Entrevista

Alicia Aleman, técnica de Acción Política y Redes de Alboan

La transparencia en la explotación y consumo del mineral importado de África es un desafío que nos concierne a todos
Por Azucena García 19 de marzo de 2011
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Imagen: Alboan

La ONG Alboan desarrolla varios proyectos de cooperación al desarrollo que se vinculan, sobre todo, a procesos productivos. En materia de recursos naturales, en la actualidad se centra en el proyecto de investigación “¿Tiene dueño la naturaleza?”, sobre la gobernanza de estas materias y que se presentará el próximo otoño. “Trabajamos con organizaciones involucradas directamente en la promoción del desarrollo productivo, un sector en el que los recursos naturales tienen un marcado protagonismo”, explica Alicia Aleman, técnica de Acción Política y Redes de Alboan. Ella acaba de volver de la República Democrática del Congo, donde ha comprobado in situ las particularidades que rodean a la minería artesanal. Las conclusiones le animan a pedir la colaboración de todas las personas, “del Norte y del Sur”, para que la cadena de explotación, comercialización y consumo de los recursos naturales garantice unas condiciones justas de trabajo y la calidad de vida de quienes se dedican a este noble oficio.

Ha regresado hace algunas semanas de Congo, donde ha trabajado en un proyecto de investigación sobre la minería artesanal en ese país. ¿Qué balance hace de esta experiencia?

Hacemos un balance altamente positivo de la experiencia, tanto en el plano personal como en el profesional. Nosotros hemos sido afortunados por haber estado acompañados en todo momento por gente y organizaciones locales que trabajan desde hace muchísimos años por el desarrollo de las personas en la República Democrática del Congo (RDC), lo que nos ha permitido llegar a lugares y escuchar testimonios muy enriquecedores.

¿Era su primer contacto con el país? ¿Qué le ha sorprendido más?

Ha sido mi primer contacto con la RDC, aunque no con África. Me ha sorprendido la cantidad de gente tan joven que hay, pero también la falta de oportunidades para formarse, trabajar y tener un futuro mejor en su propio país. La cuestión de la minería artesanal está íntimamente ligada a estos problemas. En realidad, es una forma de autoempleo y de ganarse la vida para mucha gente que no encuentra otra opción. Es un trabajo muy arriesgado y con alto coste social e individual, pero que tiene su motivación en esa voluntad de salir adelante, de luchar por la vida y labrarse un futuro que respeta la dignidad humana.

“En Congo hay mucha gente joven, pero faltan oportunidades para formarse, trabajar y tener un futuro mejor”

En otros planos, también me ha sorprendido la cantidad de niños y niñas que viven en las calles. En ocasiones, huérfanos de la guerra, otras veces abandonados por familias desestructuradas que justifican el abandono al acusarles de brujería. En estos casos, al sufrimiento del abandono se añade el tremendo impacto psicológico y la angustia que conlleva esta acusación. También me ha fascinado el trabajo de los misioneros extranjeros que siguen en la RDC, que padecen el desmoronamiento del país e incluso de su propio trabajo, pero que mantienen la esperanza y el compromiso por las personas.

Finalmente, el viaje me ha servido para comprobar el impacto que tiene sobre el terreno el fenómeno de la globalización: la presencia de China, India y Líbano en el sector minero de la RDC, la importancia de los teléfonos móviles y de Internet en la vida cotidiana de muchas personas, el gusto por la moda, la música y el deporte. En general, el impacto simultáneo de tradición y modernidad, de lo local y lo global, en la vida de las personas.

Sin embargo, ¿qué diferencias has detectado frente al trabajo de las grandes multinacionales en la explotación de recursos?

En el fondo, creo que la principal diferencia reside en que las grandes multinacionales pueden hacer un uso intensivo de capital, de tecnología y de influencia para maximizar sus beneficios, mientras que los mineros artesanales disponen esencialmente de su fuerza de trabajo y de su gran número para sobrevivir y mantenerse.

