Entrevista

Joël Ménard, catedrático de Salud Pública en la Universidad de París

La falta de cumplimiento terapéutico no justifica la sistematización de una vacuna antihipertensiva
Por Jordi Montaner 23 de septiembre de 2008
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Imagen: CONSUMER EROSKI

Este experto en salud pública comparte la responsabilidad política (ha ocupado recientemente el cargo en Francia de director general de Salud) con la investigación cardiovascular y una vocación geriátrica. El pasado junio visitó Berlín, a propósito de la reunión de la Sociedad Europea de Hipertensión (ESH), y allí elaboró una revisión crítica, que no detractora, de la anunciada vacuna contra la hipertensión arterial.

¿Cuál es el fundamento de esta vacuna?

Tal como ha demostrado el grupo suizo de Martin Bachmann, en su trabajo publicado en la revista “The Lancet”, la inhibición prolongada de una de las proteínas responsables de la hipertensión, la angiotensina II, evitaría los valores de presión arterial demasiado elevados en los individuos vacunados.

¿No disponemos ya de tratamientos que hacen exactamente lo mismo de forma eficaz, como los inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina, o antagonistas de los receptores de la angiotensina II?

Pues sí, y además han corroborado su eficacia y su seguridad en múltiples ensayos. Ocurre, sin embargo, que en la vida real estos fármacos no obtienen el grado de control que sería de esperar. Los pacientes deben seguir una posología no siempre llana y sencilla todos los días, sin experimentar ningún efecto, sin hacer visible ningún beneficio… Sabemos, por ejemplo, que en EE.UU. sólo un tercio de la población hipertensa controla su presión arterial en los términos adecuados. Para colmo, los fármacos pueden dar lugar a efectos secundarios que los pacientes sí notan y que son motivo de queja o de abandono terapéutico.

Y fue entonces que se empezó a investigar una vacuna.

Muchos casos de abandono terapéutico son debidos a los efectos secundarios de los fármacos antihipertensivos

No, la historia de la vacuna viene de muy lejos. Ya en 1958, el equipo de Irvine Page planteó la posibilidad de controlar la hipertensión arterial por medio de moléculas que revirtieran el proceso, como es el caso de inyecciones con renina ligeramente modificada, capaces de generar anticuerpos “antihipertensivos”. Sin embargo, no fue hasta el 2007 cuando experimentos animales demostraron el poder inmunógeno de esta renina modificada, capaz de desarrollar anticuerpos de manera segura y eficaz.

El objetivo es dejar sin efecto a la angiotensina II.

Así es. Esta proteína-hormona es la causante de una intensa vasoconstricción y de un estímulo adrenal de aldosterona, que también desencadena la hipertensión arterial. Los investigadores suizos pasaron de experimentar con animales a hacerlo con 72 pacientes hipertensos, que recibieron vacunas de entre 100 microgramos a 300 microgramos, o bien una dosis equivalente a la de la vacuna de placebo. Se midió la presión arterial 24 horas antes de la vacuna y luego 14 semanas más tarde, y los investigadores plasmaron una reducción significativa de la presión sistólica diurna de casi 9 mmHg en el grupo de vacunación a dosis más alta.

Pues, a vacunar…

No tan deprisa. Un estudio con 72 pacientes aporta una información interesante, pero no útil. Hablamos de inmiscuirnos en el sistema inmunológico y la ecuación de riesgo/beneficio debe examinarse con minuciosidad. Quiero recordar también que en 1985 se probó la vacuna en primates que acabaron desarrollando una enfermedad autoinmune del riñón. Luego, cabe plantear también cuestiones éticas.

¿De qué cuestiones estaríamos hablando?

La hipertensión no se controla, pero no porque no dispongamos de un arsenal terapéutico suficientemente válido para hacerlo; que no es el caso de otras enfermedades como el sida o los cánceres… ¿Hasta qué punto está justificada esta vacuna en términos de salud pública? Por otro lado, incluso aunque seamos capaces de manipular el sistema inmunológico humano a nuestra conveniencia, la seguridad del paciente debe anteponerse a la eficacia conseguida.

¿Entonces?

A mi modo de ver, la falta de cumplimiento terapéutico con los fármacos asequibles no es un argumento para justificar la sistematización de una vacuna antihipertensiva; aunque pudiera ser una buena estratagema en los pocos pacientes en los que los medicamentos de que disponemos, en dosis distintas o a través de combinaciones, se muestren ineficaces.

¿Y el asunto de la sal?

Luego está la sal. Si bloqueamos el sistema renina-angiotensina-aldosterona de forma prolongada, estaremos obligados a controlar minuciosamente la sensibilidad a la sal de los pacientes. Cuando no se toma sal, el equilibrio iónico del organismo (y su supervivencia) depende por entero de este sistema hormonal. Esta circunstancia motivó que en los 80 y los 90 se fuera también muy cauteloso con la administración de fármacos inhibidores de este sistema. Sin embargo, las dosis usadas en la actualidad doblan o triplican a las de entonces y no confieren un riesgo mayor.

PRÓXIMA ESTACION, ALZHEIMER
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Imagen: Tim & Selena Middleton

Joël Ménard ha recibido de manos del presidente de la República Francesa el encargo de elaborar un plan nacional de acción para mejorar la asistencia a los enfermos de Alzheimer. Bajo esta premisa, Ménard creó en su día una comisión formada por diez miembros con la intención de cimentar la investigación para mejorar el conocimiento, el diagnóstico, el tratamiento y la asistencia a los pacientes con Alzheimer. Asimismo, planteó iniciativas pioneras como facilitar el tratamiento a domicilio y apoyó la creación de nuevas profesiones relacionadas con los cuidados a estos pacientes.

El presidente francés ha pedido asimismo a Ménard la elaboración de un foro en Internet que permita a la comisión conocer la opinión de los profesionales y el público en general sobre este tema. El plan aprobado se financiará mediante copagos en las consultas medicas de la seguridad social gala, que supondrán unos ingresos previstos de 850 millones de euros.

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