La alimentación cobra especial importancia durante el embarazo, pero más aún si éste se produce durante la adolescencia. Es un periodo en el que las demandas de energía y nutrientes son mayores que en otras etapas de la vida. La educación nutricional de la futura madre es siempre conveniente, pero imprescindible en una embarazada adolescente.
Aumento de las necesidades nutritivas
Actualmente, la edad media de la menarquia o primera menstruación se sitúa entre los 12 y 13 años de edad. Normalmente, el crecimiento continúa durante 4 años más, aunque a un ritmo más lento que durante la etapa prepuberal. Se considera que las chicas, durante la pubertad, aún son biológicamente inmaduras para quedar embarazadas. De hecho, si se produce este hecho, sus requerimientos nutricionales serán la suma de las necesidades necesarias para el embarazo más las que precisan para su propio crecimiento. Una vez completado el crecimiento (aproximadamente 4-5 años de postmenarquia o hacia los 17 años de edad), las necesidades nutricionales de la adolescente embarazada serán similares a los de la mujer adulta embarazada.
La media total estimada de los requerimientos energéticos para las adolescentes oscila entre las 2200 y 2400 kcal/día. Como el gasto energético es variable, la mejor forma de garantizar que la ingestión sea la adecuada es la obtención de un aumento de peso suficiente.
Asesoramiento continuo y personalizado
Para conseguir una correcta valoración y educación nutricional de la adolescente embarazada, se requiere asesoramiento continuo e individualizado. Esta valoración debe incluir un análisis del crecimiento, de la talla y peso actuales y de la edad ginecológica (edad cronológica menos la edad de la menarquia), así como un interrogatorio sobre los hábitos dietéticos. En referencia a este último punto, es importante analizar los hábitos dietéticos antes del embarazo, los posibles trastornos dietéticos, número y horario de las comidas principales y suplementarias, tipos de comida y posible restricción calórica.
Las adolescentes embarazadas con edad ginecológica joven o malnutridas en el momento de la concepción son las que tienen más necesidades nutricionales. Una mujer joven que concibe poco después de su primera menstruación corre el máximo riesgo fisiológico y, a pesar del aumento de peso materno, los pesos de nacimiento de los neonatos se mantienen bajos.
Este mayor riesgo de restricción en el crecimiento fetal se atribuye a la interferencia en el flujo sanguíneo fetoplacentario y en la transmisión de nutrientes al feto como resultado de las características fisiológicas inherentes al crecimiento materno.
Proteínas, calcio y hierro
Para una correcta educación nutricional deben analizarse los hábitos dietéticos previos al embarazo
Las necesidades proteicas de la adolescente embarazada son comprensiblemente altas. Se establece que para chicas embarazadas de 15 a 16 años se requieren unos 1,5 g de proteínas por kilo de peso y día. Para las menores de 15 años, las necesidades son de 1,7 gramos. Asimismo, es esencial una ingestión calórica adecuada para que las proteínas sean utilizadas para el crecimiento y desarrollo orgánico.
Para reunir las necesidades de calcio y hierro en las adolescentes embarazadas, es esencial un cuidado especial, debido a la pobre ingestión de estos dos nutrientes. Se recomienda una ingesta de 1600 mg de calcio para las adolescentes embarazadas que estén en etapa de crecimiento, algo que se cubre con un litro de leche o alimentos equivalentes (yogur, queso o cuajada). Es la cantidad necesaria para proveer de suficiente calcio y lograr un normal desarrollo fetal sin tener que utilizar las reservas óseas maternas.
Las necesidades de hierro de la adolescente durante su crecimiento son altas, debido al crecimiento de su masa muscular y del volumen sanguíneo. De hecho, la recomendación de un suplemento diario de hierro puede ser necesaria tanto para la mujer adulta embarazada como para la adolescente.
El peso medio de niños recién nacidos con madres adolescentes suele ser significativamente más bajo que en los de la mujer adulta. Asimismo, la tasa de mortalidad de los mismos es mayor. Sin embargo, la media del peso de los bebés al nacer aumenta a medida que lo hace la edad de la madre. Sus músculos generalmente no están suficientemente desarrollados y, posiblemente, el esqueleto no habrá alcanzado el grado óptimo de mineralización. Ciertas reservas de nutrientes (principalmente de hierro, ácido fólico, vitamina A y B12) de la madre son, además, menores que en la mujer adulta bien alimentada.
A estos aspectos se añaden los inadecuados hábitos alimentarios de las adolescentes, desordenados y desequilibrados tanto en cantidad como en calidad de energía y nutrientes. Muchas chicas jóvenes limitan de forma severa su ingesta de alimentos para estar delgadas y conseguir una imagen corporal que, en ocasiones, se acerca más al modelo anoréxico que al fisiológico. Este comportamiento supone un riesgo nutricional adicional para las adolescentes embarazadas, tanto por un bajo peso antes del embarazo, lo que se asocia con mayores riesgos perinatales, como por su incapacidad para reunir las necesidades nutricionales adecuadas en su correcto crecimiento.