¿Por qué a los niños les gusta que les cuenten el mismo cuento una y otra vez?

Al igual que otras rutinas cotidianas, escuchar cada día el mismo cuento brinda a los pequeños una seguridad y tranquilidad fundamental para ellos
Por Cristian Vázquez 11 de julio de 2017
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Imagen: evgenyataman

A los niños les encanta escuchar siempre los mismos cuentos. Y no basta con que sean las mismas historias. La narración tiene que respetar cada detalle con exactitud. Si hay cambios, los pequeños se inquietan y se enfadan. ¿A qué se debe? Este artículo explica por qué los niños piden que les cuenten cada noche el mismo cuento, de qué manera esto les proporciona seguridad, tranquilidad, placer, vocabulario y hasta superación de sus miedos y qué consecuencias tendría que el adulto se empeñara en modificar los relatos.

Cada noche el mismo cuento

A los niños les encanta que les cuenten cuentos. De hecho, es uno de los rituales más comunes cuando se van a la cama, justo antes de dormir. Es en ese momento cuando se da una situación curiosa: el pequeño quiere escuchar el mismo cuento de siempre. Y no quiere solo la misma historia, sino también los mismos detalles: todo debe ocurrir igual que siempre, como él ya sabe que sucede.

¿Qué pasa si el cuento cambia? Pues el niño indicará al adulto que se lo cuenta que se ha equivocado, le corregirá, le dirá los datos correctos. Y si el adulto insiste en su propia versión, el pequeño se enfadará, quizás hasta rompa en llanto. Pero ¿por qué? ¿Cuál es el motivo por el cual los niños quieren siempre el mismo cuento, sin modificaciones?

La repetición brinda al niño seguridad y tranquilidad

«Hay varias posibles explicaciones», afirma José Luis Gonzalo Marrodán, psicólogo clínico y psicoterapeuta infantil, miembro de la Sociedad Española de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente (SEPYPNA). «Una de ellas -añade- es un fenómeno evolutivamente normal en la infancia: los rituales. Cuando un niño pide que le lean un cuento una y otra vez, sabe que ello conlleva un ritual que se establece con una secuencia invariable dirigida por él, que le otorga seguridad«.

Esto quiere decir que el cuento forma parte de una serie de acciones que el pequeño de algún modo necesita que se repitan: bañarse, ponerse el pijama, cenar, meterse en la cama, etc. «La repetición de un guion prefijado le da un sentimiento de control sobre el mundo que le rodea, incluida la historia que se le cuenta», apunta Gonzalo Marrodán.

«A veces a los adultos se nos olvida que los peques viven en un mundo todavía desconocido y que las emociones que ellos experimentan son muy intensas», destaca por su parte María Ángeles Albamonte, psicoanalista, psicóloga infantil y miembro del Centro Psicoanalítico Valenciano (CPV). Esas emociones intensas tienen lugar con mucha frecuencia en la vida cotidiana: miedo e inquietud ante lo desconocido, ansiedad ante la separación (a menudo experimentada como una pérdida irreparable), emoción y seguridad gracias a la presencia de un adulto comprensivo y cariñoso, etc. En ese contexto, las rutinas son fundamentales, porque otorgan a los niños la tranquilidad que necesitan.

Saber qué pasará, parte del placer

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Imagen: Esbenklinker

Si se observa con atención, esta búsqueda de invariabilidad no es exclusiva de los niños. «En el acto de repetir hay una vivencia de placer en sí mismo -explica Gonzalo Marrodán-, como cuando los adultos repetimos una secuencia de conductas: escuchar música, leer, hacer deporte o cualquier otra actividad. Hay una anticipación por parte de los centros del placer del cerebro, que tanto a nosotros como a los pequeños nos lleva a repetir anticipando que será placentero».

El cine de Hollywood es un buen ejemplo de ello. Las historias clásicas, las de mayor éxito de público, han sido y son las de final feliz. Cuando los adultos ven películas de acción o comedias románticas, saben de antemano que, pase lo que pase, al final ganarán los buenos y la chica y el chico terminarán juntos. Y no solo lo saben. Desean que así sea, lo necesitan. Esa repetición es parte del placer.

Al saber el final, el miedo desaparece

Los cuentos no solo entretienen y divierten a los niños, sino que también son parte de su aprendizaje. Una de las grandes utilidades de los cuentos es ayudar a los pequeños a superar sus miedos. Este proceso se realiza a través del tema de las historias (con tramas que cuentan cómo distintos personajes pierden el temor hacia la oscuridad, los animales, seres imaginarios, pesadillas, etc.), pero también gracias a la repetición de esas mismas historias.

En palabras de Albamonte, el hecho de que los niños sepan lo que viene después en el relato que les cuentan contribuye a que el miedo desaparezca. «Si se aterrorizan porque Pulgarcito está perdido en un bosque, experimentan cada vez que lo escuchan una emoción intensa, pero como saben que acabará bien, poco a poco van desarrollando la capacidad para dominar y matizar sus emociones». Es decir, es otro modo de obtener tranquilidad.

Ayuda para la adquisición de vocabulario

Y, además, la repetición de los cuentos ayuda a que los pequeños aceleren la adquisición de vocabulario. A esa conclusión llegó un estudio de científicos británicos, publicado en 2011 en la revista Frontiers in Psychology. Los investigadores trabajaron con dos grupos de niños de tres años, a los que les leyeron historias que introducían dos palabras desconocidas para ellos; a uno de los grupos les contaron tres cuentos diferentes, mientras que al otro les contaron siempre el mismo. Los de este último grupo, al final de la experiencia, recordaban mejor las palabras nuevas que los que habían escuchado cuentos distintos.

«Lo que esta investigación sugiere es que lo importante no es el número de libros sino la repetición de cada uno de ellos, porque es lo que propicia un mayor aprendizaje», señalan los autores en las conclusiones del trabajo. «La primera vez puede ser solo la comprensión de la historia, la segunda la percepción de los detalles y la descripción, y así de forma progresiva», añade el texto, mientras que «si la nueva palabra se introduce en una variedad de contextos, lo más probable es que los niños no logren concentrarse tanto en la palabra nueva».

Y si el adulto se empeña en modificar los cuentos, ¿qué pasa?

Otro elemento importante tiene que ver con el vínculo entre el menor y el adulto que lee el cuento. En general, ese adulto “es una figura significativa en el mundo afectivo del niño”, de tal modo que se produce “un componente fundamental de experiencia de conexión emocional, que al pequeño le nutre afectivamente“, indica Gonzalo Marrodán.

Para el adulto que lee el cuento sería más entretenido cambiar de relato cada noche o introducir pequeñas variantes para que la historia no sea siempre igual. Pero ¿qué pasaría si en efecto lo hiciera? Pues eso equivaldría a romper el pacto con el niño, que se enfadará y sentirá que se ha quebrado “la experiencia ‘corazón con corazón’ que tanto les nutre afectivamente”, explica Gonzalo Marrodán. En consecuencia, el efecto será el opuesto: el menor no ganará tranquilidad, sino inquietud e inseguridad.

En todo caso, en determinado momento se puede buscar una “negociación” con el pequeño, para ver si admite la introducción de nuevas historias, distintos temas, otros personajes, etc. “Pero siempre como una invitación, y no como una imposición”, añade el especialista. Y María Ángeles Albamonte completa: “Cuando esta repetición deje de serle útil, el propio niño dejará de pedirla y se dedicará a otros menesteres más espontáneos”. Es parte de su crecimiento y desarrollo natural, un capítulo más en su aprendizaje.

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