Esta iniciativa forma parte de un proyecto ambicioso que se fija también en la gestión de los recursos naturales en Guatemala y en India. ¿Qué destacaría de Congo respecto al caso de Guatemala y qué esperan encontrar en India?

Se entiende dentro de un proyecto de investigación que busca comprender qué ocurre con la gestión de los recursos naturales y su efecto en las poblaciones vulnerables y empobrecidas en áreas de Congo, India y Guatemala. Aunque todavía es muy pronto, intuimos que en los tres casos hay gente que lucha por poder participar en las decisiones sobre los recursos naturales de los cuales en gran medida dependen para su subsistencia, trabajo e identidad. En Congo hemos visto que detrás de la minería artesanal se esconde el derecho al trabajo y la paz social. En Guatemala, hemos percibido que las comunidades indígenas luchan por una cosmovisión y una forma de entender el mundo que integra con armonía recursos naturales, la tierra -territorio y ámbito espiritual-. En la India reflexionaremos sobre la lucha de las comunidades indígenas (adivasi) para implementar la ley de derechos forestales.

Se fijan en especial en un concepto: gobernanza de los recursos naturales. ¿A qué se refiere?

“Los mineros artesanales tienen muy poca capacidad de participar en las decisiones sobre concesiones mineras que se toman en la capital del país”

Nos referimos a quién y cómo se decide sobre los recursos naturales, bien sea la tierra, los recursos del subsuelo o los bosques. En particular, nos fijamos en la acción social de las poblaciones empobrecidas, de las personas vulnerables: cómo enfrentan las decisiones sobre los recursos, si participan en las decisiones o cómo se organizan para gestionar sus propios recursos. Para el caso del Congo, vemos que el fenómeno de la minería artesanal tiene su origen en la liberalización del sector minero promovida por el Banco Mundial y el gobierno de la RDC, con escasa participación de la población. Incluso hoy en día, los mineros artesanales tienen muy poca capacidad de participar en las decisiones sobre concesiones mineras que se toman en la capital del país, en Kinshasa. De un día para otro, se enteran de que la cantera en la que trabajan pertenece a una compañía minera y deben abandonar el lugar. Su reacción puede ser explosiva e incluso violenta, por eso hablamos de que hay un transfondo de paz social detrás del tema de los recursos mineros en la RDC.

¿Está regulado, por tanto, de manera conveniente este tipo de explotación de recursos?

Es difícil responder en un sentido o en otro. La evidencia nos dice que la minería artesanal está regulada en el Código Minero de la RDC y que hay un organismo del gobierno, la SAESSCAM, para dar asistencia a la pequeña minería y a la minería artesanal. Sin embargo, en el terreno hemos constatado que hay muchas deficiencias en la aplicación de las leyes, que los mineros perciben a los servicios del Gobierno como obstáculos y trabajan con muy pocos apoyos técnicos, sociales, laborales, gubernamentales, de los sindicatos o de los organismos internacionales.

¿Cómo se adjudican las licencias de explotación?

Las concesiones mineras se deciden en la capital, Kinshasa, y esto origina importantes problemas en los lugares donde hay una competencia entre minería industrial y minería artesanal, como es el caso de la región que hemos visitado, Katanga. También destaca la minería artesanal clandestina, en zonas donde está prohibida la explotación, como son los parques nacionales o las minas de uranio. Obviamente, en estos últimos casos no hay licencias de explotación.

¿Tiene futuro la minería artesanal?

No es fácil saberlo, pero es un fenómeno muy importante en la RDC y muchas personas dependen de esta actividad para su subsistencia. Sí he percibido que todavía no hay una opinión clara sobre este tema en la RDC y que se habla mucho de prohibirla y limitarla. Los argumentos en contra de la minería artesanal son contundentes: peligrosidad, fraude, abuso, explotación. Sin embargo, los mineros y las familias que dependen de la minería artesanal defienden su derecho a trabajar y a beneficiarse de las riquezas del subsuelo de su país.

¿Qué recorrido sigue el mineral desde que sale de la mina hasta que llega a los países del Norte?

