Priones, piensos y reglamentación

La inversión necesaria para establecer nuevos estándares en alimentación animal ha superado los 5.000 millones de euros, según el sector ganadero
Por Jordi Montaner 15 de diciembre de 2004

Ganaderos y empresarios de la alimentación animal hacen su propio balance de las exigencias de seguridad alimentaria desencadenadas con la crisis de las vacas locas. Controlada la alarma social, reivindican una «mayor cordura» en los estamentos políticos europeos. En su opinión, el alud normativo desencadenado en estos últimos años hubiera precisado de mayores evidencias científicas.

Junto a las 161 víctimas humanas contabilizadas y los millares de reses sacrificadas, ellos son quienes han pagado un precio más alto por la crisis de las vacas locas desencadenada en el Reino Unido hace 8 años con la aparición del primer caso de encefalopatía espongiforme bovina (EEB). Se trata de ganaderos y empresarios de la alimentación animal que en los últimos años han tenido que hacer frente a no pocas restricciones que han dañado el sector y plantean, asimismo, varios desafíos sociosanitarios todavía por encauzar.

En representación de las empresas fabricantes de piensos, Javier Polo (responsable de I+D de APC Europea) impartió recientemente en Barcelona una conferencia en el Institut d’Estudis Catalans acerca de la «locura legislativa» con que la Comisión Europea encajó la crisis de la EEB.

Polo aclaró que el culpable de todo el asunto no era un prión, sino su forma infectiva. «Sabemos poco acerca de los priones, pero lo suficiente para identificar su naturaleza proteica, su capacidad para permanecer activos tras radiaciones ionizantes y ultravioladas que degradan los ácidos nucleicos y su resistencia a las proteasas (enzimas)». Añadió que son sustancias que no provocan respuesta inmune, son resistentes a las medidas de esterilización estandarizadas y sólo pueden inactivarse tras un baño de 60 minutos en hipoclorito sódico a temperatura ambiente o una combustión a temperaturas por encima de 134 ºC.

Clínica humana

Según Polo, «ninguna otra contaminación o accidente relacionado con la alimentación ha levantado hasta hoy tanta polvareda legislativa». El origen fue la detección de una variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob nunca antes identificada. «Creutzfeldt y Jakob describieron hace 80 años una enfermedad muy minoritaria (un caso por millón de habitantes y año) que tenía una edad de comienzo por encima de los 55 años y presentaba un pronóstico nefasto; la variante inglesa detectada en 1996 mató a 150 personas en el Reino Unido, siete en Francia y una en Italia, Irlanda, Canadá y EE.UU., pero en la actualidad no hay censado ningún caso más».

El especialista en alimentación animal lamentó que epidemias mucho más serias desde el punto de vista de la epidemiología zoológica, como la peste equina o la porcina, nunca han suscitado tanta preocupación. En parte es lógico. La variante de la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob detectada en 1996 no deja de ser una enfermedad fatal con rango de inicio entre los 15 y los 55 años y contraída por consumir tejido nervioso de ganado vacuno infectado.

Prohibiciones

La regulación comunitaria prohíbe los piensos de proteínas animales en todo el ganado con destino a la producción de alimentos de consumo humano

De la alarma mediática, por tratarse de una enfermedad derivada directamente de un consumo de carne, se pasó a un afán de control en el que los nervios ganaron la partida a la razón. Polo recordó las imágenes de centenares de reses sacrificadas por su presunta «locura». «La medida era inevitable: matar al ganado de riesgo resultaba entonces hasta 20 veces más barato que averiguar si estaba o no infectado».

Al sacrificio de los incautos consumidores, siguió el de las inocentes vacas y, tras ellas, el de ganaderos e industriales de los piensos. «La actitud de las autoridades europeas fue tan expeditiva como necesaria para calmar los temores ante una falta de evidencias científicas». Se prohibió prácticamente todo, pero no por ello se detuvo el avance de la enfermedad en las distintas cabañas de nuestro entorno.

El año pasado se dio el primer caso de EEB en Canadá y hace 2 años llegó por primera vez a países como Polonia o Israel. En España, se diagnosticaron las primeras vacas locas en 2000.

«Para reestablecer la confianza de los consumidores, la UE puso en marcha distintas iniciativas legislativas como la edición de un libro blanco de seguridad alimentaria, y llegó a crear un cuerpo de policía para vigilar el cumplimiento de las normativas veterinarias», recuerda Polo. El lema era: seguridad del establo a la mesa.

