Voluntariado en residencias

Escuchar y acompañar a los mayores son dos funciones básicas, pero además los voluntarios participan en las actividades de los centros
Por Azucena García 30 de julio de 2010
Img residencia ancianos

El voluntariado con personas mayores es diverso. Es posible atenuar su soledad en casa, ayudarles en gestiones administrativas, ser guía de viajes organizados o acompañarles durante su estancia en una residencia. En especial, el ingreso es uno de los momentos más duros, pero también puede serlo la estancia si no se tiene familia o contacto con ella. La tarea de los voluntarios consiste en escuchar y acompañar, pero también contribuyen a dinamizar la vida en la residencia, con su participación en actividades lúdicas o de terapia ocupacional.

A pesar de que las residencias de personas mayores cuentan con los servicios de atención necesarios para garantizar una estancia adecuada, hay determinados vacíos que no se cubren. Son espacios que tratan de llenar los voluntarios con tiempo, paciencia, horas de conversación y afecto hacia quienes, sin ser sus familiares, tratan como tales. El programa de voluntariado en residencias de personas mayores de Desarrollo y Asistencia (DA) atrajo en 2009 a un total de 308 voluntarios, que atendieron a 2.965 personas mayores en 17 residencias de Madrid, con 16.122 actuaciones.

Su papel se considera fundamental, «ya que en muchos casos los medios no son suficientes para prestar una atención individualizada a cada una de estas personas», señala la entidad. Otro grupo de voluntarios acompaña en el propio domicilio, en Madrid, para paliar la soledad y el aislamiento de las personas mayores. Prestan compañía, apoyo y ayuda en las pequeñas tareas del hogar.

Los centros pueden tener las mejores condiciones posibles, pero el ingreso en ellos, a menudo, «tiene un componente traumático para el mayor». Éste puede agravarse cuando se carece de familia o, pese a tenerla, se desentiende de sus responsabilidades. Los problemas derivados de esta situación son el aislamiento del residente y una convivencia difícil con el resto de compañeros.

Tareas de los voluntarios

Los voluntarios tienen unas tareas concretas en las residencias. Ante todo, su finalidad es mejorar la calidad de vida de las personas a quienes acompañan. Les escuchan, les motivan o les ayudan en la manipulación de objetos, pero también colaboran en talleres y actividades lúdicas indicadas por el personal de la residencia o contribuyen en la recuperación de memoria. En definitiva, «les sacan de la rutina y dinamizan la vida en la residencia», puntualiza DA.

A medida que se conocen, el voluntario detecta las necesidades y predilecciones del usuario e intenta colmarlas

A medida que se conocen, el voluntario detecta las necesidades y predilecciones del usuario e intenta colmarlas, por lo que su participación en las actividades de los centros es fundamental. No sólo realizan un trabajo individualizado, sino que colaboran con el servicio de terapia ocupacional, toman parte en talleres y ayudan a la socialización entre los usuarios para que la estancia sea más agradable. Son los propios voluntarios quienes desarrollan diferentes actividades, como la celebración de cumpleaños o charlas sobre experiencias o viajes de los residentes.

En Murcia, Solidarios para el desarrollo cuenta con voluntarios en la residencia Hogar de Nazaret, que realizan visitas de lunes a domingo, de 10.00 a 12.00 y de 17.00 a 19.00 horas, además de personal en el centro de día de Alcantarilla, que informa a la organización de las personas en riesgo de aislamiento para que ayude a paliar esta situación. En Granada, otro grupo de voluntarios realiza una vez a la semana visitas a la residencia de pensionistas de Armilla, donde charlan con ellos, desarrollan actividades de ocio, pasean y participan en los talleres de memoria, manualidades, gimnasia o informática que programa el personal del centro.

En verano, durante las vacaciones de los voluntarios, cada residencia se organiza con quienes permanecen para cubrir la mayor cantidad posible de servicios. No obstante, el número de usuarios también es más limitado, ya que algunos disfrutan del estío con sus familiares. «Además, los voluntarios, en la medida que pueden, mantienen el contacto y realizan llamadas de teléfono o envían postales a los usuarios desde sus lugares de veraneo», detalla DA.

Formación

En general, antes de ejercer como voluntarios, estos superan un periodo de formación. En el caso de Desarrollo y Asistencia, realizan un curso de iniciación donde aprenden los principios de la ONG y del voluntariado, además de aprovechar para resolver dudas sobre las tareas que desempeñarán. Concluido éste, los voluntarios del programa de residencias reciben un entrenamiento básico en su primera jornada, «a menudo impartido por el coordinador del centro», y durante los primeros días acompañan a los voluntarios veteranos hasta que se familiaricen con su nueva labor.

Personas sin techo

Algunas personas tienen familia, pero su contacto con ella es muy débil, mientras que en otros casos puede ser nulo. Las personas sin techo representan, en su mayoría, este último supuesto y a ellas presta atención en Barcelona Fundación Arrels. El Programa de Residencias de esta entidad cuenta con un equipo formado por dos educadores sociales y seis voluntarios, que visitan de forma periódica a un total de 18 personas.

Se garantiza que las personas estén bien cuidadas y con las necesidades básicas cubiertas

Éstas han mantenido antes con Arrels un vínculo relacional que los voluntarios prolongan una vez que ingresan en un centro al cumplir 65 años. Con ellos pasean, toman un café, conversan o les llaman por teléfono, pero además facilitan su integración en el centro residencial. “Exponemos los casos al centro y garantizamos que las personas estén bien cuidadas y con las necesidades básicas cubiertas”, señala una portavoz de la entidad.

En función de los casos y las circunstancias, cada voluntario visita al menos una vez por semana a las personas ingresadas. En verano se establecen turnos para mantener el contacto y reorganizarse con los voluntarios que no estén de vacaciones, si bien “las personas ya están acostumbradas a la visita de un voluntario concreto y es difícil suplir este afecto”.

Los voluntarios son personas a quienes les gusta conversar y escuchar. Son pacientes, diligentes y saben que, además de prestar un servicio, es imprescindible que la otra persona se sienta acompañada. “Es un voluntariado que actúa a la sombra, poco reconocido en los medios de comunicación, pero de alto valor humano”, aseguran desde Arrels. Su experiencia previa en otros programas de la entidad les permite tener una idea muy clara de su cometido y de las personas a quienes acompañan. “No pretendemos que la persona se sienta acompañada en todo momento de manera presencial, sino que sienta que hay alguien que está pendiente de su situación y de su ánimo”, destaca Miquel Julià, responsable del programa.

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