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Imagina despertar una mañana con el eco de disparos y gritos. Tu hogar, que hasta ayer era tu refugio seguro, se ha transformado en un lugar de peligro. En cuestión de horas, te encuentras huyendo, dejando atrás tu casa, tus recuerdos y, en ocasiones, a las personas que amas. Este es el inicio de una realidad que han vivido cientos de miles de personas refugiadas de la República Centroafricana.
Dejarlo todo atrás no solo significa perder un espacio físico. Implica abandonar tu identidad, tus sueños y todo lo que habías construido. Este proceso emocional es profundamente traumático, y las personas refugiadas cargan con un peso invisible que puede durar años.
Para quienes se ven obligadas a huir, cada paso está lleno de incertidumbre. ¿Podrán volver algún día? ¿Recuperarán lo que dejaron atrás? Estas preguntas acompañan a miles de familias durante años, pero el sueño de regresar permanece vivo.
República Centroafricana, un país marcado por el conflicto
La República Centroafricana lleva más de una década enfrentando una de las crisis humanitarias más graves del mundo. Desde 2013, la violencia interreligiosa y las disputas por recursos naturales han dejado una huella profunda en el país. Este conflicto prolongado ha obligado a más de 1,4 millones de personas a abandonar sus hogares y de ellas, a más de 700.000 a buscar refugio en países vecinos como Camerún, la República Democrática del Congo (RDC) y Chad.
Las cifras son alarmantes: una de cada cinco personas centroafricanas vive desplazada y más de la mitad de la población depende de la ayuda humanitaria para sobrevivir. A pesar de algunos avances hacia la estabilización, la República Centroafricana se encuentra entre los países con peor calidad de vida a nivel mundial, ocupando el puesto 191 de 193 en el Índice de Desarrollo Humano de 2023, lo que refleja la magnitud de los desafíos que enfrenta su población.
El retorno a RCA: un camino lleno de esperanza
En este contexto, el retorno voluntario no solo es un acto de esperanza, sino una solución duradera por la que trabajan ACNUR y sus socias, ofreciendo a las familias la oportunidad de regresar y reconstruir sus vidas.
Volver a casa después de años no es solo un viaje físico; es un proceso emocional complejo. Cuando las personas refugiadas toman la valiente decisión de regresar, ACNUR les acompaña para asegurarse de que lo hagan de manera segura, voluntaria e informada.
Desde 2017, más de 49.000 personas refugiadas han regresado a la República Centroafricana gracias a los esfuerzos conjuntos de ACNUR, gobiernos y organizaciones socias internacionales. Solo en 2024, 15.000 personas han cruzado las fronteras para volver a sus comunidades, llevando consigo sus sueños y el deseo de reconstruir sus vidas.
Pero el retorno no se limita a cruzar una frontera. ACNUR trabaja para garantizar que las familias encuentren al llegar un entorno donde puedan prosperar. Esto incluye proporcionar transporte, alimentos, kits de artículos esenciales y apoyo económico para los primeros meses, además de rehabilitar escuelas, centros de salud y viviendas en las zonas de retorno.
👉 Desde República Democrática del Congo o Camerún
Entre las historias de retorno destaca la de Micheline. Tras huir con su familia en 2021, vivió en un campo de población refugiada en la República Democrática del Congo durante tres años. Este septiembre, decidió regresar a la República Centroafricana, cruzando el río Ubangi con su esposo e hijos. “Es un nuevo comienzo, lleno de esperanza y desafíos, pero estamos juntos y eso es lo que importa”, afirma.
Halimatou, otra refugiada repatriada, regresó después de una década en Camerún. “Volver a casa es volver a mis raíces, dar a mis hijos e hijas un lugar donde sentirse seguros y empezar de nuevo”, comparte. Con el apoyo de ACNUR, ha comenzado a reconstruir su hogar y sus sueños.
Construyendo un nuevo comienzo
El programa de retorno voluntario en la República Centroafricana es un ejemplo de lo que puede lograrse cuando los esfuerzos están alineados. La Plataforma de Apoyo a las Soluciones para la República Centroafricana, lanzada el pasado mes de noviembre, reúne a ACNUR, gobiernos locales y países de acogida para garantizar que cada regreso sea sostenible. Este enfoque incluye la mejora de infraestructura, acceso a servicios esenciales y promoción de actividades de paz y reconciliación.
En comunidades como Bria y Baoro, zonas donde ACNUR y sus socios están centrando esfuerzos para apoyar el retorno voluntario y la reconstrucción comunitaria en un contexto extremadamente vulnerable, las familias están reconstruyendo sus vidas gracias a proyectos de rehabilitación de escuelas y centros médicos. A pesar de estos esfuerzos, los retos son inmensos: las comunidades enfrentan inseguridad alimentaria, falta de servicios básicos y tensiones sociales. Sin un apoyo significativo, el retorno de cientos de miles de personas refugiadas podría extenderse por décadas.
El peso invisible del desplazamiento
Para quienes regresan, el proceso de reconstrucción no solo es físico. El trauma emocional de lo vivido sigue presente.
ACNUR entiende que reconstruir vidas implica sanar desde dentro. Por eso, complementa el apoyo material con programas de salud mental y psicosocial, que incluyen terapia, talleres de integración cultural y redes de apoyo comunitario. Además, colabora con personal local para abordar problemas de salud más complejos, brindando esperanza y herramientas para el futuro.
Como dice Fafa Olivier, representante de ACNUR en la República Centroafricana: “Cada paso que damos demuestra que las soluciones están al alcance de la mano”.
Un futuro por construir
El retorno voluntario es una de las soluciones duraderas que ACNUR promueve con firmeza. Pero para que sea efectivo, requiere el compromiso de los países de origen y el apoyo continuo de la comunidad internacional. En 2025, la meta es facilitar el regreso de 40.000 personas refugiadas; si bien, se trabajará para que, en 2028, 300.000 más puedan estar de vuelta en sus comunidades.
Cada retorno es una prueba del poder de la resiliencia humana. Regresar a casa es más que un viaje: es recuperar la dignidad, el sentido de pertenencia y la posibilidad de un futuro mejor.
“Volver a casa no es solo cruzar una frontera; es recuperar la esperanza”, dice Micheline. Cada historia de retorno nos recuerda algo muy valioso: que, con esfuerzo y apoyo, es posible convertir el dolor en nuevas oportunidades y dar forma a un futuro lleno de esperanza.