De cara a los productores de piensos, la losa peor fue la regulación transitoria 2000/766/CE que prohibía los piensos de proteínas animales en todo el ganado con destino a la producción de alimentos de consumo humano. En opinión de Polo, «la prohibición de alimentos con proteínas animales en ganado mantenido, engordado o criado para la producción de alimentos es una iniciativa desprovista de rigor científico; con excepción de los rumiantes, ninguna fuente científica ha demostrado un peligro de contagio por EEB en animales de granja».

El conferenciante fue más lejos y acusó a la prohibición de antieconómica. «Los granjeros del viejo continente han perdido 1.500 millones de euros por año en la alimentación de sus reses, han tenido que remplazar los piensos anteriores por nuevos productos con un coste adicional de 700 millones, y han tenido que pagar 3.000 millones más por la eliminación de subproductos animales ahora prohibidos». También, desde una perspectiva medioambiental, lamentó que el sacrificio de reses y la eliminación de despojos suponga abocar anualmente 16 millones de toneladas de subproductos cárnicos por medio de incineración o en vertederos controlados.

¿Qué se utiliza, según la reglamentación vigente, del despiece de animales de granja para el consumo humano? «Del pollo se utiliza sólo el 68%, del cerdo el 62%, del vacuno el 54% y del ovino el 52%», responde el experto. Tras las prohibiciones, «tenemos que deshacernos cada año de 10 millones de quilos de carne que antes iban destinados al consumo y ahora no».

El experto subraya que el frenesí regulador de la UE ha llevado a que a la normativa 2000/766/CE le siguieran hasta cuatro reglamentos adicionales de modificación. Por ejemplo, con anexos sobre clasificación para cada país de un riesgo de EEB en cuatro categorías. «La de mayor riesgo se circunscribe a Reino Unido y Portugal, mientras que España y el bloque de los países comunitarios se encuentran en la categoría de riesgo inmediata».

Estudios de infectividad en un análisis exhaustivo de vísceras y secreciones animales, situaron de inmediato el mayor riesgo en cerebro, médula, espina y ojos. Son de baja infectividad riñones, hígado, pulmones, nódulos linfáticos, bazo, placenta e intestino, y de infectividad no detectable el tejido adiposo, glándulas adrenales, tejido gingival, músculo cardiaco, nervios periféricos, próstata, musculatura esquelética, testículos, glándulas tiroideas, sangre, mucosa nasal saliva, sudor, suero, leche, semen, orina y heces.

En aplicación de este criterio, desde el 1 de julio del 2001 está prohibida la alimentación de rumiantes con proteínas de mamíferos, a excepción hecha de la leche y gelatinas derivadas de pieles y cueros hidrolizados, o proteínas con un peso molecular inferior a 10 Kd.

PROHIBICIÓN GENERALIZADA

Img transporte2En opinión de Polo «nada justifica» que hasta septiembre de este mismo año no se haya autorizado la alimentación de peces de piscifactorías con hemoderivados o harinas de sangre de no rumiantes, la alimentación de rumiantes con leches, ovoproductos o gelatinas de no rumiantes, o incluso la alimentación de no rumiantes con harinas de pescado.

Para desgracia de los empresarios de piensos, admite Polo, el levantamiento de la prohibición de usar harinas de pescado coincide con un marcado descenso de capturas en caladeros de todo el planeta por el fenómeno meteorológico de «el Niño» «La harina de pescado es ahora más cara que nunca, la tecnología del pienso nos obliga a elaborar comprimidos mucho más quebradizos que los de origen animal y con mucho menos aporte graso; como consecuencia, los ganaderos empiezan a experimentar una reducción en el crecimiento de sus reses, que a su vez contraen más infecciones, requieren más tratamiento antibiótico y excretan más fósforo y metales en la orina (mayor carga medioambiental de purines)».

Según datos del Ministerio de Agricultura, en España se han identificado desde el 2000 492 casos de EEB en la cabaña bovina. Galicia y Asturias acaparan el mayor número de casos registrados. Sólo en lo que va de año, por ejemplo, en la provincia de Lugo se han identificado 22 casos nuevos. La raza más afectada es, con diferencia, la frisona, y las autoridades sanitarias de todas las comunidades autónomas han puesto en marcha programas de detección con tests priónicos para no bajar la guardia en ningún momento.

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