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Estos avances extraordinarios han sido posibles gracias al compromiso mundial con una serie de intervenciones de eficacia probada como las vacunas, la mejora de la nutrición, la atención sanitaria esencial y el acceso al agua potable y el saneamiento básicos.
Sin embargo, el progreso se ha ralentizado, y hoy en día hay demasiados niños y niñas que siguen muriendo por causas que se pueden evitar. A esa ralentización se suma ahora una nueva preocupación: los organismos de Naciones Unidas subrayan la amenaza de un retroceso importante a medida que se aplican recortes de ayuda sin precedentes en todo el mundo.
Los datos más recientes de mortalidad infantil y materna
A pesar de los avances realizados, el camino para terminar con las muertes infantiles prevenibles es todavía largo. Según los últimos informes, en 2023, el número de niños y niñas que murieron antes de cumplir cinco años fue de 4,8 millones, mientras que la cifra de muertes fetales disminuyó ligeramente, manteniéndose en torno a los 1,9 millones.
Ese mismo año, 260.000 mujeres murieron como consecuencia de complicaciones derivadas del embarazo o el parto, lo que equivale a una muerte materna cada dos minutos.
Las principales causas de muertes infantiles pueden evitarse
La mortalidad infantil y la salud de las madres están directamente relacionadas. Casi la mitad de las muertes de menores de cinco años ocurren durante el primer mes de vida, principalmente debido a los nacimientos prematuros y las complicaciones durante el parto. De hecho, el 45 % de las muertes fetales tardías se producen durante el parto, a menudo debido a infecciones en la madre, a partos prolongados u obstruidos y a la falta de intervenciones médicas oportunas.
Y después del período neonatal, las enfermedades infecciosas, como el paludismo, la diarrea y las infecciones respiratorias agudas como la neumonía son las principales causas de las muertes infantiles que se pueden evitar.

Se demuestra así que el acceso a una atención sanitaria de calidad para las madres, los recién nacidos y los niños y niñas en todos los niveles del sistema de salud podría salvar muchas más vidas.
La atención preventiva puede favorecer considerablemente el bienestar en las comunidades. Esto incluye visitas oportunas a los centros de salud y a los profesionales sanitarios en el momento del parto, una atención prenatal y posnatal de calidad y cuidados preventivos para niños y niñas sanos con vacunas y programas integrales de nutrición. Más allá de los cuidados preventivos, el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades infantiles comunes y la atención especializada para los recién nacidos que presenten dificultades resulta esencial.
Las disparidades en la mortalidad infantil entre países y dentro de ellos: uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo
Los informes también revelan que el lugar donde nace un niño o una niña influye en gran medida en sus posibilidades de supervivencia. Por ejemplo, un niño nacido en África Subsahariana tiene una probabilidad 18 veces mayor de morir antes de cumplir los cinco años que uno nacido en Australia y Nueva Zelanda.
Dentro de los países, los niños y niñas más pobres, los que viven en zonas rurales y los hijos de madres con menor nivel educativo corren mayores riesgos.
Recortes en la financiación humanitaria
Estos datos sobre mortalidad infantil y salud materna se presentan en un momento en el que los recortes de la financiación humanitaria están teniendo graves repercusiones en la atención sanitaria esencial en muchas partes del mundo, obligando a los países a reducir servicios vitales para la salud materna, neonatal e infantil.
Así, los avances conseguidos en materia de supervivencia infantil a lo largo de varias décadas están ahora en peligro, y la falta de financiación está afectando gravemente a las regiones donde hay crisis humanitarias, a los países endeudados y a las zonas con tasas de mortalidad infantil ya elevadas.
La reducción de la ayuda ha provocado ya el cierre de centros y la pérdida de personal sanitario, al tiempo que ha interrumpido las cadenas de suministro de medicamentos y artículos vitales, como los tratamientos para las hemorragias, la preeclampsia y la malaria, que son las principales causas de mortalidad materna. Los recortes en la financiación mundial también podrían socavar los esfuerzos de monitoreo y seguimiento, lo que dificultaría el acceso a los niños y niñas más vulnerables.
Reducir la mortalidad infantil evitable a un mínimo histórico es un logro extraordinario, pero sin las decisiones políticas adecuadas y la suficiente inversión, corremos el riesgo de revertir este conjunto de avances que tanto esfuerzo ha costado conseguir.