Cómo cuidar tus pies en otoño

Mantener una buena hidratación con cremas específicas y elegir un calzado amortiguado es clave para cuidar nuestros pies en las estaciones más frías del año
Por María Huidobro González 6 de noviembre de 2019
Botas
Imagen: Free-Photos

En verano cuidamos más nuestros pies, pero más que por salud, por estética. Aun así, hacemos un mal uso de las chanclas y esto tiene sus consecuencias en otoño. Pero además de los problemas derivados de haber tenido el pie más expuesto, a estas alturas del año los podólogos ven otras patologías. En las siguientes líneas contamos qué afecciones de los pies son más frecuentes en las estaciones más frías y qué podemos hacer para evitarlas.

Problemas de los pies en otoño

Ir en chanclas todo el día en verano no es recomendable, como tampoco en otoño usar botas de monte en la ciudad, zapatillas de runner para hacer pádel o botas de agua para pasear un día nublado sin apenas lluvia. Nuestros pies lo sufren. “Cada zapato tiene su función y hay que utilizarlo acorde a las circunstancias. Hay mucha ingeniería en calzado con sus investigaciones detrás”, resume el presidente del Colegio Oficial de Podólogos del País Vasco, Álvaro Díaz.

De ahí que a principios de curso se manifiesten los problemas propios del abuso de un “zapato poco amortiguado, plano y de poca sujeción”, reconoce el experto. Las dolencias más comunes son dolor en el tobillo y en la planta, empeine y arco interno del pie. También es frecuente una deshidratación excesiva del pie y las uñas despuntadas o rotas, además de que se agravan los callos en el caso de personas que utilizan plantillas y en verano dejan de hacerlo.

Por supuesto, patología dérmica como hongos y papilomas (verruga plantar) también hacen acto de presencia. Por eso, desde el Consejo General de Colegios Oficiales del Podólogos (CGCOP) se advierte de que hay riesgo de confundir un heloma (callo) con otra dermatopatía como, por ejemplo, un papiloma y, por tanto, no tratarlo de la manera adecuada. “Sea una u otra afección, lo que debe hacer es ir al podólogo, para que puede tratar ambos problemas”, asegura la doctora Rosario Morales, profesora titular de Quiropodología y Cirugía podológica de la Universidad Complutense Madrid. Aun así, como indicador, hay que saber que el papiloma es más frecuente en niños, adolescentes y jóvenes, mientras que el heloma tiene una mayor prevalencia en adultos y personas mayores.

Con el otoño avanzando, en las consultas de los podólogos toca ver las afecciones propias del calzado cerrado. Además de rozaduras, una de las principales es la sudoración excesiva y la aparición de mal olor. El uso abusivo de zapatillas deportivas poco transpirables, una higiene descuidada e, incluso, el contagio por hongos y el pie de atleta – tan comunes tras el verano- predisponen a este problema. Pero, como apuntan desde el Colegio de Podólogos de la Comunidad Valenciana (ICOPCV), fumar, tomar en exceso bebidas alcohólicas o consumir ciertos alimentos puede favorecerlo. Aun así, también puede ser síntoma de otras patologías como alteraciones en el funcionamiento de las glándulas apocrinas, enfermedades metabólicas, renales o hepáticas o determinados fármacos. De ahí que para dar con el tratamiento adecuado (antibacterianos o antifúngicos, secantes en polvo o aerosol, cambios en la dieta…) sea imprescindible acudir a un podólogo para identificar el origen de la patología.

Pero, además, con el frío también pueden surgir otros problemas a los que las personas mayores, niños y quienes practican deportes de invierno están más expuestos. Sabañones, dermatitis y eccemas son los más habituales.

Zapatos

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Cómo cuidar los pies en otoño e invierno

“Más que cuidar los pies, hay que intentar no maltratarlos”, aconseja Álvaro Díaz. Para este experto, una buena hidratación del pie con cremas específicas es importante, pero también elegir un buen calzado amortiguado para andar por ciudad, por ejemplo. Entre sus recomendaciones están huir de las altas alturas en tacones y plataformas, para así evitar lesiones de tobillo, además del calzado de segunda mano (o segundo pie), pues “utilizarlos es la mejor manera de heredar los vicios de la pisada de otra persona”. Las botas de lluvia deben dejarse solo para esos días, y hay que buscar el equilibrio entre impermeabilidad y transpirabilidad para zapatos y botas. ¿Sobre deportivas? Tienen su vida útil: “cuando la fatiga de la zapatilla es manifiesta y el material de amortiguación ya no sirve, se debe cambiarla”. El calcetín tiene que ser el adecuado y en casa con que el calzado sea antideslizante y el pie esté abrigado es más que suficiente, comenta Díaz.

