Petróleo a partir de carbón

El elevado precio del crudo puede devolver al carbón el protagonismo de hace años, aunque habrá que controlar sus efectos contaminantes
Por Alex Fernández Muerza 18 de agosto de 2006

Los expertos calculan que el fin del petróleo asequible ocurrirá dentro de entre 40 y 100 años, una vez que su extracción resulte inviable económicamente. No obstante, el «oro negro» podría seguir siendo el principal recurso energético mundial muchas décadas más gracias a las tecnologías que permiten obtenerlo a partir del carbón.

Hasta el momento, estos sistemas se han mantenido relegados por su alto coste. Sin embargo, varios hechos pueden convertirles en protagonistas del panorama energético:

  • En los últimos cinco años, la escalada de los precios del petróleo ha sido espectacular y la tendencia apunta a un mayor aumento. El barril se acerca ya a los 70 dólares y los expertos aseguran que ya no podrá bajar de los 60 dólares, frente a los 20 que se pagaban hace más de una década
  • Las reservas totales de carbón accesibles de forma económica son suficientes para los próximos 250 a 500 años. Además, el carbón garantiza un suministro constante a precios moderados, al encontrarse sus reservas distribuidas en más de cien países del mundo. Este hecho no ocurre con el petróleo y el gas natural, ubicados en unas pocas áreas geográficas asoladas además con problemas de inestabilidad política

Los principales productores de este mineral – China, Estados Unidos, India, Australia y Sudáfrica- prevén duplicar su consumo en los próximos 25 años
En este sentido, los principales productores de este mineral – China, Estados Unidos, India, Australia y Sudáfrica- prevén duplicar su consumo en los próximos 25 años. El gigante asiático posee el 12% de las reservas mundiales de carbón y no tiene bastante petróleo para cubrir su intenso crecimiento económico. Por ello, planea gastar casi ocho mil millones de euros durante la próxima década en plantas que convierten el carbón en combustibles líquidos o en productos químicos. Empresas chinas del sector, entre ellas Shenhua, la mayor del país, cuentan ya con varios proyectos de construcción de estas plantas.

En Estados Unidos, con un 95% de sus reservas totales constituidas por carbón, el presidente Bush anunciaba recientemente el aumento presupuestario para la investigación de nuevas fuentes energéticas que reemplacen al petróleo. En dicha partida, las tecnologías que aprovechen el carbón de la manera más eficaz y limpia posible se encuentran destacadas. Por su parte, los inversores ven cada vez más claro las posibilidades de negocio de sectores antes olvidados como el de los productores de turbinas basadas en el carbón. No obstante, otras fuentes invitan a la cautela, habida cuenta de que la tecnología requiere una enorme inversión de capital y las fábricas se volverían inviables si cayera el precio del petróleo.

A pesar de las ventajas económicas de estas tecnologías, sus efectos nocivos en el medio ambiente suponen un grave inconveniente. La transformación del carbón en gas natural o en diesel genera mucho más dióxido de carbono -gas que contribuye al calentamiento global- que usar petróleo o gas natural común para elaborar combustible, y los actuales métodos se preocupan más por mejorar su rendimiento económico que por sus efectos contaminantes. Por ello, algunos expertos proponen apostar por las denominadas «tecnologías limpias de carbón«, que buscan reducir su impacto medioambiental todo lo posible.

Hitler y el petróleo sintético del carbón

Aunque hay diversos métodos para convertir el carbón en combustible líquido o gaseoso, el mayor interés actual se centra en la producción de diesel mediante el sistema Fischer-Tropsch. Mediante este proceso, llamado así por los químicos alemanes que lo desarrollaron en los años 20, se extrae dióxido de carbono, monóxido de carbono y metano del carbón para transformarlo en variadas formas de hidrocarburos líquidos. De hecho, este sistema fue utilizado por Hitler en la Segunda Guerra Mundial para producir más de 90 millones de toneladas de combustible sintético en 1944.

Posteriormente, a partir de los años 80, Sudáfrica retomó su uso, con el que produce la mayor parte del diesel que se consume en el país. Sasol, la empresa que emplea esa tecnología desde hace décadas en Sudáfrica, explora en la actualidad cómo llevar su tecnología al resto del planeta. Por su parte, empresas en todo el mundo desarrollan diversos proyectos, si bien parece que la compañía estadounidense Rentech lleva la delantera. Asimismo, científicos de la Universidad de Carolina del Norte y de la Universidad Estatal de Nueva Jersey ofrecían recientemente detalles en la revista Science de la mejora del método Fischer-Tropsch, aunque reconocían que todavía se encuentra en una fase inicial.

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