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1. Pagar una cuota asumible
La primera norma que debe seguir toda persona que se plantee comprar una vivienda es contratar una hipoteca que pueda permitirse. ¿Y cómo se valora eso? Con un sencillo cálculo: la cuota del préstamo hipotecario, sumada a las mensualidades que se paguen por otras deudas, no puede superar el 30 % del sueldo mensual de quienes serán sus titulares.
Pongamos el ejemplo de una pareja con unos ingresos conjuntos de 3.700 euros que paga 250 euros mensuales por un préstamo que firmaron hace unos años para comprar un coche. Si ahora estas dos personas se plantean adquirir una vivienda para ambos, la cuota de su hipoteca debería ser de 860 euros como máximo para no superar ese límite del 30 %, que en su caso sería de 1.100 euros al mes.
Por lo tanto, esta pareja deberá acudir a varios bancos y calcular la cuota de su futura hipoteca para asegurarse de no incumplir esta regla. En caso de que el interés sea variable, además, tendrá que simular varios escenarios, puesto que el tipo podría subir o bajar en función de lo que haga el euríbor. Es decir, habrá que hacer números con diversos valores de este índice: al 1 %, al 3 %, al 5 % (su máximo histórico)…

2. Tener en cuenta los gastos asociados
La segunda regla consiste en asegurarse de poder hacer frente a los gastos relacionados con el préstamo hipotecario y con el mantenimiento de una propiedad.
En cuanto a los primeros, hay que prestar especial atención al precio de los productos asociados a la hipoteca: seguros, cuentas, tarjetas… Según las condiciones pactadas con el banco, estos servicios pueden costar varios cientos de euros cada año.
Los segundos son los gastos que hay que pagar con cierta periodicidad solo por ser propietario de una vivienda: la prima del seguro de hogar, los gastos de comunidad, el impuesto sobre bienes inmuebles (IBI), la tasa de basuras… Es aconsejable pedir al vendedor las facturas de todos ellos para conocer su coste y valorar si podrán abonarse sin problemas.
3. Mantener un fondo de emergencia
Por mucho que se sigan las dos normas anteriores y que el comprador crea que tiene suficiente solvencia, siempre pueden surgir imprevistos que dificulten llegar a fin de mes: la pérdida del empleo, una avería del coche, daños en la vivienda no cubiertos por el seguro…
La tercera regla, por lo tanto, consiste en disponer de un fondo de emergencia para poder hacer frente a posibles contratiempos. Ese colchón de ahorros para emergencias debe contar con dinero suficiente para cubrir, al menos, entre tres y seis meses de gastos básicos: la cuota de la hipoteca, la comida, los suministros, el transporte…
Por ejemplo, si todos estos gastos ascienden a unos 1.800 euros mensuales, hay que mantener ahorrados entre 5.400 y 10.800 euros para poder hacer frente a una potencial época de vacas flacas.


