¿Por qué el juego es tan importante para los niños?

El juego infantil enriquece la imaginación y la creatividad, además de estimular la observación, la atención, la concentración y la memoria, entre otros beneficios
Por Cristian Vázquez 23 de septiembre de 2015
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Imagen: stefanolunardi

Cuando los niños juegan, no solo se entretienen y pasan el tiempo: el juego cumple un papel fundamental en su desarrollo. Capacidades como la afectividad, la motricidad, la inteligencia, la creatividad y la sociabilidad se activan y estimulan en el momento en que el pequeño juega. A continuación se explica por qué el juego es, en cierto modo, la razón de ser de la infancia, los beneficios del juego infantil, cómo cambia el juego con la edad y datos según los cuales los menores en España juegan menos tiempo de lo aconsejable.

El juego, la razón de ser de la infancia

El juego es una actividad de vital importancia para los niños. Lejos de tratarse de meras actividades para entretenerse o pasar el tiempo, jugar tiene una gran utilidad para el desarrollo del menor y es fundamental en su crecimiento. Por eso, su derecho al juego y el esparcimiento forma parte de la Convención sobre los Derechos del Niño, establecida por las Naciones Unidas.

Como indica la ‘Guía práctica para padres‘ de la Asociación Española de Pediatría (AEP), «en la primera infancia los juegos implican aprendizaje, estimulación y experimentación para los pequeños«. Tanto el juego como los juguetes «les ayudan a conocerse y a desarrollar su personalidad en áreas como la afectividad, la motricidad, la inteligencia, la creatividad y la sociabilidad».

El documento de la AEP añade que, en las edades más tempranas, el juego «tiene un gran componente educativo que ayuda al menor a progresar en su desarrollo motor y a avanzar en la esfera intelectual y sociabilizadora a través de la comunicación e interrelación con los que le rodean».

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), por su parte, especifica que «todos los niños del mundo juegan, y esta actividad es tan preponderante en su existencia que se diría que es la razón de ser de la infancia». Este organismo subraya que el juego es vital, puesto que «condiciona un desarrollo armonioso del cuerpo, de la inteligencia y de la afectividad». El que no juega, afirma la UNESCO, «es un niño enfermo, de cuerpo y de espíritu».

Beneficios del juego infantil

El juego infantil es una actividad que se realiza por placer, se elige con libertad y requiere de una participación activa del pequeño. Así lo asegura el pediatra y puericultor Juan Fernando Gómez Ramírez, quien además explica que jugar favorece el desarrollo social y la actividad y está en la base misma de la cultura.

Gómez Ramírez resume los beneficios del juego en los siguientes ítems:

  • Es indispensable para la estructuración del yo.
  • Permite al niño conocer el mundo que le rodea y adaptarse a él, ya que durante el mismo juego el menor crea mecanismos para adecuarse a cada situación y comportarse en ellas con mayor facilidad.
  • Enriquece la imaginación y promueve los procesos creativos.
  • Desarrolla y ejercita la observación, la atención, la concentración y la memoria.
  • Favorece la sociabilidad temprana y las habilidades de comunicación social.
  • Enseña a respetar las reglas.
  • Permite experimentar temores y frustraciones, así como triunfos y derrotas.

Sigmund Freud explicó que los niños no juegan solo para repetir situaciones placenteras, sino también para elaborar las que les resultaron dolorosas o traumáticas. Por todos estos motivos, los juegos son un asunto serio para los más pequeños. Y eso se hace visible cuando uno comprueba la seriedad con que ellos afrontan sus juegos.

Cómo cambia el juego con la edad del niño

Los juegos cambian a medida que el niño crece. El pedagogo Jean Piaget estableció una serie de tres estadios evolutivos en la infancia según la forma de juego dominante. Son los siguientes:

  • Estadio sensoriomotor. Transcurre desde el nacimiento hasta los dos años de edad. Los juegos que predominan en esta etapa son los de ejercicio o funcionales: repetir una y otra vez una acción por el puro placer del resultado inmediato que obtienen. Estos juegos pueden efectuarse con objetos, con el propio cuerpo o con otras personas. Incluso sus primeros balbuceos son sonidos repetitivos que al bebé le resultan graciosos y, por lo tanto, le gusta repetirlos.
  • Estadio preoperacional. Tiene lugar entre los dos y los seis años de edad. El juego propio de este tiempo es el de tipo simbólico, es decir, el consistente en simular acciones, objetos y personajes que no están presentes en el momento del juego. Por eso también se llama juego de ficción. Es el más típico y característico de la infancia.
  • Estadio de las operaciones concretas. Es la última etapa de la infancia, de los seis a los doce años de edad. Se impone el juego de reglas. Si bien las reglas ya aparecen en los juegos simbólicos, en este caso tienen un carácter más firme y ajeno a los niños: en el escondite o el «corre que te pillo», las normas se presentan como verdades absolutas, ajenas al acuerdo entre los jugadores. Cada menor cree que la forma que él conoce del juego es la única que existe.
Los niños en España juegan menos de lo aconsejable

La UNESCO habla de “niño enfermo, de cuerpo y de espíritu” para referirse a aquel que no juega. Y los datos de la realidad hablan de que los pequeños en España juegan menos de lo aconsejable. Según el estudio ‘Juego y familia‘, dirigido por Petra Pérez Alonso-Geta, experta de la Universidad de Valencia, la cantidad de juego de los menores en nuestro país “es claramente insuficiente”. El trabajo señala como “preocupante” que un tercio de los niños jueguen solos, lo cual está fomentado en parte por la gran difusión de las consolas de videojuegos y otros dispositivos electrónicos.

Además, según una encuesta titulada ‘El juego y el juguete en la sociedad actual‘, publicada en 2010, solo uno de cada tres menores juega todos los días. Este trabajo también destaca las diferencias entre los espacios de juego entre los niños actuales y la infancia de sus padres. Mientras antes se jugaba sobre todo en espacios exteriores (52%), solo el 15% decía hacerlo en interiores y el 33% en ambos, ahora las proporciones se invierten: solo el 11% juega en espacios abiertos, el 44% en sitios cerrados y el 45% en los dos.

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