El embarazo, una aventura llena de pruebas

La amniocentesis no es el único examen que sirve para detectar anomalías durante el embarazo, el triple screening y la ecografía en 4D cumplen la misma función y son menos invasivos
Por Clara Bassi 5 de octubre de 2009
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Imagen: Jeinny Solis S.

Las incógnitas que en el pasado podían llegar a angustiar a una mujer embarazada, hoy son secretos que pueden revelarse a tiempo con técnicas modernas. Las más habituales son el triple screening, que evita realizar otras pruebas más arriesgadas como la amniocentesis, y la ecografía en 4D, que capta imágenes detalladas y en movimiento del futuro bebé.

Control clínico: una visita al mes

Las pruebas del embarazo están muy bien protocolizadas para que este proceso natural culmine de forma feliz, tanto para la madre como para el feto. Saltárselas conlleva riesgos innecesarios, ya que gracias a ellas se pueden detectar y prevenir numerosos problemas de salud materno-fetales. Todas las embarazadas, incluso las mujeres sanas, deberían someterse a estos exámenes de forma puntual en los distintos momentos que marcan los protocolos de seguimiento del embarazo.

¿Pero en qué consiste este estrecho seguimiento? En general se fundamenta en un triple control: clínico, que consiste en acudir a las visitas médicas; analítico, que implica someterse a varios análisis cada trimestre; y ecográfico, que comprende la realización de tres ecografías.

Toda embarazada debería iniciar el control de la gestación a partir de la semana siete u ocho. Este examen clínico incluye una visita mensual al médico, en la que se vigila el peso y la tensión arterial, y se estudian las proteínas de la orina. La detección de cifras de presión altas y niveles elevados de albúmina en la orina indicarían que la mujer puede haber desarrollado hipertensión gestacional, que sería necesario analizar en profundidad. El profesional también habla con la embarazada para sondear cómo se encuentra, practica una exploración abdominal, escucha los latidos del corazón fetal, mide la altura uterina y comprueba cómo está colocado el feto.

Primer trimestre: descartar infecciones y anomalías

En el primer trimestre, se realiza una analítica general para averiguar el grupo sanguíneo de la madre y su factor RH. Se le realiza un hemograma (recuento global y en porcentajes de los tres tipos básicos de células y su morfología, vistas con un microscopio para descartar problemas sanguíneos como la anemia), un análisis de orina para confirmar que no hay infección y serologías de enfermedades infecciosas que pueden ser relevantes para la buena evolución del embarazo y el desarrollo del feto, como la rubeola, el toxoplasma, la hepatitis B y C, el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y la lúes o sífilis. Es fundamental detectar a tiempo si la gestante es portadora de estas infecciones.

El “Toxoplasma gondii” es el parásito causante de la toxoplasmosis, que se origina, sobre todo, por la ingestión de carne o de productos derivados, crudos o poco cocinados que contengan quistes del parásito. El agua, la tierra o los vegetales contaminados son la segunda fuente de infección, mientras que el contacto con los gatos domésticos se considera un factor de riesgo bajo. Su prevalencia en mujeres en edad fértil es muy variable, entre el 15% y el 77%.

Es fundamental que la embarazada inicie el control de la gestación a partir de la semana siete u ocho

Su detección es importante porque el 15% de los fetos infectados son sintomáticos al nacer por enfermedades contraídas antes de las 24 semanas. Pueden sufrir hidrocefalia, calcificaciones intracraneales, corioretinitis (que afecta al coroides, una membrana delgada de color pardo, más o menos oscuro, situada entre la esclerótica y la retina) y convulsiones, aunque sólo el 4% tienen secuelas neurológicas permanentes, muerte o ceguera bilateral.

