Platos que estimulan el apetito

El gusto y el placer son dos cuestiones determinantes en la elaboración de un menú equilibrado, nutritivo y terapéutico para cualquier persona que sufra inapetencia
Por Maite Zudaire 13 de agosto de 2010
Img comida hospital
Imagen: Robert Simmons

Recuperar las ganas de comer no es una tarea fácil. Lo saben muy bien quienes sienten molestias en distintas partes del aparato digestivo, ya sea en forma de llagas en la boca, reflujo, acidez de estómago, diarrea, estreñimiento o gases, después de cada bocado o porque el menú que tiene delante no le resulta apetecible ni estimulante. Es en este momento cuando entran en juego los saberes y la imaginación para conseguir que la persona coma. La presentación de los platos y la vajilla escogida son dos de los aspectos claves que hacen llamativo el menú. Estos sencillos consejos son igual de útiles para quienes están a dieta y se sienten desganados tras limitarse durante una temporada a comer “platos de régimen” monótonos y aburridos que se repiten semana tras semana. Porque los alimentos, además de nutrir, también proporcionan gusto y placer al comerlos. Y son estas dos sensaciones las que han de valorarse en el momento de confeccionar un menú equilibrado, nutritivo y terapéutico.

La desnutrición es uno de los males que causa complicaciones médicas y que influye sobre el resultado de los tratamientos. Afecta tanto en el ámbito hospitalario como a ciudadanos más vulnerables, como las personas ancianas.Comer ayuda y mucho en la recuperación de cualquier enfermedad o lesión; se refuerza el sistema inmune para afrontar con mayor éxito y rapidez las infecciones, se acelera la recuperación de las heridas y la cicatrización de las mismas y se normalizan parámetros vitales alterados (tensión, glucosa, albúmina), etc.

Inapetencia por enfermedad

Aspectos externos relativos a la presentación de los platos, la decoración (con hierbas aromáticas, hilitos de salsa, frutos secos…), la combinación de los colores o el tipo de vajilla escogida para la ocasión, se han de considerar en cada uno de los platos que conforman cada comida del día. No hay que olvidar que en muchas ocasiones comemos por la vista.

A estos atributos se suman otros como el hecho de escoger los alimentos que más gustan, que la preparación desprenda un aroma agradable, que resulte gustosa o que se sirva a la temperatura correcta, ni demasiado caliente (puede exacerbar el dolor de las llagas) ni demasiado fría como para que provoque rechazo. Así, una simple crema de verduras resulta más apetecible si se sirve en un recipiente distinto al habitual como puede ser un vaso o una copa o se cubre de frutos secos.

Hay alimentos como la pechuga de pollo, el lomo o el filete de ternera a la plancha que pueden resultar secos y requieren esfuerzo para masticarlos, por lo que no son nada aceptados cuando se está desganado. En lugar de prescindir de ellos y servir siempre la carne picada en forma de albóndigas o hamburguesas, se sugiere cambiar la manera de elaboración y de presentación. La pechuga resulta más jugosa si se sirve acompañada de variadas salsas como la de champiñones o la que lleva calabacín. El lomo resulta más suculento si se cocina con piña, a la naranja o a la cazuela con aroma de canela y limón.

La composición de la comida es determinante para que ésta actúe como tratamiento de la enfermedad. Por ello, cada plato ha de aportar el máximo de energía posible, siempre que mantenga el aspecto, la textura y el gusto agradable y esperado. Es una mayor garantía de que, aunque el paciente coma sólo una parte del menú -sea el primer plato, el segundo o el postre-, esta ración le reporte una buena dosis de nutrientes. La persona que atiende al individuo enfermo ha de conocer más trucos para procurarle alimentos energéticos.Para ello se pueden enriquecer las recetas con frutas desecadas, frutos secos, mantequilla, queso, aguacate, aceitunas, crema de cacahuete o tahini.

MENÚ DE RÉGIMEN, PERO APETITOSO

El cuidado del servicio de comidas tiene su relevancia tanto para estimular el consumo entre personas inapetentes y convalecientes, como para que alguien que está a dieta disfrute de una sencilla pero atractiva receta de régimen.

La apariencia de un simple plato de judías verdes cambia si se sirven de un modo original (con las patatas en rodajas), si se mezcla con otras hortalizas distintas a las típicas patatas cocidas, como puede ser la calabaza, una sopa de tomate, unos champiñones; se acompañan de una original y sabrosa salsa de sésamo o simplemente se saltean con perejil y limón. Cambia la vista, pero el valor nutritivo es similar si las judías verdes se sirven en forma de sopa líquida o de una deliciosa crema. De igual modo, es un estímulo agradable para los sentidos al acompañar la sencilla receta de pechuga de pollo a la plancha con cebolla rehogada o con hierbas aromáticas.

El colorido y la estética de las ensaladas es primordial para que apetezca comer con frecuencia estas recetas hipocalóricas. Algo similar cabe esperar de todas aquellas recetas, cuidadas en grasas, azúcares y calorías -más de 1000 propuestas en el recetario de EROSKI CONSUMER-, que conforman el menú de quien sigue las indicaciones de un dietista-nutricionista para tratar su obesidad, su diabetes o su hipercolesterolemia.

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