Edulcorantes: alternativas al azúcar

Un grupo de aditivos que ha suscitado una gran polémica acerca de su uso
Por Gema Yoldi, Maite Zudaire 15 de enero de 2004

Los edulcorantes son una alternativa al consumo de azúcar común o de otras sustancias energéticas como la fructosa o azúcar de la fruta y la miel. Cada vez nos resultan más cercanos, dado que ya no sólo se comercializan en tiendas especializadas o farmacias, sino que también están a nuestro alcance en cualquier superficie comercial en forma de granulado, líquido o pastillas, en bebidas y productos bajos en calorías y como no, en la mayor parte de bares y cafeterías. Pero, ¿sabemos de dónde proceden? ¿Conocemos la ingesta máxima diaria recomendada de cada uno de ellos y cuáles son sus ventajas o inconvenientes?

¿Qué son los edulcorantes?

Los edulcorantes, por definición, son aditivos alimentarios que confieren su sabor dulce a los alimentos. En general, se clasifican del siguiente modo:

  • Nutritivos o calóricos (polioles, taumatina, aspartamo, NHDC).
  • No nutritivos o no calóricos o acalóricos.

A su vez, los nutritivos y no nutritivos pueden ser naturales, como algunos polioles y la taumatina, o artificiales o de síntesis en laboratorio, como el ciclamato, la sacarina y el aspartamo, entre otros.

Los edulcorantes constituyen un grupo de aditivos que ha suscitado una gran polémica en torno a su uso y sus posibles consecuencias para nuestra salud. El principal problema se centra en determinar la dosis que garantice que no se va a producir ningún efecto dañino. Una cuestión nada sencilla, pues además de dar con la cantidad adecuada se ha de considerar la ingesta total de edulcorantes que una persona puede realizar a través de los diferentes alimentos que componen su dieta.

Para autorizarlos, la Unión Europea somete los edulcorantes al estricto examen del Comité Científico para la Alimentación Humana (SCF), organismo que dictamina si un producto se puede utilizar, fijando a su vez la Ingesta Diaria Admisible (IDA). Ésta debe asegurar que ninguna persona con hábitos de consumo muy diferentes a los de la media vaya a superar el máximo recomendable. La IDA se define, además, como “la estimación de la cantidad de aditivo alimentario, expresado en función del peso corporal que puede ingerirse diariamente de por vida sin riesgo de salud apreciable”. La industria de la alimentación sólo puede usar los que han sido aprobados tras haber superado largos, detallados y exhaustivos estudios que verifiquen que las dosis autorizadas no pueden dar lugar a ningún efecto dañino para la salud de las personas. La continua vigilancia a la que son sometidos permite constatar una satisfactoria seguridad.

Diferentes clases

Entre los distintos tipos de edulcorantes enumeramos los más importantes:

Sacarina o E 954. La sacarina fue el primer edulcorante acalórico que se descubrió, creando una gran expectación entre personas diabéticas y obesas. De forma casual, el joven químico alemán Constantin Fahlberg, que estudiaba en la Universidad Johns Hopkins (EEUU), descubrió en 1879 que un derivado del alquitrán al que llamó sacarina (O-sulfamida benzoica), presentaba un sabor extremadamente dulce. La sacarina se incluyó en la primera lista que publicó la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos de aditivos GRAS (Generally Recognised as Safe o Reconocida Generalmente como Segura), en 1959.

Se trata del edulcorante artificial más utilizado, al ser de 300 a 500 veces más dulce que la sacarosa y utilizarse como aditivo en un amplio rango de alimentos, como refrescos, yogures, productos para diabéticos y bajos en calorías y como edulcorante de mesa. La forma más conocida es la sal sódica. Tiene un regusto amargo, sobre todo cuando se utiliza a concentraciones altas. Al igual que el ciclamato, es un edulcorante que resiste el calentamiento y los medios ácidos, por lo que es muy útil en muchos alimentos procesados. La ingesta diaria admisible es de 0-5 miligramos por kilogramo de peso (SCF).

  • En refrescos, batidos y cereales de desayuno es común encontrarnos el llamado ciclamato o E 952. Éste se sintetizó por primera vez en 1937. Es muy estable y su poder edulcorante es alto; unas 30 a 50 veces más dulce que la sacarosa. No aporta calorías y se emplea sobre todo como edulcorante de mesa y en bebidas instantáneas, productos horneados, conservas de frutas, dulces y productos farmacéuticos. En Europa está autorizado, siendo la ingesta diaria admisible de 0-7 miligramos por kilogramo de peso (SCF).
  • Los concentrados para bebidas y vegetales en conserva suelen contener otro tipo de edulcorante, el acesulfamo K o E 950. Es un edulcorante no calórico que fue descubierto casi al azar en 1967. Se autorizó en Inglaterra hacia la década de los 80. En la actualidad se utiliza en muchos países como Estados Unidos y los que componen la Unión Europea. Tiene un elevado poder edulcorante; es unas 130 a 200 veces más dulce que la sacarosa y su estructura química es más bien sencilla. Se emplea en bebidas carbonatadas y bebidas no carbonatadas, edulcorantes de mesa, productos lácteos, mermeladas, confituras y dulces, productos horneados y pasta dental, entre muchos otros. No provoca caries y es apto para diabéticos. Es muy estable durante el procesado de los alimentos y su almacenamiento. El organismo no es capaz de digerirlo ni de acumularlo, lo elimina rápidamente por vía renal, por lo que es totalmente inocuo. La ingesta diaria admisible es de 0-9 miligramos por kilogramo de peso (SCF).
  • Polioles de baja energía o “alcoholes del azúcar”. Los polioles son edulcorantes que se utilizan como sustitutos del azúcar común. Aportan menos energía que los azúcares y tienen otros efectos beneficiosos: no afectan a los niveles de azúcar en sangre y son menos cariogénicos; es decir, no provocan caries. Hay polioles naturales, pero la mayoría se fabrican mediante la transformación de azúcares en laboratorio. Todos los polioles son absorbidos lenta e incompletamente en el intestino. No obstante, si se ingiere una dosis alta (más de 50 g de sorbitol o más de 20 g de manitol al día), pueden causar diarrea. Por este motivo, conviene limitar su ingesta diaria y están desaconsejados en niños, ya que en ellos el efecto laxante se manifiesta más fácilmente debido a su menor peso corporal. Los de mayor empleo son: E-420 o Sorbitol y jarabe de sorbitol, E-421 o Manitol, E-953 o Isomaltitol, E-965 o Maltitol y jarabe de maltitol y el E-976 o Xilitol. Se utilizan en productos bajos en calorías (caramelos, gominolas, chicles, etc.) y para diabéticos.

