Hiperuricemia: qué es, cuáles son sus riesgos y cómo bajar el ácido úrico

Moderar el consumo de ciertos alimentos, ingerir más fibra y seguir una dieta mediterránea ayudan a bajar los niveles de ácido úrico
Por F. J. Recio 16 de noviembre de 2020
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Imagen: Jill Wellington

El ácido úrico es un compuesto producido por el hígado tras la metabolización de las purinas: las principales son la xantina, la hipoxantina, la adenina y la guanina. Alrededor del 40 % de las purinas se obtienen por la dieta —están presentes en muchos alimentos, sobre todo en los de origen animal—, mientras que el 60 % restante es generado por nuestro organismo. La dieta, por tanto, desempeña un papel muy importante en nuestros niveles de ácido úrico. Y puede ayudar a bajarlos, como te contamos a continuación. Pero una persona con niveles de ácido úrico elevados puede que esté asintomática. Sin embargo, si esta situación se hace crónica o los valores van ascendiendo de forma progresiva con el paso del tiempo, antes o después la enfermedad dará la cara: la gota o los cálculos renales son las manifestaciones más frecuentes.

Por qué puede subir el ácido úrico

Un consumo excesivo de carnes rojas, marisco, pescado azul, alimentos grasos, café, alcohol o bebidas azucaradas hará que los valores de ácido úrico se disparen. Por el contrario, una alimentación equilibrada, en la que se fomente la ingesta de frutas, verduras, carnes y pescados blancos y en la que se beba abundante agua, puede ayudar a controlar el ácido úrico y a mantenerlo en cotas normales.

En la mayoría de las ocasiones, la hiperuricemia está motivada por una menor eliminación renal. En el resto de los casos, se debe a un aumento de producción de ácido úrico por parte de nuestro cuerpo por el consumo de alimentos ricos en purinas, ingesta de alcohol, factores genéticos, exceso de ejercicio físico o por sobrepeso.

El ácido úrico se elimina a través de los riñones (por la orina) y del intestino (por las heces), aunque en una cantidad mucho menor. Si la excreción no es la adecuada o hay un aumento en la producción, el ácido úrico queda retenido en el organismo, incrementándose su concentración en sangre, lo que se conoce como hiperuricemia primaria.

También hay una hiperuricemia secundaria ocasionada por enfermedades renales, metabólicas, ligada a los efectos de la quimioterapia y al consumo de fármacos (de diuréticos, habituales para bajar la tensión o para favorecer la función renal, y por bajas dosis de aspirina).

Y hay ciertas alteraciones genéticas que pueden influir en registrar altos niveles de ácido úrico. “Son aquellas relacionadas con la regulación de la síntesis o la excreción renal de ácido úrico. Estos factores podrían explicar que algunas asociaciones familiares o raciales tengan más riesgo de padecer gota”, señala la doctora Ana Zugasti, vocal de comunicación y miembro del área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN).

Riesgos de tener el ácido úrico alto

En los hombres, los valores normales de ácido úrico en sangre deben ser inferiores a los 7 mg/dL; y en las mujeres, inferiores a los 6 mg/dL. Los varones son más tendentes a padecer hiperuricemia, siendo la edad en la que más se detecta entre 40 y 60 años. Con 65 años, el riesgo de padecerla es cuatro veces mayor que el de las mujeres. Los niveles elevados de ácido úrico en las mujeres se dan a partir de la menopausia, por los desajustes hormonales.

El exceso de ácido úrico que no se elimina queda depositado en el organismo. Lo más frecuente es que lo haga en las articulaciones, en forma de cristal, ocasionando artritis gotosa. Esta enfermedad se manifiesta con dolor e hinchazón en las articulaciones, sobre todo en los dedos de las manos y los pies, las rodillas, talones y tobillos. También puede acumularse en los riñones y formar cálculos, inflamación renal e insuficiencia renal crónica.

Además, son cada vez más los estudios que relacionan hiperuricemia con un mayor el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y desencadenar más rápidamente la diabetes.

Alimentación y otros consejos para bajar el ácido úrico rápidamente

Un diagnóstico temprano de la hiperuricemia permite atajar el posible desarrollo de distintas enfermedades asociadas: una analítica anual es suficiente. Si los niveles son elevados, será el médico quien determine el tratamiento que se debe seguir.

Por supuesto, la alimentación y los hábitos saludables ayudan, y mucho, a disminuir el ácido úrico hasta unos parámetros más seguros.

Alimentos no recomendados

“Investigaciones realizadas en las última década han definido con mayor claridad algunos factores de riesgo de hiperuricemia y gota, como el exceso en la ingesta de carnes (extractos de carne, caldo de carne, mollejas, hígado, riñón, carne de ternera, sesos, pavo, lomo de ternera, costilla de vaca, carne de cerdo, carne de vacuno, pollo, carne de cordero) y de pescados y mariscos (boquerón, anchoa, sardinas, arenque, trucha, cangrejo, salmón, ostras)”, indica la especialista. “El abuso de alcohol (en especial, cervezas y licores) y de fructosa o refrescos endulzados también eleva el riesgo de padecer hiperuricemia o gota incidente”, señala.

Alimentos recomendados

En cuanto a los alimentos cuyo consumo deberíamos potenciar si queremos bajar el ácido úrico la doctora recomienda seguir una dieta mediterránea y “los productos lácteos desnatados, alimentos de soja y legumbres”. En cuanto a la ingesta de café, y aunque se asocia negativamente con el riesgo de gota, la doctora considera que “en mujeres sí puede estar asociada con un mayor riesgo de hiperuricemia, mientras que en hombres el riesgo es menor”.

Perder los kilos de más

Además de cuidar la dieta, es indispensable perder peso si se padece de hiperuricemia: en pacientes con obesidad se ha comprobado cómo por cada 10 kilos menos los niveles de ácido úrico desciende en 1 mh/dL. “Es inexcusable no aconsejar un programa de adelgazamiento al paciente con gota y sobrepeso”, recalca la médico, y recuerda que “la hiperuricemia y la gota se asocian con diversas entidades metabólicas y vasculares, incluyendo obesidad, hipertensión arterial, dislipemia, resistencia a la insulina, diabetes mellitus, litiasis renal, insuficiencia renal, arteriosclerosis y enfermedades cardiovasculares”.

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