A». Un mes antes, los expertos de la EFSA reducían la ingesta diaria tolerable (IDT) de 50 microgramos por kilo de peso corporal por día a 4 mg/kg de peso corporal al día. Esta IDT se constituía de manera temporal, ya que entonces la evidencia científica no permitió que los expertos de la EFSA pudieran concluir si estos efectos pueden ser dañinos. De ahí que la EFSA se comprometiera a reevaluar la situación, labor en la que aún está inmersa y cuyo dictamen del Comité Científico está programado para completarse en 2018.

Disruptores endocrinos

El bisfenol A no es la única sustancia capaz de alterar el sistema endocrino del organismo. Sustancias como productos plásticos, plastificantes, algunos detergentes o la contaminación ambiental pueden causar las mismas alteraciones. Los contaminantes alimentarios con acción disruptora de las hormonas no son un grupo uniforme ni desde el punto de vista químico ni sobre su origen. Pueden llegar a través del ambiente, como las dioxinas, PCB y metales pesados como el cadmio, mercurio o plomo, y también a través de productos derivados de procesos, como el bisfenol A y los ftalatos.

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