Piratería discográfica

A pesar de las quejas de la industria discográfica, sus ganancias siguen aumentando
Por Miren Rodríguez 2 de enero de 2003

La unión de un negocio antiguo, la venta ambulante, y uno nuevo, Internet, ha hecho saltar las alarmas de la industria discográfica. Los cientos de archivos musicales no autorizados que ofrece la red y el llamado “fenómeno top manta” o venta callejera de CDs moverán este año cerca de doscientos millones de euros en España. Como solución a la piratería, algunos consumidores y expertos reclaman una mayor actuación policial, la reducción del precio de los CDs, una rebaja del IVA (ahora se paga como un impuesto de lujo, el 16%) y el impulso de ideas imaginativas por parte de los propios sellos discográficos, como el regalo de entradas para conciertos con la compra del CD o el dos por uno.

Las discográficas continúan ganando dinero

Los datos no dejan lugar a la confusión. La evolución de las ventas de discos en España en el periodo 1991-2001 ha sido estudiada por IFPI, The Recording Industry World Sales, The Recording Industry in Numbers. Los datos de este estudio reflejan que en España, el pasado año, se vendieron 80,5 millones de unidades por valor de 685 millones de euros. Además, todo apunta a que la tendencia no sólo se mantendrá, sino que se producirá un aumento de las ventas. Según este informe, si se analiza la industria discográfica mundial, se puede percibir un ligero cambio de modelo de negocio respecto a 1992, año de máximo apogeo. El año pasado se vendieron en el mundo 3.386 millones de unidades por un valor de 33.655 millones de dólares. Una cifra nada desdeñable teniendo en cuenta su facturación.

Pese a estas cifras, la Sociedad General de Autores calcula que al menos el 30% de los discos que se compran en España son piratas, por lo que se muestran preocupados por las pérdidas, que alcanzaron un valor de 108 millones de euros (18.000 millones de pesetas) a lo largo de 2001. Las perspectivas son aún peores para este ejercicio, que, de seguir así, podría concluir con unas pérdidas de 200 millones de euros. En mayo de 2002 se celebró en Madrid un seminario para la defensa de la propiedad intelectual. En este encuentro el presidente de EMI Music, Alan Levy, indicó que la piratería europea está en continuo crecimiento. “La piratería discográfica mueve en Europa 12.000 millones de euros, el 30% de las ventas mundiales”, informó. En este foro se recordó que España ocupa el octavo puesto mundial en piratería.

Por encima de Internet, la gran preocupación actual de la industria discográfica española es la piratería callejera. Los compradores de discos falsos lo hacen, en su mayoría, a través de inmigrantes sin papeles y sin ningún tipo de licencia. Toda la mercancía se exhibe en una manta o en mesas plegables a modo de escaparate. De ahí que el fenómeno se conozca con el nombre de “top manta”. Se han multiplicado las mafias que utilizan a los inmigrantes como mano de obra barata. Además, a través de ellos aplican el mejor marketing, el de la compasión. Los compradores prefieren dar su dinero a personas necesitadas antes que a un sello discográfico ya consolidado. Sin embargo, las autoridades policiales y las organizaciones no gubernamentales, muy preocupadas por la situación, aseguran que en realidad “se les hace un flaco favor”. Afirman que la clandestinidad que rodea al mundo de los” manteros” provoca la aparición de estas mafias que no sólo vulneran la ley que protege la propiedad intelectual, sino también los derechos fundamentales del individuo a través de la explotación laboral y el tráfico de inmigrantes.

Idéntico producto

No es la primera vez que la industria musical se enfrenta a problemas de piratería. En los años 80 se multiplicó la venta de casettes ilegales. En esa ocasión, el fenómeno no preocupó en exceso a la industria discográfica porque la aceptación entre los compradores fue menor. El pirateo de cintas desapareció debido a la inferior calidad del sonido que ofrecían las copias.

Para desgracia de la industria actual, la diferencia de sonido entre un CD pirata y uno original es inexistente. Se obtiene un producto idéntico a un precio muy inferior. Esta es la razón por la que resulta difícil convencer al consumidor para que no compre música pirata. Lo mismo sucede con la música que se descarga de Internet, en este caso el sonido es muy similar al original. Precisamente por esta razón las discográficas deben ofrecer ahora más que nunca algún atractivo para que se compre música original. Algo que satisfaga al comprador de CDs y le haga sentir que merece la pena pagar 15 euros de media de cuesta un CD en el mercado (algo como un exclusivo diseño de la carátula del disco, por ejemplo). La opinión generalizada de muchos compradores de CDs es que las casas discográficas deben ofrecer este tipo de extras a sus clientes, estudiar nuevos diseños y mejorar desde las propias cajas de CDs hasta la fotografía o el dibujo de la portada. De esta manera el consumidor percibirá que es justo el precio del disco original porque además de la música encuentra un elemento de decoración, de colección… En definitiva, el cliente aprecia el esfuerzo por parte de la industria discográfica por combatir la piratería de la mejor manera, ofreciendo algo diferente y exclusivo fuera del alcance de la música pirata.

