Creencias populares con efectos secundarios para la salud

El comportamiento de algunas personas está sostenido por mitos que pueden tener efectos nocivos para la salud
Por Teresa Romanillos 21 de noviembre de 2010
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Imagen: Lenets_Tatsiana

La cultura es una parte esencial de los seres humanos, ya sea como individuos o como sociedad. La cultura al cuerpo y a la salud proporciona a las personas multitud de herramientas que evitan y combaten muchas enfermedades. No obstante, algunas costumbres, como comer demasiado o mal, una excesiva higiene o la obsesión por lucir una piel bronceada todo el año pueden resultar perjudiciales. En contra de las creencias más comunes, algunas creencias populares tienen efectos secundarios para la salud. Este artículo desgrana algunos mitos tenidos por saludables, que pueden tener efectos secundarios en la salud.

Aunque las personas no sean siempre conscientes, se comportan de un modo determinado, marcado por la cultura y la sociedad, pese a que esta conducta no siempre sea saludable. Es el caso de los cánones de belleza considerados idóneos. En la actualidad, se detecta una presión cultural importante para lucir una silueta digna de un desfile de modelos, con el consiguiente riesgo que puede implicar para la salud.

El peso de la cultura en la salud

Es un error creer que alguna sustancia, por el mero hecho de ser natural, es saludable

Trastornos como la anorexia y la bulimia, asociados a la obsesión por seguir las líneas de belleza actual, son capaces de manipular la percepción de la realidad hasta el punto de poner la vida en peligro. Hay otros efectos perniciosos de seguir la moda de manera estricta, como la esterilidad provocada por el uso de ropa interior masculina demasiado apretada. Lo mismo ocurre con el deseo de lucir una piel bronceada sin tener en cuenta, además del envejecimiento prematuro de la piel, los riesgos de mayor incidencia de melanoma (el cáncer de piel más agresivo) y otras neoplasias cutáneas, cuyos casos han aumentado: cada año en nuestro país se diagnostican unos 3.200 melanomas (un 45% más que en 2004).

El hecho de vivir en una sociedad opulenta lleva al otro lado de la balanza: de pasar a desear y buscar una silueta perfecta, se llega a la obesidad mórbida propia de una alimentación desmesurada. La obesidad es la epidemia del siglo XXI y el problema de salud pública número uno porque se le asocian enfermedades como la diabetes, las enfermedades cardiovasculares o el temido síndrome metabólico. El escenario que se vislumbra en un futuro no es esperanzador, ya que las cifras estiman que en España el 14% de los niños españoles son obesos y que el 12% tienen sobrepeso. El escenario peor es que se empieza a edades tempranas, ya que antes de cumplir 10 años, uno de cada cuatro menores tiene sobrepeso.

Hay estilos de dieta puramente culturales que, a menudo, pueden no ser demasiado equilibrados o saludables. Es el caso de algunos tipos de dietas vegetarianas estrictas que, en ciertas etapas de la vida, pueden derivar en un déficit proteico. Un fenómeno curioso es el hecho de cocinar o no la comida. Cocinar es una práctica cultural, en este caso beneficiosa para la salud, ya que facilita la digestión de los alimentos y elimina muchos microorganismos que en otras circunstancias podrían proliferar en el interior del ser humano.

Hábitos alimentarios de procedencia oriental

Sin embargo, también es cultural el hecho de optar por los alimentos crudos. Muestra de ello es el sushi japonés o los carpaccios italianos y las ostras. Al consumir estos preparados hay que extremar la vigilancia, ya que aumenta el riesgo de sufrir una intoxicación alimentaria.

Otra costumbre oriental peligrosa para la salud se relaciona con la celebración del año nuevo. De forma tradicional, los japoneses comen un pastelito dulce elaborado con arroz glutinoso molido y moldeado. El mochi, que así se denomina, tiene el tamaño de una mandarina pequeña y es bastante pegajoso, de modo que la muerte por asfixia no es infrecuente, sobre todo, en personas mayores. Cada año, los medios japoneses informan del número de muertes después de año nuevo causadas por mochi, una curiosidad un poco extravagante, pero no muy alejada de la tradición de las 12 uvas. Intentar comerlas en el mismo número de segundos no deja de tentar también a la buena suerte.

Salud y sustancias artificiales

El exceso de higiene modifica este pH de la piel y la vuelve más vulnerable a los agentes externos

La sociedad occidental se ha alejado de manera progresiva de lo considerado natural. Cada vez se come más comida preparada, con más conservantes, colorantes y potenciadores de sabor, entre otros. A su vez, cada día se utilizan más productos químicos y se unta la piel con más cremas, perfumes y cosméticos. Hasta el aire que se respira está repleto de multitud de sustancias químicas volátiles que surgen de la actividad humana.

El organismo reacciona ante este bombardeo de sustancias artificiales. Se ha detectado que el número de personas alérgicas crece de forma preocupante en los países desarrollados y cada vez son más quienes sufren una nueva enfermedad conocida como el síndrome de la intolerancia química múltiple. Esta patología se manifiesta con variedad de síntomas, entre ellos, un malestar generalizado y dolor de cabeza, que parece tener su origen en una respuesta del cuerpo frente a la multitud de sustancias ambientales que a diario lo invaden.

La higiene corporal excesiva también tiene cierto riesgo. El hábito de ducharse está tan enraizado en la rutina diaria que pocas veces se discute su idoneidad. Incluso, depende de la época del año, se práctica más de una vez al día. La piel tiene un pH neutro, ligeramente ácido, que le permite frenar la entrada de microorganismos al interior del cuerpo. El exceso de higiene modifica este pH y debilita esta primera línea de defensa natural, de modo que el organismo se vuelve más vulnerable e incapaz de frenar el avance y la proliferación de estos agentes externos.

Natural no siempre es sinónimo de bueno

No todo lo natural es bueno. A menudo, persiste la creencia de que algo, por ser natural, es más saludable. Pero esto es un error. Cada año, muchas personas sufren intoxicaciones alimentaria por setas que recolectan en el bosque o tienen reacciones alérgicas graves a frutas, como las fresas o melocotones, que también proceden de la naturaleza. Del mismo modo, muchas personas están en contra de los medicamentos y buscan una alternativa en productos naturales. No obstante, ni sus dosis ni sus efectos secundarios se pueden controlar y, con frecuencia, hay interacciones no deseadas entre fármacos y estos productos naturales.

En esta vuelta a la naturaleza, otra tendencia de moda es el parto en casa. Muchas gestantes de países desarrollados eligen esta opción como una práctica natural y relajada, lejos del ambiente hospitalario, considerado demasiado intervencionista. Pero, a pesar de que los estudios evidencia mayores beneficios para la madre, como una recuperación más rápida en un ambiente más acogedor, ante una complicación las consecuencias para el bebé son más graves y ponen en riesgo su vida.

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