Tarjetas bancarias prepago

Permiten comprar de forma segura en Internet y controlar los gastos porque tienen un saldo acordado de antemano
Por Elena V. Izquierdo 5 de abril de 2011
Img teclado cajero
Imagen: Vaughan Willis

A pesar de las numerosas ventajas que aportan las tarjetas de crédito, uno de sus principales inconvenientes en momentos de crisis económica es la posibilidad de gastar con ellas más dinero del que se tiene. Pagar de forma aplazada las compras puede generar un endeudamiento en los meses posteriores, tanto porque se corre el riesgo de adquirir más de lo necesario, como por los intereses que aplican las entidades en determinados tipos de pago. Otro de los rasgos negativos es el peligro que algunos internautas perciben al facilitar los datos de su tarjeta para abonar el importe de una compra o de un servicio a través de la Red. Aunque la mayoría de los sitios son seguros, el hecho de que la cuenta corriente se asocie al plástico favorece que muchas personas prefieran no comprar en Internet. Para solucionar estos inconvenientes, las tarjetas prepago permiten al cliente recargarlas con una cantidad específica y le dan la posibilidad de disponer solo del saldo cargado, sin el peligro de que, en caso de fraude, le sustraigan dinero de su cuenta corriente.

Seguras y cómodas

Seguras y cómodas

El saldo que se carga en las tarjetas prepago permite después al usuario comprar en comercios, adquirir productos a través de Internet, pagar en restaurantes o sacar dinero en efectivo de un cajero, siempre con el límite de la cantidad que el cliente ha cargado en la tarjeta. Los usuarios tienen la posibilidad de ingresar el saldo exacto que necesitarán para realizar una compra concreta o bien una cantidad mayor, para poder usarla varias veces.

Algunas tarjetas se diseñan con un formato de usar y tirar, es decir, solo están disponibles para una ocasión, lo cual puede ser aconsejable para personas que no quieran hacer más que una compra puntual y no vuelvan a necesitarlas. En el caso de que deseen hacer otra operación, pueden adquirir una nueva. Otras permiten llevar a cabo recargas sucesivas cada vez que se piensa adquirir un producto o mantener un saldo más elevado para realizar una compra y evitar una transferencia de dinero a la tarjeta cada vez que se paga un artículo.

No están vinculadas a ninguna cuenta corriente ni a ningún otro plástico, por lo que el pago es seguro

La mayoría están emitidas por las mismas plataformas de medios de pago que el resto de los plásticos (Visa y Mastercard, entre otras), de modo que lo habitual es que los locales físicos o virtuales que aceptan tarjetas de crédito o de débito no pongan inconvenientes en admitir también la versión prepago.

Una de las características más atractivas es que no están vinculadas a ninguna cuenta corriente ni a ningún otro plástico, por lo que el pago es seguro. Es imposible hacer un rastreo para llegar hasta la cuenta corriente del cliente, ya que ésta no tiene ninguna relación con la tarjeta prepago. En el peor de los supuestos, si el comprador entra en una página fraudulenta o le copian la banda magnética en un establecimiento, podrían quitarle el dinero que sobre en el saldo de esta tarjeta, que siempre será mucho menor que el ahorrado en el banco.

Otra de sus ventajas es que la mayoría no tienen comisiones de mantenimiento o de emisión. Cuando las hay, lo habitual es que se eliminen por el hecho de realizar con ellas un pequeño número de compras al año. Si el titular tiene contratados otros productos en la entidad, también son gratuitas. Como no permiten aplazar pagos o comprar sin tener dinero en la cuenta, carecen de intereses.

Solicitud y recarga

Las tarjetas prepago se pueden solicitar tanto en la ventanilla de las entidades financieras de las que el usuario es cliente como en cajeros automáticos o a través de Internet. La expedición de un plástico prepago en el banco tarda unos días, pero en ningún caso es necesario estudiar el historial crediticio del solicitante porque una vez recibido, el titular transferirá desde su cuenta corriente el dinero que estime oportuno. Si el usuario decide pedirlas en un cajero o a través de Internet, el proceso de entrega de la tarjeta se acelera, de modo que en función de la necesidad del solicitante se puede elegir el medio más oportuno.

