La hambruna comienza a hacer acto de presencia en las zonas más pobres de Argentina

41 millones de personas en países industrializados y en desarrollo padecen malnutrición
Por EROSKI Consumer 19 de noviembre de 2002

Las imágenes de las colas de racionamiento, de las caras angulosas y huesudas, y los ojos llenos de moscas eran y son el reflejo del hambre que asola países como India, Burundi o Etiopía. En las últimas semanas, ONG´s y organismos internacionales vienen haciendo llamamientos urgentes para el envío de ayuda humanitaria a Etiopía, que está al borde de sufrir una hambruna aún si cabe más grave que la de mediados de los 80.

Pero no sólo Etiopía necesita alimentos urgentemente, sino que en Argentina, un país que, paradójicamente, provee de alimentos al mundo, el hambre comienza a hacer acto de presencia en las zonas más pobres. «Lo que he visto aquí no lo había visto ni en África», reveló ayer el sacerdote español Ángel García, de Mensajeros de la Paz, impactado tras su primer día de visita a las zonas pobres de la provincia de Tucumán, en el noroeste de Argentina. Allí se registró en la última semana un foco de desnutrición aguda que provocó la muerte de seis niños y una verdadera conmoción en el país.

Inmersa en una profunda crisis económica, social y política, Argentina comenzó a correr el velo que cubría a la pobreza detrás de las frías estadísticas. En números, la desnutrición alcanza a uno de cada cuatro niños. Pero las imágenes muestran con mayor crudeza los efectos dramáticos de esa miseria: niños consumidos por el hambre, sólo piel y huesos. «En los primeros meses de este año murieron de hambre en mi provincia 49 niños», declaró ayer el ministro de Salud de la provincia de Misiones, Telmo Albrecht.

Las actas de defunción firmadas por los médicos son demoledoras: «Deshidratación grave, paro cardiorrespiratorio y síndrome de niño maltratado por omisión», decía el informe de uno de los fallecidos. En el otro, a estos datos se agregaba «sepsis fulminante, déficit vitamínico y nutricional y desnutrición grave».

41 millones de hambrientos

En el último informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los expertos de este organismo alertaban de que 11 millones de personas residentes en países industrializados y otros 30 en naciones en desarrollo padecen malnutrición. 41 millones de vidas parecen pocos frente a los 799 millones de personas que sufren hambre en los países subdesarrollados, pero esos 41 millones están muy cerca. «Hay personas que pasan hambre en África, en Asia, en América… y también aquí… Nos cruzamos con ellos a diario, no son únicamente los mendigos y los vagabundos. Son muchas más las personas que pasan hambre en todas las ciudades importantes de nuestro mundo civilizado», aseguran los organizadores de los Bancos de Alimentos, organizaciones altruistas encargadas de recoger y de entregar comida a los grupos que trabajan con los más necesitados.

En España son parados, jubilados y pensionistas «con sueldos de miseria», enfermos y disminuidos físicos y psíquicos, ex drogadictos en vías de rehabilitación, inmigrantes… «Forman un gran ejército de necesitados ante los que no podemos pasar», informan desde un Banco de Alimentos. «Ser pobre es muy duro, pero serlo en una sociedad que gasta y malgasta sin ningún remordimiento, puede llegar a ser cruel», apuntan. En 1993, la UE calculaba que en España había un 19% de «pobres». «Casi uno de cada cinco españoles pasaba hambre en esas fechas», dicen.

Aún peor están las cosas en los países nacidos tras la desmembración de la Unión Soviética, en Albania, los Balcanes… «¡No soporto ver a los americanos comiendo por la calle de cualquier manera! Eso es que no valoran ni agradecen la comida», se escandaliza la antigua pastora somalí convertida en modelo Waris Dirie.

En Argentina, y en otros países de Sudamérica, el puchero colectivo, un recipiente con agua hirviendo en el que cada vecino echaba lo que buenamente podía y que servía para alimentar a la comunidad es toda una institución. Pero como se ve estos días ni el puchero de pobre ha servido en Tucumán.

Nuevas oportunidades

«Aumentar la producción agrícola no es suficiente para combatir el hambre. Es necesario también crear nuevas oportunidades de empleo y abrir los mercados a los productos agrícolas», sostiene el director general de la FAO, Jacques Diouf.

Su organización calcula que cada día mueren en el mundo 25.000 personas por culpa del hambre y de la pobreza. La FAO no hace otra cosa que poner en claro los datos de salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS) con los fallecimientos atribuidos a enfermedades, falta de agua potable y condiciones higiénicas. El cálculo, asegura Diouf, es «relativamente conservador y asciende a poco más de 9 millones de muertes al año, de las que seis corresponden a niños menores de 5 años que mueren prematuramente como consecuencia directa o indirecta del hambre».

Cara oculta del desarrollo

En América latina, la FAO estima que hay 211 millones de pobres (el 44% de la población), de los cuales 89 millones viven en la pobreza extrema. De éstos, 55 millones están desnutridos. La mayoría habitan en Argentina o Brasil, dos países que se ubican entre los principales productores y exportadores mundiales de cereales, harinas, aceites, miel, leche, carnes, frutas y vegetales.

Si se observan los números, Argentina o Brasil están siempre lejos de los países del África subsahariana. Sin embargo, los focos de pobreza extrema, malnutrición, falta de acceso al agua potable y a la tierra transforman a América latina en una región de profundos contrastes. El rostro más desarrollado muestra unas ciudades que parecen europeas. Pero en el interior profundo, el más oculto, millones de latinoamericanos mueren de hambre.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube