Beneficios de pasar un día al aire libre con tus hijos

Los juegos al aire libre y el contacto con la naturaleza son beneficiosos para el desarrollo y la salud de los niños y para fortalecer el vínculo con sus padres
Por Cristian Vázquez 29 de julio de 2015
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Imagen: mimagephotos

Pasar un día en un espacio abierto y en contacto con la naturaleza tiene numerosos beneficios para los niños, y también para sus padres. Hasta hay especialistas que promueven esta práctica para combatir la tendencia al sedentarismo que impone la vida en la ciudad. En este artículo se enumeran seis beneficios de estar al aire libre con los pequeños: refuerza el vínculo entre padres e hijos, estimula la imaginación y creatividad de los menores, ayuda a su salud y a su desarrollo cognitivo, es un antídoto contra el estrés y crea el hábito de la actividad física.

La vida moderna provee de muchas ventajas que eran difíciles de imaginar poco tiempo atrás. La telepediatría, aplicaciones de lo más variadas para móviles y tabletas y la posibilidad de acceder a vídeos educativos en cualquier momento son solo algunos ejemplos. Sin embargo, no todos sus efectos son positivos. Los menores cada vez pasan más tiempo en espacios cerrados y frente a las pantallas, y menos al aire libre.

Los beneficios para los niños de pasar tiempo en espacios abiertos -y, si es posible, en contacto con la naturaleza– son muchos y muy variados. Y más aún si sus padres les acompañan. A continuación se enumeran los más importantes.

1. Refuerzo del vínculo entre padres e hijos

Salir al aire libre y sobre todo a la naturaleza puede constituir una auténtica aventura para los niños, que disfrutarán al descubrir nuevos objetos, superficies, olores y texturas. Es muy bueno que los descubran y jueguen solos, pero también lo pueden hacer con la guía de sus mayores.

De hecho, incluso los bebés pueden salir de paseo a diario, desde el momento en que, recién nacidos, llegan a casa. Así lo apunta el Instituto Nacional de Gestión Sanitaria, organismo dependiente del Ministerio de Sanidad, que especifica que «esto constituye un estímulo para el desarrollo del niño». Esta cercanía y los buenos momentos compartidos reforzará el vínculo que los une.

2. Estímulo a la imaginación y la creatividad

El juego de los menores que pasan tiempo en espacios naturales es más variado, imaginativo y creativo que los que permanecen más tiempo en sitios cerrados. «Cuando un pequeño sale fuera, en un entorno natural o incluso construido, y no sabe qué hacer, es signo de que su instinto se está perdiendo», asegura la psicóloga Heike Freire, autora del libro ‘Educar en verde. Ideas para acercar a niños y niñas a la naturaleza’ (Ed. Graó, 2011).

Para que lo recupere, hay que dejar que juegue con espontaneidad. Al principio quizá se aburra un poco, pero esto es hasta positivo para forzarlo a desarrollar su imaginación. Luego comenzará a «jugar con espontaneidad a diferentes cosas». Esto, explica la especialista, ayuda a los pequeños incluso a desarrollar el lenguaje y habilidades de cooperación.

3. Ventajas para el desarrollo cognitivo

Diversos estudios han demostrado que el contacto con la naturaleza mejora el desarrollo cognitivo y las capacidades de observar y analizar el entorno. En tal situación, el niño tiene que interpretar lo que le rodea, desarrollar sus propios juegos, afrontar dificultades, tomar decisiones y resolver problemas. En este sentido, Heike Freire apunta que cuando los menores «disponen de vistas y contacto con el mundo natural, puntúan más alto en las pruebas de concentración y autodisciplina».

4. Niños más saludables

Los especialistas coinciden en que uno de los motivos por los que cada vez hay más niños alérgicos en España es la vida en las ciudades y la falta de contacto con la naturaleza. Este contacto refuerza su sistema inmunológico, lo que los hace más resistentes no solo a las alergias sino también a otras enfermedades. Exponerse al sol les da la dosis necesaria de vitamina D (en verano, por supuesto, se deben evitar las horas centrales del día).

El ocio activo frecuente, por otra parte, reduce los riesgos de obesidad infantil y de que sufran lesiones cuando realizan actividad física, como a menudo les ocurre a los pequeños de vida más sendentaria en los campamentos de verano. Los niños que pasan más tiempo al aire libre son más ágiles y desarrollan mejor la coordinación de su cuerpo y el equilibrio. Además, al gastar energías y cansarse, duermen mejor por la noche, lo cual también contribuye a su calidad de vida.

5. Antídoto contra el estrés

Richard Louv, autor del libro ‘Volver a la naturaleza’ (RBA Libros, 2012), explica en un artículo que «son cada vez más las investigaciones que relacionan pasar más tiempo en la naturaleza -o en entornos en el hogar, lugar de trabajo u hospitales realzados a través de diseños basados en la naturaleza- con la reducción del estrés y la depresión«. Hay pruebas, además, de lo contrario: pasar demasiado tiempo ante la televisión u otras pantallas puede ser causa de depresión en los menores.

En un libro anterior (‘The Last Child in the Woods’, es decir, ‘El último niño en el bosque’, de 2005, de momento sin traducción al español), Louv había acuñado la expresión «trastorno de déficit de naturaleza«: las consecuencias de que exista cada vez una distancia mayor entre los niños y jóvenes y la naturaleza. Entre otras cosas, recomienda animar a los pequeños a «cavar hoyos o construir fuertes». «Pueden pasarse horas jugando de manera creativa con un montón de tierra», apunta.

6. Adquisición del hábito de la actividad física

Las personas que desde pequeñas adquieren los hábitos de pasar momentos al aire libre y la actividad física tienen más probabilidades de conservarlos en el futuro. Y esto es importante porque los beneficios señalados más arriba se mantienen en las demás etapas de la vida.

Un estudio realizado por expertos australianos y publicado en 2012 reveló que los adolescentes que están más tiempo al aire libre son más saludables y tienen más autoestima y mejores relaciones sociales. Los jóvenes que pasaban más tiempo en espacios cerrados, por su parte, eran más proclives a experimentar «sentimientos de soledad y timidez».

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