Entrevista

Cristóbal Sánchez Blesa, presidente de Solidarios para el Desarrollo

Un voluntario sin formación no es un voluntario, sino una buena persona o un aventurero
Por Azucena García 26 de diciembre de 2007
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Imagen: Ned Raggett

El pasado 6 de octubre Cristóbal Sánchez Blesa fue nombrado nuevo presidente de Solidarios para el Desarrollo. Su reto más inmediato es “llegar hasta el último rincón” de la ONG para fortalecer los programas que funcionan e implantar las mejoras que sean necesarias. El trabajo parece fácil. Es miembro de la organización desde que se fundó hace 20 años y asegura que, en este tiempo, han conseguido proyectos “valiosísimos”. Para Sánchez Blesa, la entidad que preside es “una de las organizaciones más completas”, con una actuación muy extensa y proyectos de largo recorrido que se nutren de cientos de voluntarios. La principal característica de todos ellos, asevera, es la formación. La única herramienta válida para prestar ayuda de manera eficaz. “Se necesita para saber cómo preguntar, cómo acercarse a la cama de un enfermo con sida, cómo llegar a una persona con problemas familiares o de drogadicción…”, justifica.

Solidarios para el Desarrollo considera fundamental la formación de los voluntarios sociales. ¿A todos ellos les exigen realizar un curso de formación o reciclaje?

Así es, para nosotros el hecho de ser voluntario implica tener formación. Alguien que no tiene formación o que no ha hecho ningún curso de reciclaje no nos parece un voluntario. Nos puede parecer una buena persona o un aventurero, pero si alguien quiere ser voluntario tiene que acercarse a nosotros desde la formación. Tiene que saber que la formación es importante para llegar con respeto a realidades que son diferentes a la nuestra. Un voluntario sin formación no es voluntario. Ésta es una actividad muy peligrosa cuando se hace sin formación.

¿Cuáles los puntos básicos de esta formación?

La formación debe enseñar. Se necesita para saber cómo preguntar, cómo acercarse a la cama de un enfermo con sida, cómo llegar a una persona con problemas familiares o de drogadicción? Para afrontar de manera eficaz estas situaciones hay que tener nociones de psicología. Es muy importante evitar hacer preguntas agresivas, que provoquen situaciones que son contraproducentes.

“La formación es importante para llegar con respeto a realidades que son diferentes a la nuestra”

Sin embargo, en España existen aproximadamente 1.200.000 voluntarios, cuya principal característica es el compromiso. ¿No teme que la exigencia de tener una formación pueda echar atrás a algunas personas voluntarias?

Es un riesgo, pero, en general, el hecho de que alguien se eche atrás porque se le exige tener formación no es un problema para las organizaciones que se toman en serio el voluntariado. Además, las personas que rechazan esta formación son una minoría. Lo habitual es que la gente asuma y dé por hecho que necesita una formación. Este proceso es imprescindible. Es un hecho inapelable.

Incluso han editado el “Manual del Voluntario”. ¿Diría que es un libro de lectura obligada o recomendable?

El Manual del Voluntario es un texto que presentamos a los voluntarios el primer día que llegan a Solidarios para el Desarrollo. Les explicamos que es una publicación nacida de la experiencia de otros voluntarios, que es muy útil y que nace de un contexto que conocemos muy bien. Es un texto muy ajustado a unas necesidades concretas, así que para nosotros es obligatorio. Claro que luego cada persona en su casa hace lo que quiere, pero está encima de la mesa desde el primer momento.

Asegura que las personas voluntarias que rechazan la formación son una minoría, pero el número de personas voluntarias es insuficiente para cubrir las necesidades. ¿Se puede decir que en materia de voluntariado hay más calidad que cantidad?

Para nada, hay una enorme cantidad de gente que es solidaria. Hay personas a las que el sufrimiento les ha tocado muy de cerca. La enfermedad, la cárcel o las drogas no son exclusivas de minorías marginadas. Si echamos un vistazo al número de socios y de voluntarios que hay en las organizaciones españolas, nos damos cuenta de que es un número muy notable, cercano a los cinco millones. Además, hay gente que no está en organizaciones de voluntariado y también lleva a cabo acciones de solidaridad y participa en proyectos, bien puntualmente o de manera estable. Estamos satisfechos con el esfuerzo realizado, aunque el voluntariado no agota la solidaridad del entorno.

