Cómo ayuda la lactancia materna a incorporar los primeros alimentos

Los bebés que toman más leche materna tienen más bífidus, unas bacterias que mejoran la digestión y los protegen de enfermedades
Por Cristian Vázquez 8 de junio de 2015
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Imagen: Elena_P

La flora intestinal de los bebés alimentados solo con leche materna está mejor preparada para recibir alimentos sólidos que la de los niños que también toman leches de fórmula. Así lo afirma un estudio reciente, cuyas conclusiones son un incentivo más para propiciar la lactancia natural. En este artículo se ofrecen detalles sobre la presencia de las bacterias en la leche materna y se explica por qué esta leche prepara mejor el microbioma del bebé, mientras que la de fórmula podría favorecer los cólicos y dolores de estómago en los pequeños.

Las bacterias en la leche materna

La leche materna incluye más de 700 bacterias diferentes. Así lo determinó en 2012 una investigación de científicos españoles, quienes estimaron que un bebé que toma entre 0,5 y 0,8 litros de leche materna diarios ingiere entre 100.000 y 10 millones de microorganismos cada día.

Sin embargo, los investigadores hasta ahora no tenían claro el «papel biológico» de las bacterias, aunque suponían una vinculación con la digestión del alimento y la estimulación del sistema inmune del niño. Un estudio reciente ha comenzado a confirmar esas hipótesis.

El trabajo concluyó que la lactancia materna influye de manera muy positiva sobre la composición, estabilidad y diversidad del microbioma intestinal. Y una de sus principales consecuencias es lograr que los pequeños alimentados de manera exclusiva con leche materna estén mejor preparados para recibir sus primeros alimentos sólidos que los que toman leche de fórmula (junto con la materna o en exclusiva).

Se considera que es a los seis meses de edad cuando los bebés deben comenzar a comer alimentos sólidos. En general, los primeros pasos son a través de papillas, para ir introduciendo poco a poco productos de mayor consistencia. Hacia el año de vida, los niños ya pueden comer casi lo mismo que una persona adulta.

La leche materna prepara mejor la flora intestinal del bebé

Los científicos -que trabajan en la Universidad de Carolina del Norte y en la de Emory, en Estados Unidos- estudiaron el desarrollo de nueve bebés desde sus dos semanas hasta sus 14 meses de edad. En concreto, analizaron las variaciones que se producen en su flora intestinal al incorporar alimentos sólidos.

En los pequeños alimentados solo con leche materna, cuando comenzaron a comer también sólidos, se detectó la presencia de 20 enzimas bacterianas nuevas. En cambio, en los que también habían sido alimentados con leche de fórmula, las encimas bacterianas nuevas fueron más de 230. Esto representa un cambio mucho más drástico en el organismo del bebé.

Además, en la flora intestinal de los niños que son alimentados solo con leche materna predominan los microorganismos del género bifidobacterium, que son beneficiosos para la digestión y les protegen de enfermedades. En los pequeños que también toman leches de fórmula, estas bifidobacterias son mucho menos abundantes.

La leche de fórmula podría favorecer los cólicos en los bebés

«La transición a los alimentos sólidos es mucho más dramática para los microbiomas de los bebés que no fueron alimentados de forma exclusiva con leche materna», señala una de las autoras del estudio, Andrea Azcárate-Peril. Estas conclusiones sugieren, según esta experta, que los microbiomas de los niños alimentados con fórmulas «podrían contribuir a que sufran más cólicos y dolores de estómago«.

Por lo tanto, los resultados de esta investigación aportan un elemento más para sostener el consejo de la Organización Mundial de la Salud, la Asociación Española de Pediatría (AEP) y muchas otras instituciones, acerca de que la lactancia materna debe ser, siempre que sea posible, el tipo de alimentación exclusiva para los niños durante los primeros seis meses de vida y mantenerse al menos durante los seis meses siguientes en combinación con otros alimentos.

Ofrecer el pecho a menudo es uno de los consejos de la AEP para prevenir el estreñimiento del bebé, al igual que cogerlo mucho en brazos (para que la fuerza de gravedad ayude al bolo intestinal), jugar con él y hacerle masajes en el abdomen. «Todo esto -afirman los pediatras- le proporcionará cariño, el mejor alimento, las mejores bacterias (los bífidus) y el ejercicio y estímulo que necesita».

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