El llamado “síndrome de intestino permeable“, que en teoría genera una larga lista de trastornos tanto agudos como crónicos, ha ganado popularidad. Pero, ¿es real? En septiembre de 2013, los doctores Matt Odenwald y Jerrold Turner, del Departamento de Patología de la Universidad de Chicago, revisaron esta cuestión. En su artículo, publicado en la revista oficial de la Asociación Americana de Gastroenterología (Clinical Gastroenterology and Hepatology) los investigadores declararon que la existencia de dicho síndrome no se ha demostrado. El presente artículo analiza en qué consiste este supuesto síndrome, si es cierto que puede generar otras enfermedades, cuáles son los riesgos de modificar la dieta en base a suposiciones y por qué ciertas dolencias ficticias calan tan hondo en la opinión popular.
Síndrome de intestino permeable, ¿qué es?
El síndrome de intestino permeable, que no aparece en ningún tratado médico de referencia, es una teoría sin suficiente base científica como para tomarla en serio. Quienes la empuñan mezclan verdades (como que la barrera intestinal impide que muchos gérmenes pasen al torrente sanguíneo) con hipótesis sin demostrar (como que la esclerosis múltiple tiene su origen en el intestino). Si bien la mucosa intestinal puede lesionarse por algunas enfermedades, a causa del abuso del alcohol o por un uso frecuente de determinados fármacos, no es cierto que una mala dieta afecte al revestimiento intestinal hasta el punto de anular la inmunidad y generar fatiga crónica, asma, lupus, esclerosis múltiple o autismo, según afirman determinados terapeutas alternativos.
Es importante tener en cuenta que aunque el intestino se puede dañar a causa de dolencias (como la enfermedad celíaca) o tratamientos (medicamentos para la quimioterapia), esto no funciona al revés: un intestino dañado no hace que contraigamos el VIH.
NHS Choices, el mayor portal sanitario del Reino Unido, vinculado a su Sistema Nacional de Salud, detalla que la lista de productos que venden quienes defienden estas teorías incluye libros redactados con el objetivo de convertirse en top-ventas (y enriquecer a su escritor), complementos dietéticos, numerosos alimentos especiales (por ejemplo, sin gluten) y diversas dietas milagro, como «dietas depurativas» o «dietas antifúngicas». Ni los libros ni ninguno de los tratamientos tienen sostén científico, según NHS Choices.
¿Es verdad que este síndrome origina otras enfermedades?
Los defensores del «síndrome de intestino permeable» afirman que restaurar la impermeabilidad de la barrera intestinal curará las enfermedades subyacentes, algo que no se ha demostrado en ensayos clínicos. De hecho, Odenwald y Turner citan investigaciones que muestran que la pérdida de la barrera intestinal, por sí sola, es insuficiente para iniciar las enfermedades citadas por los terapeutas que apoyan la existencia de este síndrome. Incluso puede que suceda al revés, que la mayor permeabilidad observada en un paciente esté causada por la enfermedad subyacente. Así, se debería tratar la enfermedad para mejorar la permeabilidad intestinal.
Pero no solo los terapeutas alternativos quieren sacar provecho de este síndrome, ya que la industria farmacéutica también se ha apuntado. En el mercado existen fármacos diseñados para este síndrome, que en teoría restaurarían la barrera intestinal. Su eficacia está, para Odenwald y Turner, por demostrar. Por eso ambos científicos insisten en que «los tratamientos actuales para la disfunción de la barrera [intestinal] deben dirigirse a la enfermedad subyacente»; esto es, a la verdadera causa.
¿Es peligroso modificar la dieta por el supuesto síndrome?
Tomar complementos dietéticos no siempre es seguro, tal como detalló el texto ‘Complementos dietéticos: cuidado con lo «natural»‘, publicado en EROSKI CONSUMER. Tampoco lo es tomar fármacos de dudosa eficacia o realizar complicadas dietas alejadas de un patrón de alimentación saludable. NHS Choices subraya que, «por lo general, la eliminación de los alimentos de la dieta no es una buena idea, a menos que sea estrictamente necesario (por ejemplo, si usted padece una enfermedad celíaca)». Dicha supresión puede generar desequilibrios y deficiencias nutricionales de incierto final.
En caso de padecer una enfermedad que altere la mucosa intestinal, lo primero es acudir al médico de cabecera, que decidirá si es necesario el asesoramiento de un gastroenterólogo. Es muy probable que sea necesario el apoyo de dietistas-nutricionistas, que adaptarán la dieta del paciente para disminuir los síntomas.
¿Por qué triunfan estos planteamientos paracientíficos?
Si el funcionamiento del intestino humano es difícil de entender, las patologías que le afectan no le van a la zaga en complejidad. Son patologías que dan nombre a asignaturas universitarias, a tratados médicos de cientos de páginas y a decenas de revistas científicas especializadas. Para hacerse una idea, basta con comprobar que en los últimos cinco años se han publicado más de 75.000 investigaciones relacionadas con enfermedades intestinales, según recoge la base de datos PubMed. Es esta complejidad, en parte, la que explica el éxito que obtienen muchos falsos gurús cuando se inventan enfermedades cuyo origen está en nuestro intestino.
Y es que en el ámbito de las terapias alternativas pasa que cuanto más difícil es comprender una enfermedad, más altas son las posibilidades de que aparezca un autodenominado «experto» para abordarla. Se vanagloriará de haber encontrado las causas y la solución de la dolencia. El tratamiento será rápido, sin esfuerzo y, sobre todo, estará exento de todo rigor científico, que es el que debe sustentar cualquier aspecto relacionado con la salud pública.
Otro factor que justifica por qué tienen éxito las enfermedades intestinales «inventadas» es el hecho de que en los últimos años ha incrementado de forma notable el conocimiento del intestino. Ha pasado de ser un órgano que tan solo digería, transportaba y eliminaba los alimentos que ingerimos, a participar en el sistema inmune. No obstante, Odenwald y Turner, en el artículo antes citado, muestran que los estudios sobre esta participación no aportan respuestas definitivas. Se debe seguir investigando, pero con una actitud cauta ante mensajes que solo hacen engrosar la cartera de alguien poco interesado en la medicina basada en la evidencia.