Otros signos más inespecíficos son la erupción cutánea generalizada, la ictericia (color amarillento), el hígado, el bazo y el corazón agrandados, anemia, trombocitopenia (plaquetas bajas) y microftalmia (escaso desarrollo del globo ocular). No obstante, cuando estos signos se confirman al nacer, no siempre comportan un deterioro funcional. La ecografía puede detectar algunas afectaciones graves de aparición tardía, asevera Sandra Hernández, especialista en Ginecología y Obstetricia del Departamento de Medicina Materno-Fetal del Instituto Clínico de Ginecología, Obstetricia y Neonatología del Hospital Clínico de Barcelona.

Hepatitis B y C. La gestación es una buena oportunidad para hacer un cribado poblacional del virus de la hepatitis B (VHB), ya que la transmisión vertical (de la madre al bebé) es muy alta, de hasta un 80%, si el antígeno HBe es positivo. En los casos negativos, esta cifra se sitúa entre un 10% y un 25%. Para prevenirla, se administra un medicamento, las gammaglobulinas específicas, y se vacuna de forma inmediata a los recién nacidos. A pesar de todo, un 10% de los bebés de madres con antígeno HBe positivo pueden contagiarse. En cuanto a la infección crónica por VHC, el riesgo de transmisión vertical se acerca al 5%.

Lúes o sífilis es una infección sistémica producida por un microorganismo, el “Treponema pallidum”, que tiene dos vías de transmisión: sexual y placentaria. En los últimos años se ha registrado un incremento importante de los casos de sífilis, por lo que su cribado gestacional se ha convertido en una medida fundamental. El riesgo de transmisión intrauterina aparece a partir de las 14 semanas de gestación y aumenta de manera progresiva. Si la gestante con sífilis no recibe tratamiento con penicilina y se produce la transmisión intrauterina, el resultado es de un 40% de abortos espontáneos o muertes perinatales y un 40% de niños que nacerán con sífilis congénita. Sólo el 20% restante no enfermará, precisa Hernández.

La rubeola es una infección de transmisión respiratoria, producida por el virus de la rubeola, de la familia “Togaviridae”. El actual programa de vacunación en España se realiza a través de dos dosis de la vacuna triple vírica y ha proporcionado una inmunidad para toda la vida en el 95% de los casos. Por este motivo, su transmisión ha sido erradicada casi por completo, con casos de infección congénita descritos de forma excepcional, en general importados de países sin vacunación sistemática. La rubeola congénita es una infección crónica que comporta afectación y secuelas graves para el feto, de aparición tardía, entre las que figuran la cardiopatía, la oftalmopatía, la sordera y la microcefalia.

El VIH. En los últimos años, la transmisión vertical de este virus ha disminuido de forma importante y es inferior al 1% gracias a su detección en el embarazo. Aunque el virus puede atravesar la placenta en cualquier momento y contagiar al bebé, el mayor riesgo de transmisión ocurre en las semanas previas al parto y durante el mismo. Cuando la embarazada es seropositiva, durante las semanas previas al alumbramiento se le administra un fármaco antirretroviral, el AZT, para disminuir el riesgo de contagiar al bebé.

Segundo trimestre: tras la diabetes gestacional y el Rh

En el segundo trimestre (semanas 24-28), se realiza el Test de O’Sullivan para descartar la diabetes gestacional. Esta prueba analiza la sobrecarga de glucosa (azúcar) en sangre. Sólo si se encuentra alterada se realiza una curva de glucemia para descartar o confirmar el diagnóstico de la diabetes gestacional, que desaparece después del parto. Este problema afecta al 10% de las embarazadas. Detectarlo es importante porque el bebé podría aumentar su tamaño en una proporción mayor de lo habitual y obligar a practicar una cesárea, además de incrementar el riesgo de obesidad en su etapa adulta.

En este periodo se realiza también un nuevo hemograma. Si en la analítica anterior se ha confirmado que el RH es negativo, se practica el Test de Coombs Indirecto para comprobar que no existe incompatibilidad entre la sangre de la madre y la del feto, y que la madre no desarrolla anticuerpos contra ésta.

Tercer trimestre: factores de coagulación y streptoccocus

En la recta final del embarazo se repite el hemograma y la prueba para descartar la infección por VIH, el Test de Coombs Indirecto y, de cara al parto, se analizan los factores de coagulación de la sangre.