“Tostadoras”

La fabricación de este material se realiza en locales conocidos como “tostadoras”. Según la Unidad de Delitos Telemáticos de la Guardia Civil, este tipo de locales está dirigido por inmigrantes orientales pertenecientes a una organización muy jerarquizada. La propia organización se encarga de facilitarles un piso y el material necesario para hacer las copias. Los instrumentos clave son la torre de grabación y los CDs vírgenes. Las torres funcionan durante todo el día, sin descanso. Quienes las manejan son, en general, inmigrantes que trabajan a turnos a cambio de un sueldo o para pagar la deuda contraída por las mafias que les llevaron hasta España.

Una vez pirateados los CDs, otro equipo, en otro piso, incluye la carátula del disco, que ha sido fotocopiada. Por último, cuando el material ya está preparado, la distribución se lleva a cabo en un tercer piso. Allí es donde tiene lugar el reparto entre los “manteros”. El coste de esta cadena de producción es de medio euro cada unidad, mientras que los compradores lo pueden adquirir a pie de suelo por tres euros. La Guardia Civil calcula que las aprehensiones de este material ilegal no llega al 10% del total que circula por el mercado.

Internet, amenaza y solución a la crisis

Aunque se ganara la lucha contra la piratería callejera, muchos expertos coinciden en señalar que el enemigo número uno de la industria musical sigue siendo Internet. El problema es que la calidad de las copias digitales es excelente. Esto ha motivado a que millones de personas se compraran un CD, lo “ripearan” (pasar un CD de audio a formato MP3) y distribuyeran las canciones a miles de compañeros a través de programas como el ya desaparecido Napster.

Por supuesto, nadie pagaba ni paga ningún derecho ni a artistas ni a compañías. Las discográficas, cada vez más conscientes de que Internet es incontrolable y que sólo por la vía judicial no se pone fin al problema, han lanzado sus propias webs, entre ellas, MusicNet, formada por AOL Time Warner, Bertelsmann y Emi. Sin embargo, los usuarios siguen prefiriendo los sitios piratas. En ellos no sólo no pagan, sino que la variedad musical se extiende más allá de las firmas propias de la compañía. Desde Terra España creen que en lugar de lamentarse de Internet lo que hay que hacer es aprovecharse de sus posibilidades. “Las discográficas tienen oportunidades en la Red, como la venta de discos descatalogados o canciones sueltas. Su negocio es distribuir música y no discos”, aclaran.

Dentro este complicado contexto, las cinco mayores compañías discográficas del mundo, EMI, BMG, Warner Music, Sony y Universal han sido investigadas por la Comisión Europea bajo sospecha de haber llegado a acuerdos ilegales para fijar los precios de los discos compactos y mantenerlos más altos de lo normal. Ahora, esa misma industria lucha contra la piratería surgida por la utilización de los propios aparatos comercializados por ellos en más de una ocasión, reproductores y CD`s vírgenes.

El reparto del pastel

Para muchos consumidores de música la solución se centra en la rebaja del precio final del CD y en la obligación por parte de las compañías de ofrecer mayor variedad y servicios. Los diferentes sellos se defienden explicando que el coste de un disco es muy elevado y que son muchas personas las que forman parte de esta industria.

Tal y como reflejan los datos facilitados por la SGAE, el reparto de un disco original, al alcance del público en cualquier tienda por 15 euros, precio medio habitual de un CD, sería el siguiente:

  • La parte que corresponde a los autores es un 9,4% (equivale a 1,42 euros)
  • El distribuidor ingresa un 13% del disco (2 euros)
  • Los ingresos de hacienda a través del IVA alcanzan el 16% (2,4 euros)
  • El beneficio de la tienda es del 26% (un total de 4 euros)
  • Los ingresos de la compañía discográfica alcanzan el 34,6% (supone 5,19 euros por disco)

La mayor parte se destina a la compañía discográfica. Por esta razón, los usuarios se dirigen a sus directivos para reclamar que abaraten el precio del producto final como medio para vencer la piratería, porque, a pesar de todo lo que se ha dicho y escrito sobre la crisis del sector discográfico, éste sigue obteniendo beneficios.

Algunas soluciones

La gran reivindicación del sector como medida para luchar contra la piratería pasa por medidas policiales y por una legislación que reduzca el precio de los discos, sobre todo a través del IVA. Se pide que este impuesto pase del 16% actual, el máximo aplicado como un impuesto de lujo, al 6%.

Por su parte, la Sociedad General de Autores en España creó el pasado septiembre de 2001 la Mesa Antipiratería. Esta plataforma nace con un objetivo claro: “Sensibilizar y concienciar a la opinión pública y a las administraciones del Estado de que la práctica de la piratería organizada de productos culturales (entre ellos, los discos, vídeos, etc) genera graves pérdidas económicas a la comunidad creativa, afecta a numerosos sectores y pone en peligro la aparición futura de nuevos talentos”.

Otra medida es que esta industria saque provecho de Internet y ofrezca un producto nuevo. Este puede ser el caso de los discos a la carta con diferentes precios, en función de la calidad de su edición, siempre que no se vulnere ninguna ley.