La recarga se puede realizar en la sucursal, en un cajero o a través de Internet

Una vez que el titular dispone de la tarjeta, se activa mediante una recarga. Al igual que sucede con la solicitud, las entidades ponen a disposición del usuario diversas maneras de transferir el dinero al plástico. Si el consumidor tiene una cuenta corriente que puede gestionar on line, es posible recargar el saldo a través de Internet, solo con su clave y los dígitos de la tarjeta prepago. Si lo prefiere, puede realizar esta operación en un cajero automático o bien con la ayuda de los empleados del banco, tras indicarles el dinero que quiere ingresar.

El saldo de la tarjeta no caduca. Esto es positivo para quienes realizan una recarga puntual para una operación y olvidan el dinero que les ha sobrado. Aunque en el plástico figura la fecha de caducidad del plazo para usarla, como sucede con las tradicionales, cuando llega este día se renueva de modo automático por otro plazo idéntico al inicial o el cliente recibe una nueva con la fecha modificada.

Tarjetas prepago solo para Internet

No todas las tarjetas prepago son de plástico. Algunas son cartoncillos o papeles impresos sin banda magnética y otras solo existen de forma virtual, carecen de soporte físico. El titular cuenta con los 16 dígitos que forman el número, además de la fecha de caducidad y el número secreto. También recibe el código de verificación de la tarjeta -tres dígitos que piden las tiendas virtuales para comprar en Internet, y que en las tarjetas físicas aparece en el reverso-.

El cliente solicita este medio de pago en el banco o la caja de ahorros, en el cajero o en la entidad on line. Al no ser necesario expedir un soporte físico, es frecuente que la emisión se pueda hacer de manera inmediata. De este modo, el internauta puede ver el producto que desea, conocer su precio, solicitar la tarjeta con el importe exacto y realizar la compra. Si ya tiene el impreso y quiere recargar la tarjeta, se puede hacer con la misma rapidez.

Los titulares no tienen por qué ser clientes de la entidad que expide el plástico

Algunas empresas ni siquiera obligan al solicitante a que sea su cliente. Éste es uno de los puntos interesantes de las prepago virtuales, porque no es necesario transferir un dinero a otro banco o abrir una cuenta corriente para disfrutar de la tarjeta. Si ya trabaja con la entidad on line, el consumidor puede pedir este medio de pago, obtenerlo en el momento y recargarlo de inmediato con la cantidad que desee.

Si no forma parte de la entidad, el internauta puede dirigirse a una sucursal o a un cajero automático donde contrata la tarjeta y la activa. En este supuesto, solo necesita tener una tarjeta de crédito o de débito convencional con la que se hará la recarga.

Lo habitual es que se utilicen solo en Internet y no se acepten en otro tipo de comercios. La operación es igual que en el caso de las tarjetas de plástico, ya que el titular solo tiene que elegir el producto e introducir los 16 dígitos, la clave, la caducidad y el código de verificación, como lo haría con las tradicionales.

Anónimas o identificadas

El titular de la tarjeta prepago virtual o impresa cuenta con la posibilidad de gestionar el alta con su nombre, ponerla a nombre de otra persona u optar por que ésta sea anónima. Esto aporta confidencialidad a todos los actos que se realicen con la tarjeta porque el usuario no facilita su identidad ni cuando la pide ni cuando la activa, la recarga o la utiliza. Puesto que el cliente tiene el número secreto para realizar los movimientos, aunque la pierda, nadie más puede utilizarla. Requiere introducir las claves, sin tener que identificarse, cuando se quiera comprar, consultar el saldo o hacer una recarga.

Los usuarios de la tarjeta virtual pueden optar por que ésta sea anónima

Por lo general, las tarjetas virtuales son gratuitas y aunque algunas entidades cobran cada vez que se realiza una recarga, no es lo más frecuente. Las tarifas que aplican los bancos y cajas que sí contemplan comisiones oscilan en torno al 1% de la cantidad ingresada, con un mínimo de 1 euro.

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