Una visita de prevención al podólogo para revisar los pies, “y no solo ir cuando duele y el daño está hecho”, debería estar en nuestro calendario tras el verano. Los expertos también aconsejan para esta época revisar las plantillas del interior del calzado de la temporada pasada, pues es posible que se hayan resecado por la sudoración, estén desgastadas o rotas, aunque si se encuentran en buen estado, lo conveniente es cambiarlas por si hubiera hongos o generaran molestias al andar.

¿Más? Para en concreto evitar el mal olor, desde el ICOPCV recomiendan:

  • Mantener una higiene óptima de los pies. Lavarlos a diario y secarlos bien, sobre todo entre los dedos.
  • Cambiar los calcetines cada día, y con mayor frecuencia si los pies sudan mucho, como al hacer deporte.
  • Airear los zapatos después de utilizarlos para evitar la proliferación de bacterias.
  • No usar zapatos demasiado apretados o fabricados con materiales sintéticos. Optar por el cuero, el lienzo o la malla que permiten que los pies respiren.
  • Emplear calcetines que repelan la humedad (lana, algodón…).
  • Evitar los calcetines de nailon o las medias.
  • Retirar, airear y lavar las plantillas a menudo. Cambiarlas una vez al mes, como mínimo.
  • Utilizar aerosoles desinfectantes para el interior de los zapatos.
  • Evitar los remedios caseros que circulan en Internet: no está demostrada su eficacia y podrían agravar la afección.

Zapatos invierno

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Los consejos para cuidar los pies durante los meses de frío se recogen en este decálogo del CGCOP:

  • Usar calcetines de fibras naturales, como la lana, que mantengan los pies calientes, pero sin apretarlos ni dificultar la circulación de la sangre.
  • Escoger un calzado que permita la transpiración del pie para que no se humedezca y evitar que aumente la sensación de frío.
  • No acercarlos a fuentes de calor directas, como estufas o bolsas calientes, porque podrían favorecer la aparición de sabañones.
  • Las personas mayores deberían utilizar cremas específicas que preparen la piel para las agresiones del frío, reparen las grietas y normalicen la estructura de la epidermis.
  • Para los aficionados a los deportes de invierno es fundamental que los calcetines sean finos y estén fabricados con materiales específicos para su práctica. Así, se evitarán rozaduras, ampollas y permanecerán secos y con una temperatura adecuada. Además, las plantillas deben incorporarse al calzado deportivo.
  • Realizar pediluvios de agua fría, agua tibia y agua fría para estimular la circulación. Muy recomendable en las personas con problemas de circulación o tras practicar deportes de invierno o senderismo.
  • Evitar que el pie esté inmovilizado para activar la circulación de la sangre y que no se produzca un enfriamiento de los miembros inferiores. Si se está mucho tiempo sentado, es aconsejable masajear los pies periódicamente y hacer ejercicios para mejorar la circulación y mantener una temperatura adecuada.
  • No beber alcohol ni fumar. Estos hábitos contribuyen a una deshidratación de la epidermis que incrementa el riesgo de padecer sabañones.
  • En el caso del calzado de fiesta, utilizar botines frente a zapatos de salón: mantienen mejor la temperatura del pie.
  • La suela del calzado debe ser antideslizante, para favorecer la marcha y evitar caídas o torceduras.
¿Qué hacemos con los pies de los niños?

Con la vuelta al cole y antes de comprar el nuevo calzado, lo conveniente con los niños es realizar una revisión por parte de un podólogo para confirmar que el pie se encuentra en perfecto estado. En verano puede que haya habido contagio por hongos o verrugas o alteraciones en la marcha derivadas del abuso de un calzado poco adecuado o del propio desarrollo del niño. ¿Se cae con frecuencia? ¿Se quiere descalzar continuamente? Pues si es así, los expertos alertan de que puede ser por un problema en los pies. Y no son pocos a estas edades: alteraciones en las uñas (más rugosas, engrosadas o con ligeros cambios de color), pies planos, valgos (los pies miran hacia dentro al caminar), varos (al andar la punta de los pies miran hacia dentro) o cavos (exceso de puente).

De todas formas, además de la visita al profesional, un buen zapato infantil debe ser, según el CGCOP:

  • fabricado en piel o en materiales naturales y flexibles que ayuden a la transpiración y permitan libertad de movimiento sobre todo de los dedos (esto último se sabe si el más largo queda a una distancia de entre medio y un centímetro para llegar a la puntera del zapato).
  • ligero, carecer de costuras internas y, en el caso de la suela, no retorcerse nunca, aunque sí deben ser suelas de goma o similar que amortigüen los saltos y con dibujos antideslizantes para evitar caídas y resbalones. El contrafuerte debe ser semirrígido, mientras que la horma, lo más recta posible.
  • con cordones (o con velcro para menores de seis años). Es lo idóneo para aportar sujeción al empeine.
  • con plantillas extraíbles, en caso de que el niño necesite tratamiento con plantillas personalizadas.
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