Artistas como Alaska, líder del grupo musical Fangoria, se han posicionado contra de la SGAE y, por tanto, de la línea de crítica habitual sobre piratería, al realizar las siguientes declaraciones. “No entiendo ni soporto el discurso policial de la SGAE y de muchos artistas”. Se atrevió a decir en voz alta lo que muchos pensaban desde hacía tiempo. “No es de recibo cobrar 21 euros por un CD si cuesta tres”, argumentó.

El premio a su sinceridad fue una furibunda reacción por parte de la asociación de tiendas especializadas de discos. La Asociación Nacional de Empresas Distribuidoras de Discos (ANEDI) retiró durante casi 48 horas todos sus discos. Las reacciones por parte de artistas como Miguel Ríos, Pedro Almodóvar y el grupo La Unión no se hicieron esperar. Defendieron la denuncia que la cantante había apuntado argumentando que lo que en realidad arruinará la industria discográfica es su “falta de innovación”.

Un claro ejemplo de solución imaginativa lo constituye la iniciativa del grupo musical de pop, La Unión. Al mismo tiempo que promocionaba su último disco, proponía el mejor antídoto para frenar la piratería musical: la estrategia comercial del dos por uno. “Uno puede ser para tu novia, otro para el coche”, explica Rafa Sánchez, cantante del grupo. “Por un lado colocamos más música y por otro evitamos que la gente obtenga copias malas y compre algo en la calle que a lo mejor no funciona”, añade. Otros autores como Enrique Bunbury o Tam Tam Go han optado por soluciones más creativas. Su éxito reside en ofrecer con el disco algo más, un extra que no puede encontrarse la persona que se baja canciones de Internet o que compra discos piratas, como entradas para conciertos o temas inéditos. En el caso concreto de Tam Tam Go el CD incluye un enlace a partir del cual el consumidor puede escuchar esos temas inéditos o cualquier otro.

Una de las últimas argucias para luchar contra la piratería musical y frenar la distribución de la música en Internet, por parte de las discográficas, ha sido la incorporación a sus discos compactos de un sistema anticopia. De esta manera, se impide que el CD se pueda escuchar en el ordenador provocando importantes daños si se hace. Sony se defiende aclarando que en la carátula de estos discos, como en el de Celine Dion, se puede leer “este CD no funciona en un PC o Mac”. “Si se introduce este CD -Rom en un ordenador, puede provocar graves daños en el mismo”, recuerda. Pero no hay olvidar que estas artimañas sólo dificultan la piratería doméstica, no la profesional. Y que hay personas a las que les gusta escuchar música en el ordenador.

Legislación vigente

Hoy por hoy la única ley encargada de regular y dictaminar el marco legal para la explotación de obras y sus derechos inherentes es la Ley de Propiedad Intelectual (LPI). En ella, se contemplan también las excepciones para las que la realización de las copias está permitida en ámbitos privados, previo pago de un canon. Según la LPI actual, cualquier equipo o soporte capaz de albergar y reproducir un contenido digital debe estar adscrito al pago del canon que le corresponda. Incluso los propios CDs vírgenes están obligados, injustamente según muchos consumidores, a pagar un impuesto a la SGAE, aunque se utilicen para grabar datos y archivos privados.

En España, la piratería o acto por el que se lleva a cabo una explotación de derechos de propiedad intelectual de manera ilícita está castigada por vía penal. El capítulo X del Código Penal, en sus artículos 270, 271 y 272, regula las multas y el tiempo en prisión. “Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o de multa de seis a veinticuatro meses quien, con ánimo de lucro y en perjuicio de tercero, reproduzca, plagie, distribuya o comunique públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la autorización de los titulares de los correspondientes derechos de propiedad intelectual o de sus cesionarios”, recoge el artículo 270.

La SGAE y la mayor parte de las productoras musicales se quejan de la falta de regulación y demandan una actualización de las leyes. Por su parte, el Gobierno, encabezado por el ministro de Justicia, Michavila, se ha comprometido a promover una serie de reformas legislativas con el objeto de facilitar la lucha contra la piratería. El primer reto es lograr la unificación de la definición del delito de fraude en toda la UE y su inclusión dentro de la Euroorden, que debe entrar en vigor antes de 2004. Por ahora la única modificación que se ha llevado a cabo ha sido la del artículo 282 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal. Gracias a este cambio, ya no es necesario realizar una denuncia previa para que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado puedan actuar contra un puesto de venta ilegal en la calle. Permite la incautación inmediata del material. La modificación del código penal, en opinión del ministro de Justicia, hará que se persiga “el fraude en los mecanismos de acceso a la radiodifusión codificada y supondrá la adaptación de los tipos delictivos a la realidad de las redes de falsificación”.

La Legislación Comunitaria es también abundante. La regulación europea más reciente en esta materia tuvo lugar el 27 de septiembre del pasado 2001, cuando se creó la Directiva 20001/ 84/CE del Parlamento Europeo y del Consejo. A través de ella se regula el derecho de participación en beneficio del autor en la obra de arte original.

Sigue a Consumer en Instagram, X, Threads, Facebook, Linkedin o Youtube