Agua de consumo doméstico

Es limpia y segura para el consumidor, pero no da la máxima calidad como alimento
Por Benyi Arregocés Carrere 10 de junio de 2003

¿Es segura y saludable el agua que utilizamos en nuestros hogares? Los expertos aseguran que más del 98% de los controles que se efectúan cumplen con los criterios establecidos para garantizar la calidad del agua de consumo humano. Sin embargo, los casos de agua contaminada se suceden en las ciudades: contaminación fecal, exceso de cloro… Comprobemos cómo se mide la calidad del agua y qué dicen los expertos sobre la necesidad de utilizar ciertas sustancias que, aunque a priori no resultan convenientes para el consumo, se necesitan para garantizar la buena salud del agua.

Agua limpia y segura

El agua es uno de los elementos fundamentales para que haya vida. Nosotros mismos estamos formados en gran parte por este líquido. Lejos quedan los tiempos en los que se podía beber sin problemas directamente de los ríos y embalses. Desde que vivimos en un mundo industrializado hay que utilizar diversos métodos químicos para que el agua sea potable y pueda parecerse lo más posible a su definición: incolora, inodora e insípida.

El agua en nuestro país tiene mayor calidad natural allí donde más abunda, que es en el norte, mientras que en el sur la calidad es inferior, según José Manuel Naredo, experto en economía de los recursos naturales y Premio Nacional de Medio Ambiente en el año 2000.

En España, el Estado regula mediante normativas la calidad del agua de consumo humano, y las comunidades autónomas -al estar la Sanidad transferida- se encargan de que las distintas “empresas de potabilización” -públicas en su mayoría y formadas por municipios o mancomunidades de municipios, aunque cada vez hay más privadas y mixtas- cumplan estas normas.

En fechas recientes se ha aprobado un Real Decreto -140/2003 de 7 de febrero- en España que regula los criterios sanitarios de la calidad del agua de consumo humano. Aparecen conceptos nuevos que hay que controlar como, por ejemplo, la cantidad de Trihalometanos (THM), que son las sustancias que se forman cuando entran en contacto el cloro y la materia orgánica del agua de los ríos y embalses; o la radioactividad.

Antes de la aprobación del Real Decreto, pero teniendo en cuenta los máximos de cada sustancia que se especificaban en éste, la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) realizó un estudio en el que se comprobó que el agua del grifo no entrañaba riesgos para la salud a corto plazo, pero se constató que una tercera parte de las muestras analizadas contenía sustancias contaminantes.

“No hay que ser alarmistas, la potabilización funciona razonablemente bien”, explica Antonio Estevan, consultor ambiental y miembro de la Fundación Nueva Cultura del Agua. “En la mayor parte del país -continua- el agua se puede beber perfectamente, en otros casos es potable, pero tiene mal sabor por el exceso de cloro, y eso ya es una elección personal del consumidor”.

José María Gascó, catedrático de la Escuela de Ingenieros Agrónomos de la Universidad Politécnica de Madrid, señala que la seguridad en el agua es de carácter biológico: “Se somete a 14 ó 15 tratamientos para asegurar la calidad del agua. A corto plazo, el agua que se consume en las ciudades es segura, en el sentido de que nadie que beba un vaso va a sufrir una diarrea”.

Agua de baja calidad en origen

El agua de los grifos proviene fundamentalmente de fuentes superficiales, con un porcentaje del 73%, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), mientras que tienen menor presencia las aguas subterráneas (23%) y las obtenidas por otros procedimientos (4%), como la desalación.

Uno de los problemas que existe en España es que, por lo general, el agua que se potabiliza es de baja calidad en origen. “Está bastante deteriorada por el abuso de los ecosistemas acuáticos, sobre todo en la vertiente mediterránea. Por ejemplo, hay una calidad baja en Zaragoza, en Barcelona y en general en toda Cataluña, en la Comunidad Valenciana, etc. En la vertiente atlántica el agua es de mejor calidad. Madrid y su entorno, en cambio, tienen un agua excepcional, de muchísima calidad”, detalla Estevan.

Sin embargo, los expertos creen que hay mucho margen de mejora en cuanto a la calidad de las aguas prepotables. “El primer paso es que se mejore la calidad; cada vez hay más cantidad de aguas subterráneas y de peor calidad porque tienen más sales”, señala Gascó.

Según datos del INE, en el año 2000 a cada español se le abastecía de 168 litros de agua al día y había unas perdidas diarias por fugas en la red de distribución de 68 litros por habitante y día. Es decir, un porcentaje del 21% de agua perdida por el mal estado de la red de distribución. Este es uno de los grandes puntos, según los expertos, en los que se puede trabajar para mejorar la calidad del agua de consumo. “Reparar las redes y evitar las fugas es una medida fundamental. En Suiza hay menos del 5% de fugas de agua; en España las mejores ciudades llegan a un 10 %, pero las hay que llegan hasta el 40% de fugas. Tan sólo con rebajar las fugas ya se mejora la calidad del agua porque utilizamos menos recursos de dudosa calidad”, argumenta Estevan.

