Productos químicos que causan obesidad en los bebés

La exposición de las futuras mamás a algunos restos de sustancias químicas que permanecen en el ambiente aumentan las probabilidades de que sus bebés padezcan sobrepeso en los primeros meses de vida
Por Clara Bassi 20 de octubre de 2011
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Imagen: Osamu Uchida

¿Por qué unos bebés engordan más que otros durante los primeros meses tras su nacimiento? Más allá de los factores alimenticios, estudios recientes han comprobado que hay elementos químicos que influyen en el crecimiento y el incremento de peso de los niños. En concreto, la presencia en las madres gestantes de un subproducto del DDT (un pesticida muy utilizado hasta hace una década y media) multiplica por cinco el riesgo de sobrepeso del bebé.

Una investigación del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL, con sede en Barcelona) llegó a la conclusión de que las madres con peso normal y niveles altos de DDE afrontan el doble de riesgo de tener hijos con un desarrollo rápido durante los primeros seis meses, y cinco veces más riesgo de que sus bebés padezcan sobrepeso a los 14 meses de vida, sin importar el peso que tengan las criaturas al nacer. Lamentablemente, todavía se desconoce cómo contrarrestar estas consecuencias.

¿Qué es y dónde está el DDE?

El producto químico en cuestión, el DDE (cuyo nombre completo es diclorodifenildicloroetileno), es un derivado del DDT, pesticida que se usó masivamente en la agricultura hasta su prohibición (en España se decretó en 1997). Sin embargo, el efecto nocivo de este elemento pervive durante 20 años, por lo cual todavía quedan partículas de estos venenos en el ambiente y en muchos alimentos.

Entre estos alimentos se destacan los que contienen grasa, como la carne, el pescado y los lácteos, y sobre todo los productos que han estado en contacto con la tierra, como las frutas y las verduras, debido a que el DDT ha sido muy utilizado en la agricultura. Tanto es así, que evitar por completo el contacto con restos tóxicos todavía hoy es prácticamente imposible.

El estudio del CREAL -publicado en 2010 en la revista Environmental Health Perspectives- no es el único, aunque sí el primero en resaltar la influencia de este elemento en niños de tan corta edad. Los investigadores analizaron datos recogidos entre 2004 y 2006 en una muestra de 518 mujeres residentes en Sabadell (Barcelona), que forman parte del proyecto INMA (Infancia y Medio Ambiente) y que han participado en la investigación desde el primer mes de embarazo.

Anteriormente, un trabajo realizado en Bélgica sobre 138 madres y sus hijos, y otro efectuado por la Universidad de Carolina del Sur (Estados Unidos) con 259 madres y 213 hijas llegaron a resultados similares. El primero encontró una asociación entre la exposición intrauterina al DDE y el desarrollo de obesidad en niños hasta los tres años de edad, mientras que el segundo detectó que las madres con niveles altos de ese elemento tóxico durante el embarazo tenían un riesgo mayor de que sus hijas sufrieran sobrepeso u obesidad en la etapa adulta.

En busca de métodos preventivos

«Las madres con niveles más elevados de DDE tienen un mayor riesgo de que sus bebés experimenten un crecimiento rápido, aunque con niveles muy bajos también sucede», destacó Michele Méndez, epidemióloga, especialista en nutrición, dieta y actividad física e investigadora del CREAL. «Hay que tener en cuenta -agregó- que en un adulto los niveles bajos de exposición no tienen ningún impacto, pero el feto es más sensible y más susceptible a los efectos tóxicos».

Un dato positivo que arrojó el estudio de la CREAL fue que el nivel de exposición al DDE (se mide este derivado porque el DDT no es detectable) de las mujeres analizadas era similar al de las embarazadas en Estados Unidos, pese a que en este país el pesticida se prohibió un lustro antes que en España.

El DDE es un «disruptor endocrino», es decir, una sustancia química ajena al cuerpo humano capaz de alterar el equilibrio hormonal. El equipo de la CREAL analizó otros productos que responden a esa misma definición, como los compuestos organoclorados, entre ellos los pesticidas y los residuos industriales persistentes (por ejemplo, los bifenoles policlorados, más conocidos como PCB). Pero no halló ninguna relación entre estos y la obesidad en bebés.

Michele Méndez, líder del equipo, hizo otras apreciaciones a tener en cuenta. «De momento hemos hallado una asociación, pero esto no quiere decir que estos niños estén condenados a ser obesos. Debemos averiguar quiénes tienen factores de riesgo y cómo prevenir la obesidad. El siguiente paso es descubrir cómo se puede contrarrestar». Con el fin de seguir estudiando el problema y hallar maneras de prevenir el sobrepeso, el equipo de profesionales de la CREAL continúa observando el desarrollo de los niños que formaron parte de esa investigación.

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