Navidad saludable: ¡cambia el chip!

Cinco claves realistas para minimizar el impacto navideño en nuestra salud
Por Aitor Sánchez García 28 de diciembre de 2016
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Imagen: luckybusiness

No hay que engañarse. Diciembre no es el momento idóneo para replantearse hábitos de salud. Por supuesto, toda reflexión sobre los excesos navideños será bienvenida, pero con turrones, mazapanes, cenas de empresa, fiestas y reencuentros en el horizonte, el ambiente general parece desviar la atención sobre otra cosa. El contexto no acompaña. Por eso mismo, este artículo pretende ser realista, en lugar de ser una idílica colección de propuestas que acaban en saco roto. No se trata, por tanto, de adelantar los propósitos de año nuevo a finales de diciembre, sino de sacarle partido a todo este desenfreno de festividad.

1. Recordatorio: la Navidad dura dos semanas, no un trimestre

Las calles tienen luces, en los supermercados hay turrones y la televisión se llena de juguetes. De acuerdo. Eso no quiere decir que tengamos que pasar un trimestre entero junto a un árbol de luces y con un plato de bombones y mazapanes recibiendo a nuestros invitados en la entrada de casa.

Podemos limitar la franja de este tipo de ambiente a un periodo más concreto: del 22 de diciembre al 6 de enero por ejemplo. De esta manera, minimizamos la pre Navidad y el enero de sobras que parecemos arrastrar al mes siguiente con un congelador lleno y una despensa todavía rebosante de dulces.

2. Más calorías, ¿qué tal si hacemos ejercicio de fuerza?

Durante las Navidades se consume una mayor cantidad de energía y la gente cambia su patrón de alimentación. Usemos este factor para darle la vuelta a la situación: en lugar de intentar «moderarse» con los bombones que tenemos en la mesa mientras vemos ‘Ben-Hur’, hagamos en estas vacaciones una rutina de ejercicio de fuerza.

Energía y calorías no faltarán en la dieta. Aprovechemos al menos para que parte de ese sobrante vaya a crear tejido muscular, y no solo grasa. De esa manera estaremos aprovechando en parte el «exceso».

3. Reencuentros con los amigos y familia. ¿Hacemos algo de ejercicio?

Puestos a hacer algo de ejercicio, que no nos reste tiempo de estar con los nuestros. Un partido de pádel, una pachanga con las amistades, un paseo con la familia, una quedada en el rocódromo o una excursión de senderismo son solo algunas opciones. Los bares no son el único lugar de encuentro de estas fiestas. Todos esos cafés, tés, cervezas o copas pendientes se pueden llevar a otro entorno que sea mucho más provechoso también para la salud.

4. Preparando el menú: ¿qué tal sorprender con nuevas recetas?

Estos días de respiro también dan nuestro tiempo para enfrentarse a nuevos retos. Aprender nuevas técnicas de cocina o recetas es siempre una idea genial. Podemos salir de la rutina y preparar nuevos platos saludables para las cenas de Nochebuena y Nochevieja. O, ¿por qué no llevar un postre o un entrante distinto, si vamos de invitados? No hace falta siempre llevar un dulce o un vino. ¡Sorprendamos como huéspedes o invitados a la gente de nuestro entorno!

5. Cambia el chip: calidad por cantidad

Tenemos ese sesgo inconsciente de que la Navidad es un periodo de excesos. Es normal porque, en nuestra cultura, las celebraciones van unidas a una mayor cantidad y a la abundancia y agasajos en general. Una buena manera de modificar el enfoque es canalizar el mayor gasto en comprar calidad en lugar de cantidad. No es cuestión de llenar la mesa hasta que tiemblen las patas, sino de celebrar en un entorno festivo y de compañía.

¿Eso acaso no se puede hacer con productos de mayor calidad? Quizás es un buen momento para apostar por un buen pescado o carne, queso, marisco, setas más exclusivas, chocolate… No es cuestión de dejarse un dineral, sino de sustituir el que se destinaría a chips, embutidos, foies o dulces. ¿Le miramos la parte más aprovechable a esta Navidad?

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