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✅ 10 consejos para reducir el desperdicio en casa
- 1. Planificar los menús semanalmente, comprobar los ingredientes de los que ya disponemos y elaborar una lista de la compra según el número de comidas y de comensales.
- 2. Comprar solo lo que en realidad necesitemos, ajustándonos a la lista sin caer en compras impulsivas. Productos frescos preferiblemente por piezas o al peso, como fruta y verdura, carne o pescado no envasados. Así evitamos adquirirlos en grandes cantidades.
- 3. Elegir productos locales y de temporada porque su vida útil probablemente será más larga: sufren menos traslados y han tenido menos tiempo de almacenamiento. Además, los consumiremos en su punto y con todas sus propiedades. No hay que descartar alimentos aparentemente feos, la belleza está en su interior.
- 4. Conservar los alimentos de forma adecuada. Colocar delante los productos más antiguos para ser consumidos primero y poner los nuevos detrás.
- 5. Revisar los alimentos periódicamente para comprobar sus fechas de caducidad y de consumo preferente: atención, porque se trata de limitaciones muy distintas, estos últimos pueden ser consumidos con la fecha vencida.
- 6. Ojo con las sobras. Servir raciones pequeñas, especialmente a los menores. Es mejor repetir que dejar comida en el plato que acabe en la basura.
- 7. Congelar es una excelente opción para alargar la vida de los alimentos. Hay que etiquetarlos con su nombre y fecha, pero, por nuestra seguridad, no hay que esperar al último día para hacerlo.
- 8. Recuperar el recetario tradicional y las recetas de aprovechamiento integral de alimentos. ¡Hay que darles una segunda oportunidad a las sobras y los restos!
- 9. En el restaurante, pedir para llevar la comida que haya sobrado. Cuidado con los bufés libres: es uno de los contextos en los que más alimentos se desperdician.
- 10. Actuar contra el desperdicio desde lo individual hacia lo colectivo.
🗑️ Así se desechan los alimentos en los hogares
El ‘Estudio del Desperdicio Alimentario en hogares y centros educativos de Madrid y Euskadi’ se llevó a cabo en 217 domicilios, cuyos residentes registraron durante siete días sus hábitos de consumo. El resultado: un desperdicio medio de 3 kilos de alimentos por semana.

En cuanto a la percepción del problema, el 54,4 % de los encuestados asegura tirar comida entre uno y dos días a la semana, mientras que un 32,3 % afirma que nunca lo hace. Sin embargo, los datos revelan matices interesantes:
- Las familias con hijos son las que reconocen más desperdicio, y efectivamente registran los niveles más altos.
- Los menores de 35 años creen que tiran más de lo que realmente desperdician.
- Los mayores de 65 años, en cambio, perciben menos desperdicio del que en realidad generan.

🎙️ En primera persona
Maite Pelayo, microbióloga especialista en seguridad alimentaria y comunicación, comparte en primera persona su experiencia como participante en esta investigación sobre desperdicio alimentario.
“Cuando me propusieron participar en el estudio, mi primera reacción fue decir que no. Por lo que tenía entendido, cuantificar y determinar el tipo de alimento que termina en la basura es una tarea tediosa y pesada. Y entonces salió mi lado solidario: si yo no tenía motivaciones, que he dedicado parte de mi vida profesional al estudio del desperdicio alimentario, nadie más las tendría. Total, solo era una semana. Por otro lado, me asaltaba la duda: ¿desperdiciaríamos más de lo que pensaba? Solo había una manera de averiguarlo.
Lo siguiente fue convencer a mi familia, adultos que conocen el problema, pero que estaban bastante reacios a incluir una responsabilidad más en sus quehaceres diarios. Una vez les expliqué la dinámica, que previamente me habían detallado los responsables del estudio, accedieron.
Había que apuntar todo lo que acababa en el cubo de orgánico que nuestro ayuntamiento nos había proporcionado solo unos días antes. Todo es todo: lo que se podía comer y lo que no, como peladuras de patata, cáscaras de huevo o posos de café. Lo fuimos apuntando cada día, con puntualidad y diligencia y cada noche accedía al sistema y lo añadía al registro online automatizado. Solo había que introducir las piezas o raciones y la propia página se encargaba de cuantificarlo.
Al final, fue bastante más sencillo de lo previsto y lo hicimos con la certeza de colaborar en un estudio que va a servir para conocer más a fondo este problema y poder atajarlo. Así que os animamos a participar en este tipo de estudios, resulta enriquecedor”.