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¿Qué son los disruptores endocrinos?
Son contaminantes químicos ambientales que, una vez dentro del organismo, modifican las hormonas. Hay unos mensajeros que comunican, por ejemplo, el ovario con la mama o el testículo con el cerebro, y lo que hacen los disruptores endocrinos es entorpecer ese mensaje. Como me dijo un joven el otro día en una conferencia: “Ah, lo que usted quiere decir es que son hackeadores del mensaje hormonal”. Es una definición perfecta.
¿Qué efecto concreto pueden tener, por ejemplo, en un niño?
Un disruptor endocrino puede ser un pseudoestrógeno que altera la exposición de una niña a esa hormona a los 8 o 10 años y contribuye a la pubertad precoz. Son hackedores del mensaje hormonal porque lo alteran y, por ejemplo, lo dan en el momento inadecuado, como en este caso.
En su libro dice que estamos expuestos a cientos de sustancias químicas en alimentos, agua, bebidas, cosméticos y múltiples objetos de consumo. ¿Estamos indefensos?
En gran medida sí, porque la legislación va muy por detrás del conocimiento científico. En 1995 demostramos que el bisfenol A usado para el recubrimiento interior de las latas de conserva tenía efectos como disruptor endocrino, pero su uso se ha regulado en 2024, casi 30 años después. ¡Cuánto daño se podía haber evitado si se hubiera sido más rápido en tomar las decisiones!

¿Podría concretar ese daño?
El bisfenol A tiene relación con el déficit de atención, la hiperactividad, el cáncer de mama o la infertilidad. Lo llamativo es que se regula su uso, pero no se habla de la reparación del daño causado. No es justo, la impunidad es completa.
¿Por qué es tan lento el proceso desde que se demuestra el efecto de un contaminante hasta su prohibición?
Porque se exigen pruebas de convencimiento muchas veces inalcanzables. Se requieren pruebas de evidencia científica que no se las piden a nadie más. Y esto se produce a pesar de que la propia UE fijó que el principio de cautela debe alumbrar cualquier decisión porque se anticipa al daño.
Cuando habla de la exigencia de pruebas inalcanzables, ¿a qué se refiere?
Por ejemplo, cuando los investigadores asociamos el uso de un contaminante con el riesgo de enfermedad, nos piden que demostremos que es la única causa. ¡Hombre, no! ¿Cómo va a ser la única causa? Será un factor más en los riesgos para esa enfermedad.
¿No sería más lógico que quien usa una sustancia demostrara su inocuidad?
Así debería ser: la carga de la prueba debía recaer sobre el proponente de la acción, no sobre el sufridor. Pongo un ejemplo: nos hemos gastado el dinero del contribuyente durante años en tratar de demostrar que el DDT que se puso en el campo en la década de 1970 está asociado con el riesgo de cáncer de mama, sin embargo, debía haber sido quien inventó este pesticida en los años 50 el que asegurara que iba a ser un producto inocuo.
Hemos avanzado mucho en salud pública con respecto a hace un siglo, pero da la impresión de que en otros aspectos hemos retrocedido. ¿Somos mucho más vulnerables de lo que eran nuestros abuelos, que convivían con muchos menos productos químicos?
Absolutamente. Lo decía hace poco la Agencia Europea de Sustancias y Mezclas Químicas (ECHA), un organismo que está funcionando de manera muy independiente y con mucha seguridad: hay 245.000 compuestos químicos en el mercado, y la mayor parte se han generado en los últimos 60 años a partir del petróleo.
¿Es como si viviéramos inmersos en un gran barril de petróleo?
Hasta los pantalones o los vestidos que usamos son derivados del petróleo. Antes íbamos vestidos de lino, lana o algodón, y era una ropa que duraba eternamente.
¿Cuántos de esos 245.0000 compuestos son disruptores endocrinos?
Con ese efecto hay identificados 2.000, lo que no quiere decir que otros muchos químicos no lo sean, aunque no se haya demostrado. Hemos cambiado nuestro entorno y las sorpresas son continuas. Yo les presentaba hace unos días a los alumnos una imagen de una cocina de los años 60 con los muebles de madera, el refrigerador de metal y el pollete de mármol. En las de hoy el suelo es de PVC, rico en tálalos; los muebles, de melamina; y los tejidos, de poliéster. Hemos cambiado radicalmente nuestro medio y eso tiene efectos en la salud.
¿Los 2.000 contaminantes que se ha demostrado que son disruptores endocrinos afectan igual al hombre y a la mujer?
Más a la mujer porque tiene una sensibilidad hormonal mucho más llamativa por los ciclos menstruales, por el embarazo, por mil cosas. Y además, cuando decide ser madre, es la gran transmisora de la exposición al feto y durante la crianza. Estamos hablando de exposiciones químicas transmisibles y son compuestos persistentes. Son tóxicos y tienen el problema enorme de que son persistentes.