Un recorrido largo y complejo, que requiere de muchas horas de investigación y estudio para conocer con exactitud todo lo que ocurre en esta cadena. En cualquier caso, es importante diferenciar entre tipos de minerales: no es lo mismo lo que sucede con el oro del Kivu, los diamantes de Kasai o el cobre de Katanga. La transparencia a lo largo de toda la cadena de explotación, comercialización y consumo es un desafío clave, que nos concierne a todas las personas, del Norte y del Sur.

¿Las ganancias se reparten de manera justa?

“El sector está caracterizado por un altísimo grado de informalidad y un gran número de actores involucrados”

No lo parece. La RDC firmó contratos abusivos con empresas mineras, que se han revisado posteriormente. En este tema también es decisiva la transparencia: sin datos fiables sobre cuánto ganan las empresas, cuánto pagan como impuestos y cuánto recibe el Estado, no se puede opinar con fundamento. Si hablamos de la minería artesanal de la RDC en general, la cuestión se complica aún más porque el sector está caracterizado por un altísimo grado de informalidad y un gran número de actores involucrados.

Por lo tanto, ¿diría que la minería artesanal ha mejorado la calidad de vida de quienes se dedican a ella?

Ha permitido y permite que un gran número de personas y familias tengan unos ingresos económicos, en ausencia de otras alternativas. Hemos escuchado todo tipo de historias: desde mineros que han utilizado sus ingresos para financiarse los estudios hasta historias de lo más truculentas, de abuso, explotación y muerte. No me atrevería a hablar de mejora de la calidad de la vida en estas circunstancias, pero sí destaco el sacrificio y la valentía de estos mineros y de sus familias.

¿En qué condiciones trabajan?

Muy difíciles y arriesgadas. Nos ha llamado mucho la atención el grado de organización que tienen para trabajar, sobre todo los grupos de mineros involucrados directamente en la extracción. Este nivel de organización es menor al comercializar y negociar los precios de los minerales y muy débil al plantear propuestas y reivindicaciones de carácter más político. La situación de los niños y de las mujeres en los campamentos mineros es especialmente preocupante.

¿En qué situación viven los mineros y sus familias?

“Los campamentos mineros son lugares peligrosos, insalubres y muy caros”

Igual de difíciles. Los campamentos mineros son lugares peligrosos, insalubres y muy caros. A menudo, los mineros viven de forma intermitente en el campamento, mientras que las familias permanecen en la ciudad o en el pueblo del cual son originarios. En otras ocasiones, toda la familia se traslada al campamento para trabajar.

¿Hay sitio para la esperanza en este contexto?

Siempre hay sitio para la esperanza, sobre todo, si las personas son capaces de organizarse y trabajar por mejorar sus condiciones de vida, y si los gobiernos y el resto de la sociedad, tanto del Norte como del Sur, somos conscientes de que estas situaciones existen. Dependemos unos de otros.

Josué, un niño soldado que se convirtió en comprador de minerales

Son muchas las historias asociadas a la minería y a las propias características de este sector en el Congo. De todas ellas, Alicia rescata de su memoria la de Josué, que relata así:

Josué tiene 26 años y habla con inmenso cariño de su hija de un año y medio, Maribel. La guerra le robó su infancia y se refiere con amargura a su pasado. Le atraparon un día en la escuela e hicieron de él un niño-soldado. Convivió con la violencia, la guerra y la muerte, hasta que llegó a Kinshasa, procedente del este del país. En la capital, le acogieron unas hermanas teresianas españolas, quienes le enseñaron el oficio de zapatero, buscaron a su familia biológica y le ayudaron a recomponer su alma rota. Quiso conocer a su padre y se aventuró a hacer un viaje de 2.000 kilómetros, que le llevó a la región de Katanga, donde comenzó a trabajar como minero y donde ahora es comprador de minerales. De su trabajo dependen un total de diez personas. Quiere ahorrar para abrir un negocio en la ciudad y construirse una casa.

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