“Los voluntarios son terminaciones nerviosas que avisan a la sociedad de que está teniendo problemas”

Dentro de ese entorno ustedes trabajan en centros penitenciarios, con personas enfermas, discapacitadas, inmigrantes, mayores, mujeres, niños, drogodependientes, personas sin hogar? ¿Cree que se valora suficientemente esta labor?

Desde luego, hay ámbitos en los que la participación es menos vistosa. Los proyectos dirigidos a personas con discapacidad física, problemas de salud mental o reclusos son proyectos poco vistosos en manos de gente que está ahí de manera callada. Saben que su misión no es hacer ruido, sino estar. Hay muchas formas de ejercer la solidaridad que están muy tapadas, pero no es necesario que salgan a la luz de manera resplandeciente. Una de las principales funciones de los voluntarios es ser vigías. Ellos son las terminaciones nerviosas de la sociedad que llegan hasta el último rincón, hasta el último poblado marginal, hasta la última casa de inmigrantes, hasta el último barrio? Son terminaciones nerviosas que avisan a la sociedad de que está teniendo problemas. Y unas veces se les hace más caso que otras, pero su labor es imprescindible.

¿Por qué no siempre se les hace caso? ¿Prejuicios, falta de tiempo, desconocimiento, miedo…?

No es tanto que no se les haga caso, como el hecho de que hay demasiada necesidad. A nuestro alrededor hay muchas necesidades y eso hace que siempre hagan falta voluntarios, pero fijar el número necesario de voluntarios es muy difícil. Puede haber grupos de población en los que sobre la participación ciudadana y otros en los que escasee. Por ejemplo, en la cárcel o en la atención a personas con problemas de salud mental hace falta gente, así como en la atención a enfermos de sida, un mal latente de nuestra sociedad que necesita mucho apoyo.

Para ello, ustedes han creado diferentes modos de prestar ayuda, como la figura del Colaborador Anual Solidario, que anima a participar de manera puntual.

Hay múltiples formas de ayudar. Para nosotros la principal es el voluntariado, pero una colaboración puntual también es importante. En nuestro caso, contamos con personas que acuden un día al año a nuestro almacén y ayudan a clasificar libros que luego se envían a una biblioteca de Latinoamérica o medicamentos que se envían a África. Son colaboradores anuales que hacen una gran labor, pero hay que determinar cuáles son los proyectos en los que es suficiente con que esa persona venga una vez al año, sin llegar a crear distorsión.

“Todos los días nuestros voluntarios se encuentran con personas que llevan tres o cinco años sin salir a la calle”

En el caso de los proyectos con personas mayores también contemplan programas de acompañamiento puntual. ¿Cuál es la realidad de este grupo? En alguna ocasión han denunciado el abandono que padece.

La realidad es que hay un porcentaje alto de personas mayores que están solas, especialmente en las grandes ciudades. Todos los días nuestros voluntarios se encuentran con personas que llevan tres o cinco años sin salir a la calle, con un contacto humano muy precario o coyuntural, que se limita a la persona que le lleva la fruta o le limpia la casa. Desde las instituciones públicas y desde las ONG se están haciendo esfuerzos, pero todavía no llegan a cubrir las necesidades. No estamos ofreciendo a las personas mayores ningún pago por el servicio que nos han prestado anteriormente.

También para los propios voluntarios, en ocasiones, es duro desarrollar su labor. De hecho, Solidarios para el Desarrollo ofrece atención psicológica ante posibles momentos de crisis. ¿Cuáles pueden ser estos momentos?

En realidad, es un servicio que se utiliza muy poco. Lo implantamos hace siete u ocho años para aquellos casos en los que el voluntario cree que ha sufrido una conmoción fuerte. Más que momentos de crisis hay situaciones desconcertantes, como atender a niños enfermos en un hospital. Los hospitales son ámbitos muy duros.

Pero su labor en este ámbito es imprescindible y ya ha superado la mayoría de edad. A punto de concluir el vigésimo aniversario de Solidarios para el Desarrollo, ¿qué pide para los próximos 20 años?

Pido que dentro de 20 años tengamos menos trabajo que hoy porque hayamos conseguido muchas de las metas que estamos planteando.

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