Seis preguntas sobre el parto inducido

El parto inducido conlleva riesgos y se debe practicar cuando los beneficios de finalizar el embarazo superan a los de continuar con la gestación
Por Marta Vázquez-Reina 22 de febrero de 2012
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Imagen: ripkas

Un parto natural es siempre espontáneo, pero en algunos casos, esperar a que este momento llegue por sí solo conlleva ciertos peligros para el bebé o para la madre y esto obliga a adelantarlo de forma artificial. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, la inducción al parto también tiene sus propios riesgos. Por este motivo, tan solo se debe practicar cuando finalizar el embarazo reporte para la salud de la gestante y del feto beneficios superiores a los de continuar con la gestación.

1. ¿Qué es un parto inducido?

El parto inducido consiste en desencadenar contracciones uterinas de manera artificial

La forma más natural de dar a luz un bebé es el parto espontáneo: la mujer comienza a tener contracciones cada vez más frecuentes, que generan el descenso del feto, dilatan el cuello uterino y facilitan el trabajo de expulsión que culmina con el nacimiento.

Sin embargo, en ocasiones, determinadas complicaciones o riesgos impiden que la finalización del embarazo se inicie de esta manera natural. Se recurre entonces a un procedimiento denominado inducción al parto, que consiste en desencadenar de manera artificial, a través de medios farmacológicos o quirúrgicos, contracciones uterinas que consigan que el parto se desarrolle por vía vaginal.

2. ¿Es muy habitual?

La inducción al parto es una práctica que se ha extendido de forma significativa en la última década, sobre todo, en los centros hospitalarios privados. Aunque no hay estadísticas nacionales que recojan la incidencia de este tipo de alumbramientos en España, los datos que proporcionan algunas autonomías son bastante ilustrativos, como los de la Dirección General de Salut Pública de la Generalitat Valenciana. Según este organismo, en el año 2008, el 27,4% de los partos en los hospitales públicos de la comunidad fueron inducidos, una cifra que ascendió al 41,7% en los privados.

Estas cifras se alejan mucho de las recomendadas por la Organización Mundial de la Salud (OMS), que estima que lo adecuado es que los partos inducidos no superen la tasa del 10% del total de alumbramientos de la población.

3. ¿En qué casos está indicado?

La inducción al parto está indicada cuando el riesgo de continuar con el embarazo tanto para la madre como para el feto sea mayor que los riesgos que implica la inducción. En general, el trabajo de parto se induce en los siguientes casos:

  • Cuando se prevén complicaciones maternas o fetales en el caso de parto espontáneo.
  • En los embarazos que superan las 41-42 semanas, por el riesgo de que el bebé y la madre sufran alguna complicación.
  • Cuando el feto está en peligro de no recibir los nutrientes o el oxígeno suficiente a través de la placenta y deja de crecer dentro del útero.
  • Cuando el bebé sufre alguna patología o malformación que requiera de un tratamiento o una intervención inminente.
  • Cuando la madre registra síntomas de preeclampsia.
  • Cuando la madre rompe la bolsa, pero no comienza el trabajo de parto en un periodo máximo de 24 horas y tiene riesgo de contraer infecciones.
  • Cuando ha ocurrido la muerte fetal en el útero.
  • Cuando la madre tiene alguna enfermedad que puede poner en riesgo su salud o la del bebé, como diabetes gestacional o hipertensión.

4. ¿Tiene riesgo este procedimiento?

Los partos inducidos conllevan riesgos tanto para la madre como para el feto, derivados en general de la mayor prolongación del parto y de la hiperestimulación uterina. Según el protocolo de inducción del parto del Hospital Universitario Clínic de Barcelona, la inducción «se asocia con un aumento de complicaciones, en comparación con el trabajo de parto espontáneo, sobre todo, en primigestas».

Algunos de los riesgos más comunes del parto inducido son: el incremento de la posibilidad de finalizar con parto por cesárea, la aspiración de meconio o la rotura uterina (con mayor riesgo si la gestante ha tenido una cesárea anterior). Por este motivo, es necesario que antes de tomar la decisión de finalizar el embarazo con una inducción se valoren de forma detenida distintos aspectos. Tres de ellos son:

  1. Establecer una cuidadosa relación riesgo-beneficio entre una alternativa y la otra.
  2. Elegir la semana de gestación para evitar la prematuridad.
  3. Escoger el método de inducción más adecuado a la gestante y a sus circunstancias particulares.

5. ¿Cuándo está contraindicado?

El parto inducido está contraindicado en los mismos casos que un parto vaginal, como la desproporción céfalo-pélvica, la placenta previa o la presentación anómala del bebé. Pero además, los especialistas desaconsejan su práctica cuando la madre tiene antecedentes de rotura uterina, si se ha sometido a una cesárea anterior con incisión uterina clásica o cuando hay hiperdistensión uterina.

6. ¿Qué es el parto inducido electivo?

En algunos casos, el parto inducido no es fruto de una decisión médica ante una valoración de posibles riesgos del parto espontáneo, sino que parte de una decisión electiva de la gestante por motivos personales, laborales o de otra índole particular. Según la OMS, en algunos países, el 10% de los partos son inducidos por elección.

Esta opción de parto inducido de manera voluntaria y sin indicación médica supone más riesgos que beneficios, tal como muestra un estudio realizado por la OMS en el año 2007. Entre los más significativos, destaca el aumento de partos vaginales instrumentales, la mayor necesidad de anestesia epidural, hemorragias posparto y hospitalizaciones más largas. En cuanto a los recién nacidos, la inducción electiva amplía el porcentaje de bebés que necesitan cuidados intensivos neonatales tras el nacimiento.

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