Entrevista

Joaquim Mullol, coordinador de la Unidad de Rinología. Hospital Clínic de Barcelona

«El sentido del olfato es a menudo el primero en advertirnos acerca de un peligro que somos incapaces de ver»
Por Jordi Montaner 5 de marzo de 2007
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Imagen: CSIC

El coordinador de la Unidad de Rinología incluida en el Servicio de Otorrinolaringología del Hospital Clínic es también autor del primer estudio llevado a cabo en España sobre epidemiología de los trastornos olfativos, el OLFACAT. Con él hablamos del más aromático de los sentidos y de la nariz, ese apéndice que es puerta de entrada del aire en nuestro organismo.

Puestos a perder algún sentido, el olfato no se antoja de los más importantes…

Pruebe a no oler y pensará de otro modo. Sé de pacientes con auténticas depresiones motivadas por una incapacidad total (anosmia) o parcial (hiposmia). Por cursi que pueda parecer, no poder sentir el olor de un hijo o de un ser amado produce una enorme frustración. Por otro lado, los trastornos del olfato pueden estar detrás de algunas explosiones de gas en edificios urbanos. Bajo una perspectiva más clínica, nuestros quimiosensores también orientan sobre problemas graves en la salud. Obesidad, diabetes, hipertensión, malnutrición, enfermedad de Parkinson, enfermedad de Alzheimer, esclerosis múltiple o psicosis de Korsakoff guardan relación con trastornos del olfato.

¿Por qué la protuberante nariz? ¿No bastaría con dos orificios por encima de la boca?

La nariz es importante por muchas razones. Además de actuar como instrumento esencial para los sentidos del olfato y el gusto, aloja el aire inspirado en la cavidad marcada por un tabique cartilaginoso y lo desplaza después hasta la parte superior del paladar, la garganta y los pulmones. Este almacenamiento y redirección del aire en la nariz no es baladí. A su paso por la nariz, el aire se calienta, se humidifica y se filtra. En el interior de la nariz existe una membrana mucosa que calienta el aire y lo humidifica en un 75%.

¿Es la nariz responsable de los estornudos?

En la superficie interior de la nariz se ubican unos pelos que atrapan polvo y otros irritantes que resultarían nocivos si se inhalasen directamente. El estornudo es un reflejo cuya función es la de eliminar tales corpúsculos. Cerebro, musculatura respiratoria y nariz actúan de forma coordenada para que los irritantes captados por los pelos de la nariz sean expulsados de forma fulminante, a una velocidad de cerca de 150 km/h.

¿Cómo percibimos los olores?

Hay estudios que interrelacionan la memoria, sobre todo la primera memoria, la anterior a la segunda década de vida, con todo un catálogo de olores

En la parte superior de la cavidad nasal se encuentra el epitelio olfativo, un tejido formado por células nerviosas con pelitos microscópicos llamados cilios, recubiertos de receptores especiales sensibles a las moléculas del olor que viajan suspendidas en el aire. Hay al menos veinte tipos distintos de receptores, y cada uno tiene la capacidad de identificar olor.

¿Qué falla en la anosmia?

Los trastornos del olfato tienen muchas causas, algunas más claras que otras. La mayoría de las personas comienzan a sufrir trastornos del olfato después de haber padecido una infección importante de las vías respiratorias superiores o un traumatismo encefálico. La aparición de pólipos en las fosas nasales, las infecciones de los senos paranasales, los trastornos hormonales y algunos problemas dentales pueden causar tanto anosmia como hiposmia. La exposición a ciertos productos químicos (insecticidas y disolventes) o determinados medicamentos también se ha asociado con trastornos del olfato. Por último, las personas con cáncer en la cabeza y cuello que reciben tratamiento con radioterapia también experimentan dificultades a la hora de oler.

En el terreno de las metáforas, «oler» equivale a intuir…

La asociación tiene cierta evidencia científica: el sentido del olfato es a menudo el primero en advertirnos acerca de un peligro: el humo de un incendio o las emanaciones de gases peligrosos pueden advertirnos de algo que somos incapaces de ver y que, sin embargo, nos acecha.

Aquí los animales nos dan un baño.

En la evolución de los primates se ha ido perdiendo progresivamente la capacidad de discriminar olores. Este deterioro evolutivo se relaciona con la adopción de una posición erguida que separa nuestra nariz del suelo, que es donde más olores se concentran

¿Pueden olerse las emociones?

El cerebro se educa relacionando algunos olores con emociones y el recuerdo de escenas vividas. Hay estudios que interrelacionan la memoria, sobre todo la primera memoria, la anterior a la segunda década de vida todo un catálogo de olores. Hay olores que pueden evocar una situación pasada con mucha mayor exactitud que los sentidos de la vista o el oído.

Lástima que, incluso oliendo bien, olamos tan poco en comparación con los demás seres vivos.

Oleríamos mejor si educáramos el olfato. Investigadores galos han descubierto que el olfato humano es capaz de discernir entre 10.000 olores distintos. Puede que sea poco en comparación con lo que huele un perro, pero el organismo humano alberga de doscientos a mil genes codificadores de receptores olfativos.

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Imagen: Wikipedia

El estudio partió de un cuestionario distribuido en el 2003 por el rotativo catalán El Periódico, que incluía cuatro olores micro-encapsulados: rosa, perfume, gas natural y plátano. Cumplimentaron el cuestionario un total de 10.783 lectores, cuyo perfil social medio se correspondió con el de una mujer en la cuarta década de vida, con estudios medios o superiores y residente en un medio urbano.

Los resultados del OLFACAT apuntan a que un 0,5% de la población encuestada presenta una pérdida total del olfato, mientras que casi un 17% sufre pérdida parcial. Asimismo, una cuarta parte de los encuestados reconoció haber perdido el olfato durante un corto periodo de tiempo en alguna ocasión, toda vez que un 6% aseguró haberlo perdido durante un espacio más prolongado.

Otra conclusión curiosa del estudio es que la detección de olores parece alcanzar su plenitud entre la segunda y la cuarta décadas de vida y empeora a partir de la sexta. Pero lo verdaderamente asombroso e insospechado fue el hallazgo de que el hábito tabáquico afina el sentido del olfato. El propio Mullol reconoce que alguna sustancia presente en el humo del tabaco «protege las neuronas y estimula el sentido del olfato».

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