Riesgos potenciales

Diversos riesgos se ciernen sobre el agua de consumo humano. Estos son algunos:

  • Las redes de distribución de agua: Las redes que llevan el agua en las ciudades son grandes y complejas: en una ciudad como Zaragoza, por ejemplo, tienen 700 kilómetros de tuberías. Como explica Antonio Estevan, estas redes son ecosistemas acuáticos donde pueden vivir ciertas bacterias: “Para eliminar esas bacterias se añaden aditivos desinfectantes: cloro, ozono, pero mutan y generan resistencias, por lo que cada vez hay que echar más cloro”. Es en este punto donde se produce el problema. “Los agentes oxidantes utilizados para potabilizar el agua atacan químicamente a las paredes de las propias conducciones, que son de diversos materiales porque se han ido construyendo a lo largo de los años. Por esta razón se producen reacciones que no se conocen muy bien y que pueden tener sus riesgos”, explica el experto.

    “Existe una pugna entre el riesgo químico producido por un aumento del uso de los desinfectantes para evitar que cualquier elemento contaminante ataque las paredes de las redes de distribución, y el riesgo biológico de bajar la cantidad de cloro y demás sustancias para evitar la contaminación”, concluye.

  • Contaminación bioacumulable: Se sabe que las sustancias añadidas que lleva el agua para su desinfección no son tóxicas a corto plazo, pero se desconoce su acción a largo plazo. Concha Germán Bes, profesora de la Escuela Universitaria de Ciencias de la Salud de la Universidad de Zaragoza lo explica: “En las aguas superficiales y en muchas de las subterráneas hay una gran cantidad de contaminantes de tipo microbiológico, por un lado, y procedentes de la agricultura, ganadería e industria, por otro. Estos últimos son muy numerosos, son nuevos y no sabemos cómo quitarlos. Entre los contaminantes microbiológicos hay algunas sustancias que las potabilizadoras no pueden controlar como los criptosporidios, caracterizados porque entre las personas con bajas defensas -niños, ancianos y enfermos crónicos- pueden originar enfermedades con mínimas unidades de patógenos”. Estos microbios, añade la especialista, se pueden localizar, aunque al haber muy poca cantidad de ellos en el agua es tan complejo, tan caro, y tan poco rentable que no se hace esta labor en las potabilizadoras.

    Gascó comparte esta opinión: “a medio y largo plazo el agua del grifo puede provocar problemas como acidez de estómago, piedras en el riñón o cálculos de fosfato tricálcico, debido a que las aguas llevan nitratos, exceso de calcio o las oxidaciones de la materia orgánica, por ejemplo”. “El agua que se distribuye -continua- tiene sustancias que son antibióticos, dicho este término en el sentido de que matan la vida, matan los patógenos y microbios. Y esas sustancias no están de por sí en el agua pura”.

Debido a que la prepotabilidad de las aguas empeora, ” es necesario que el agua reciba tratamientos que garanticen su buen estado”, por este motivo se añaden trazos y sustancias adicionales que son un poco perjudiciales, pero efectivas para lograr este fin.

Agua como alimento

El agua se puede considerar el alimento que más veces toma una persona a lo largo de su vida. Y como tal es importante cuidar su calidad. “Un alimento que te llega por una tubería es poco recomendable”, opina Germán Bes. “Se nos quiere vender un agua de grifo de máxima calidad, pero realmente no es eso, sino un agua potable sanitariamente permisible. Sirve para todo, pero no es un alimento. Recomiendo que una parte de la bolsa de la compra sea agua mineral”, añade.

Gascó piensa que un buen consejo sería “combinar la utilización del agua del grifo con aguas de baja mineralización, alternando su consumo para lograr depurar el organismo convenientemente”.

Soluciones para garantizar la calidad del agua

Los expertos coinciden en la conveniencia de crear distintas redes de distribución en función de su uso. “Es importante llevar a cabo un ajuste uso-calidad de las aguas. Por ejemplo, en la ciudad estadounidense de San Diego, se pueden contar hasta cinco tipos diferentes de aguas con diversa calidad según los destinatarios”, expone Estevan. De momento, la situación es España es opuesta. “Es una barbaridad utilizar la misma agua para beber, para regar, para tirar de la cadena en el baño, para ducharse, etc.”, denuncia Germán Bes. Tímidamente se están empezando a aplicar soluciones en este sentido, así en Mallorca se exige que toda nueva urbanización tenga doble red de abastecimiento, de esta manera se limita la utilización del agua en cada caso.

“La gran ventaja de hacer ajustes uso-calidad es que para usos poco exigentes se puede destinar agua de poca calidad y las aguas de mejor calidad pueden orientarse para el consumo humano”, argumenta Estevan.

Otra solución pasa por mejorar las aguas desde su origen para, de esta forma, tener que clorarlas menos y evitar riesgos para la salud. “Es muy importante que el agua de partida sea de la mejor calidad posible”, explica Antonio Estevan. Así lo afirma también la Directiva marco del agua, aprobada por la Unión Europea en 2000, que dice que si las fuentes son sanas, los suministros de aguas también serán saludables.

Concha Germán Bes aporta el dato de otra solución que lleva a cabo otro país de la UE: “Holanda en lugar de utilizar ríos o agua subterránea potabiliza el agua de lluvia, más fácil de potabilizar porque es un agua limpia en la que pueden aparecer contaminaciones semejantes a la lluvia ácida, aunque en menor proporción que en las otras fuentes”.

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