    En chicles y postres

    Los chicles, salsas y bebidas alcohólicas contienen Taumatina o E 957. Procede de la fruta «katemfe» (Thaumatococcus daniellii) del África Occidental. En Japón se lleva utilizando desde el año 1979, en Inglaterra se utiliza en fármacos, en Estados Unidos para los chicles y en Australia como aditivo aromatizante. Es el edulcorante más dulce; unas 2000-3000 veces más dulce que la sacarosa. Se trata de una proteína que el organismo emplea como tal, es decir, como cualquier otra proteína procedente de carnes, pescados, huevos, etc. En la boca, deja un cierto regusto a regaliz, según la dosis. Se utiliza en bebidas que contienen café, saborizantes, refrescos y en los productos fortificados o enriquecidos con vitaminas y minerales, además de enjuagues bucales y productos bajos en grasa. En ocasiones, se emplea con otras sustancias como potenciador del sabor. La taumatina está catalogada como «Reconocida Generalmente como Segura» por la Administración de Alimentos y Drogas de los Estados Unidos. Puede ser usada de acuerdo con las buenas prácticas de fabricación.

  • El aspartamo o E 951, tan común en los postres y pastillas de menta, fue descubierto en 1965 y se comenzó a utilizar inicialmente en Estados Unidos. Está formado por la unión de dos aminoácidos (constituyentes básicos de las proteínas), denominados fenilalanina y ácido aspártico. Tiene un elevado poder edulcorante; es unas 200 veces más dulce que el azúcar. Por este motivo, a pesar de que es calórico, conviene utilizar muy poca cantidad y su valor energético resulta inapreciable. A diferencia de otros edulcorantes, carece de regusto.

    Su principal inconveniente radica en que no resiste bien las altas temperaturas, por lo que no puede usarse en productos sometidos a temperaturas altas. Se emplea en: refrescos, zumos, cereales de desayuno, como edulcorante de mesa, chicles, lácteos, mermeladas, bebidas calientes de chocolate, multivitaminas y y en productos farmacéuticos. Es una sustancia inocua salvo en personas que padecen fenilcetonuria; una enfermedad congénita en la que se acumulan cantidades muy altas de fenilalanina en sangre, originando retraso mental y otras alteraciones importantes de la salud y calidad de vida. Por este motivo, en el etiquetado es obligatorio que aparezca una de estas advertencias: “no apto para fenilcetonúricos”, “contiene una fuente de fenilalanina”. La ingesta diaria admisible es de 0-40 miligramos por kilogramo de peso (SCF).

  • Neohesperidina DC -dihidrocalcona- (NHDC) o E 959. Se obtiene por modificación química de una sustancia presente en la naranja amarga, Citrus aurantium. Es entre 400 y 1800 veces más dulce que la sacarosa y tiene un sabor dulce más persistente, con regusto a regaliz. Se degrada en parte por la acción de la flora intestinal y es inocuo. Se puede utilizar en chicles, caramelos y bebidas carbonatadas y no carbonatadas, entre otros. También posee propiedades reductoras del sabor amargo. La ingesta diaria admisible es de 0-5 miligramos por kilogramo de peso corporal (SCF).
  • El nuevo aditivo de alto poder edulcorante derivado del azúcar común se llama Sucralosa. Es 600 veces más dulce que el azúcar, no provoca caries, no se transforma en el organismo y no aporta calorías. Además, es muy soluble en agua y tiene una excelente estabilidad en una amplia gama de alimentos procesados y bebidas, como edulcorantes de mesa, frutas procesadas, chicles y productos horneados. La ingesta diaria admisible es de 0-15 miligramos por kilogramo de peso corporal (SCF).

    Edulcorantes, ¿son realmente necesarios?

    Los edulcorantes no nutritivos constituyen, por tanto, una alternativa al consumo de azúcar y permiten seguir disfrutando a muchas personas del sabor dulce, con la ventaja de que no aportan calorías, no producen caries y que no influyen en la glucemia o niveles de azúcar en sangre. Su empleo es muy adecuado para personas que tienen sobrepeso u obesidad y que requieren de dietas hipocalóricas y para quienes padecen diabetes o hipertrigliceridemia; enfermedades en las que se ha de limitar y controlar la ingesta de azúcares sencillos. No obstante, para la población general no son estrictamente necesarios, puesto que el consumo moderado de azúcares simples tiene cabida bajo los criterios de dieta equilibrada

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