Si los efectos en la salud de estos contaminantes están avalados por una evidencia científica consolidada, ¿por qué no se refleja en los congresos médicos?
Ya está llegando a los de algunas sociedades médico-científicas. La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) creó el año pasado el grupo ‘Endocrinología y Medio Ambiente’, al que se han unido la Asociación Española de Pediatría y la Sociedad Catalana de Pediatría. El objetivo es crear guías con recomendaciones que los sanitarios pueden dar a sus pacientes para disminuir la exposición a estos contaminantes.
Sin embargo, entre las causas del aumento de los casos de cáncer que cita la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) no figuran estos contaminantes, sino los clásicos: el envejecimiento de la población, el sedentarismo, la dieta o el tabaquismo.
Pues tendrán que actualizarse. The Lancet acaba de publicar un artículo que se titula ‘Demasiado pronto, demasiada gente’ que habla de la relación entre el cáncer y los contaminantes. No solo hay más cáncer porque somos más viejos, sino que se está presentando de forma temprana.
La probabilidad de tener un cáncer de mama antes de la menopausia es mucho mayor para una mujer nacida en 1980, que cumplió los 40 en el 2020, que para una mujer nacida en 1920, que cumplió 40 en 1960. En 17 de los 34 cánceres más comunes la enfermedad se está presentando de forma mucho más precoz que antes. Y dice The Lancet: “Esto no va de hablar solo de factores genéticos, sino de exposiciones y de hábitos”. O hacemos algo o en el 2050 todas la generación X tendrá cáncer.
Los oncólogos insisten mucho en la importancia del diagnóstico temprano, pero usted sostiene que hay que intervenir antes, evitar en la medida de lo posible que surja el cáncer, ¿no?
¡No hay manera de sacar a los oncólogos médicos a la prevención! Esto va de prevención primaria. No va de diagnosticar los tumores más pequeños ni de que te compren la máquina más buena para combatirlos, sino de no tener cáncer. Las sociedades de oncología médica son de las más reactivas a admitir el conocimiento científico. Están atrancados en la quimioterapia y en los viajes a Kenia pagados por la industria farmacéutica y no se dan cuenta que la clave está en la prevención primaria, en la limitación de las exposiciones a agentes contaminantes y en los hábitos alimentarios.
¿El aumento de problemas digestivos en la población tiene que ver también con contaminantes?
Por supuesto. Los microplásticos tienen una relación directa con la enfermedad inflamatoria intestinal porque lo que producen sobre las células intestinales es inflamación. Yo les digo a los especialistas del aparato digestivo: no miréis para otro sitio, la respuesta la tenéis ahí.
¿Qué recomendaciones daría para limitar la exposición a los disruptores endocrinos?
Mi primera recomendación es: saca el plástico de la cocina, no juegues con tu salud. Los microplásticos ya están en la pared intestinal, el hígado, el cerebro, el pulmón, en las placas de ateroma. Todos los artículos señalan el efecto inflamatorio que producen localmente esos plásticos. Es muy fácil quitar los táper de en medio y usar cristal, por ejemplo. Tira la sartén antiadherente y emplea cerámica o metal; prescinde de la botellita de agua de plástico y usa una de vidrio, metal o cerámica.
Pero a veces no es tan fácil. Por ejemplo, si una persona no come en casa y pide una ensalada, ¿cómo puede evitar el aceite en monodosis?
¡Esa es otra! ¿Cuándo van a sacar la monodosis de los bares? No se están reciclando y, sobre todo, se está contaminando el aceite con polietileno. La comida, en general, se está contaminando con microplásticos y contaminantes porque en muchos ámbitos, incluidos los colegios, se emplean utensilios de todo tipo fabricados con plástico.

¿Cómo se puede reducir el uso del plástico en los colegios?
Francia lo ha sacado de los comedores escolares. Desde este año no habrá jarras, ni bandejas ni cubiertos de plástico. ¿Por qué no lo hace España? El decreto de comedores escolares que acaba de entrar en vigor ha perdido la oportunidad de disminuir la exposición estúpida de la infancia al plástico, que no es necesario.
Al margen de la comida, ¿qué otras recomendaciones daría?
Hay medidas muy sencillas que no prometen la vida eterna, pero sí disminuyen la exposición a los contaminantes. Por ejemplo, deja de utilizar tantos cosméticos y productos industriales de cuidado personal: 14 de media al día usa una mujer española. Esa cantidad multiplicada por 38 componentes que tiene cada uno de media son 474 químicos a los que te expones.
A veces se ha cuestionado el uso de protectores solares por sus componentes químicos, pero sin embargo, hay que protegerse del sol. ¿Qué dice la evidencia científica al respecto? ¿Cómo deben utilizarse?
En primer lugar, la mejor manera de evitar el sol es ponerse a la sombra. En segundo lugar, hay que usar un protector mineral, como dióxido de titanio o dióxido de zinc, y no aquellos que contengan disruptores endocrinos como la benzofenona 3. La comunidad científica ha demostrado sus efectos. Pues bien, la Comisión de Riesgos Emergentes de la Unión Europea sigue pensado que la información no es suficiente y los dermatólogos siguen recomendando cremas con benzofenona 3.
Por todo lo que dice da la impresión de que se habla de medicina preventiva continuamente, pero la propia profesión médica le da la espalda.
Los médicos clínicos dejaron la prevención en los especialistas en salud pública, y a los salubristas no le interesa la gente, sino las poblaciones. Lo que la gente necesita son recomendaciones en el tú a tú, en la atención primaria. Lo que quieres es que, cuando te hablen de radiación electromagnética, no lo haga el ingeniero de Siemens, sino tu médico de cabecera.