Además, hacia las 35 ó 36 semanas se lleva a cabo un cultivo del fluido vaginal y rectal para asegurarse de que la madre sea portadora del Streptoccocus del grupo B. Este cultivo se obtiene a partir de una muestra de fluido que se toma con una torunda. No es una prueba dolorosa. El objetivo es evitar que el bebé se infecte con ese microorganismo al pasar por el canal del parto y prevenir la sepsis neonatal. Para ello, si se constata la presencia de este germen en la flora genital, que ocurre en el 25% de los cultivos, según Josep Armengol, jefe clínico de Obstetricia del Servicio de Ginecología y Obstetricia del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo (Barcelona), se le administra a la madre un antibiótico antes del parto.

Control ecográfico: uno cada tres meses

Control ecográfico: uno cada tres meses

La primera, entre las 12-14 semanas. Esta ecografía debería realizarse lo antes posible porque puede ayudar a precisar el inicio real del embarazo. Sin embargo, la mayoría de las veces no se efectúa antes de la semana 12. Esta primera exploración sirve para realizar un estudio de la anatomía precoz del feto y para diagnosticar algunas malformaciones congénitas. Se mide el pliegue nucal (traslucencia nucal) del embrión, un espacio que se encuentra detrás de la nuca embrionaria y que se puede apreciar en la ecografía.

Este pliegue debe medir 2,5 milímetros; si los supera, se considera como marcador de riesgo de posibles alteraciones cromosómicas y se deben realizar otras pruebas como la amniocentesis. En esta fase inicial del embarazo, el embrión mide entre 50 y 60 mm (de 5 a 6 centímetros) y se puede ver la columna, esbozos de las extremidades o cómo late su corazón.

La gripe A no supone ningún cambio en el protocolo de las pruebas del embarazo

La segunda, a las 20-22 semanas. Entre estas semanas de gestación se realiza un análisis detallado de la morfología fetal. La ecografía permite estudiar, con una alta definición, la morfología de estructuras anatómicas como el corazón, el cerebro, los pulmones o el abdomen, y descubrir malformaciones como los defectos del tubo neural (espina bífida), prevenible si se toma ácido fólico al menos un mes antes del embarazo y durante éste.

La tercera, a las 34 semanas. El objetivo de esta última ecografía es diagnosticar otras malformaciones que puedan haber aparecido de forma tardía, confirmar que el feto tenga un desarrollo normal y que no sufra retrasos de crecimiento.

La ecografía en 4D

Los aparatos de ecografía se han perfeccionado en los últimos años y han mejorado la detección de malformaciones. Además, algunos hospitales de tercer nivel y centros privados han comenzado a realizar ecografías en 4D que, respecto a las convencionales, ofrecen imágenes del feto en movimiento, en tiempo real y en color. Sin embargo, esta ecografía, introducida en España en 2004, no forma parte del control rutinario del embarazo. Sólo se utiliza en casos muy seleccionados para obtener más información de malformaciones como el labio leporino, en el paladar o en la piel, y detectar determinadas patologías. Está considerada como una ecografía “de complacencia”, puesto que permite a los padres ver con más detalle la cara y los movimientos de su hijo.

Descartar la gripe A, sólo si procede

La gripe A, causada por el virus H1N1, se ha convertido en la estrella mediática de las enfermedades de este invierno, en especial desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtiera de que las embarazadas se encontraban entre los grupos de riesgo de esta infección vírica y debían recibir la vacuna antigripal. Pero ello no ha supuesto ningún cambio en el protocolo de las pruebas del embarazo. Sólo implica que las gestantes con fiebre y síntomas gripales deben acudir a urgencias y que el ginecólogo debe valorar, si es un caso sospechoso de gripe A, un cultivo con un frotis nasofaríngeo para averiguar si se trata del H1N1 o de otro virus. Pero no se realizará de forma generalizada.

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