Errores de medicación

El 4,7% de los ingresos hospitalarios se debe a errores de medicación del propio paciente
Por EROSKI Consumer 31 de octubre de 2002

En cualquier tratamiento es vital la responsabilidad del paciente. Es él quien asume, al mismo tiempo, el papel de enfermo y enfermero. Quien ha de estar atento a posibles molestias, alteraciones del organismo, reacciones de su cuerpo a los antibióticos que esté tomando y, sobre todo, quien debe velar porque esa ingesta se produzca de manera adecuada. El 4,7% de los ingresos hospitalarios se debe a errores de medicación del propio paciente o, lo que es lo mismo, a que la mitad de los enfermos se automedica y la otra mitad incumple las pautas marcadas por el especialista cuando requieren más de un medicamento. “Todos estos casos, provocados por un error del paciente, son evitables”, aseguran los expertos.

Situaciones evitables

La mayoría de los enfermos ve en los antibióticos la piedra de toque capaz de acabar con cualquier malestar. Los consideran un remedio infalible y, la familiaridad y confianza que tienen en su poder curativo les impide pensar en sus posibles efectos secundarios. Sin embargo, si se combinan de manera inadecuada, pastillas y jarabes -en apariencia inofensivos- pueden provocar reacciones que arrastren al paciente al servicio de Urgencias de un hospital. Los expertos lo atestiguan. “Cada vez se toman más medicamentos y, aunque es complicado establecer si se ha producido o no un aumento en este tipo de errores, porque no hay datos para comparar, no se toman las debidas precauciones”, explica la doctora María José Otero, del Servicio de Farmacia del Hospital Universitario de Salamanca.

Según el National Coordinating Council for Medication Error Reporting and Prevention, los errores de medicación se definen como “cualquier incidente prevenible que puede causar daño al paciente o dar lugar a una utilización inapropiada de los medicamentos, cuando estos están bajo el control de los profesionales sanitarios, paciente o consumidor”. Se trata, por lo tanto, de situaciones evitables, factor importante, que pueden darse tanto en hospitales y centros de salud, como en farmacias o, incluso, en el propio domicilio. Siempre y cuando se esté tomando más de un medicamento a la vez.

Automedicación e incumplimiento del tratamiento

Generalmente, las consecuencias derivan de un proceso de utilización incorrecto que es necesario analizar para hacer frente. La automedicación y el incumplimiento del tratamiento impuesto por el facultativo, constituyen dos de los principales factores de riesgo. “El 4,7% de los ingresos hospitalarios se debe a un error de medicación. De ellos, un 23% son achacables al paciente, que no toma la medicación como se le ha establecido”, aclara la doctora Otero. Este es el caso de quienes deben ingerir, a diario, de dos a cuatro pastillas (o más) y seguir un estricto orden u horario en las tomas. La disciplina es un elemento clave.

En el caso de los hospitales, entre 1996 y 1998, la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria (SEFH) financió un estudio llevado a cabo en tres centros de Alicante, de cuyos resultados se dedujo que el índice de errores de medicación en estos rondaba el 12,8%, “una media de 0,9 errores por paciente y día”. Los más frecuentes eran la falta de control sobre el paciente ingresado, las tomas a destiempo y el no respetar el tiempo estipulado entre una dosis y otra. La oncológica se mostró como la especialidad más segura para sus pacientes, ya que las precauciones extremas propias de esta rama de la medicina se traducían en un margen de error del 0,1 por día y enfermo. La SEFH emitió entonces una serie de recomendaciones y abogó por ponerlas en práctica inmediatamente. Entre ellas, destacaba la sustitución de la prescripción manual por el uso del ordenador, ya que la caligrafía médica suele resultar ilegible en demasiadas ocasiones y puede dar lugar a confusión a la hora de leer el nombre del fármaco recetado.

Recomendaciones

Los especialistas están de acuerdo en que los errores de medicación se pueden prevenir mediante eficaces sistemas de control. No obstante, ese control debe ir de la mano de todas las partes implicadas y respetarse, pese a las molestias que pueda causar en un momento determinado. Seguramente la rutina quedará alterada por la llamada urgente de la medicina, pero, en todos los casos, será imprescindible atenderla. Así, conscientes de la ignorancia del consumidor en este ámbito, el Instituto para el Uso Seguro de Medicamentos (ISMP) y la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) editaron hace unos meses un díptico que recoge unas pautas de conducta y marca las principales líneas a seguir:

  • Guardar los medicamentos en los envases originales. De esta manera será más difícil confundir unas medicinas con otras.
  • No automedicarse. Es conveniente no ingerir un medicamento recetado para otra persona, puesto que puede modificar la eficacia del que se esté tomando en ese momento.
  • Asegurarse de que se toma el antibiótico correcto. Muchas medicinas tienen formas y colores parecidos.
  • Tomar los medicamentos líquidos con la cuchara o dosificador incluidos en el envase. Es posible que otro tipo de cucharas, por ejemplo soperas, no se correspondan con la dosis adecuada.
  • No conservar medicinas en la cocina, baño o lugares expuestos a la luz. El calor y la humedad influyen sobre su eficacia.
  • Separar los medicamentos para humanos de los destinados a animales o de los productos de limpieza del hogar.
  • No guardar medicamentos en forma de crema o pomada junto a productos de higiene personal. En caso de confusión, las consecuencias podrían ser muy graves.
  • No partir, abrir o triturar ningún comprimido o cápsula sin asegurarse antes de que es posible hacerlo.

“Además, el paciente debe elaborar una lista de los medicamentos que está tomando y llevarla siempre consigo, porque es muy importante que no le receten algo que esté contraindicado”, aconseja María José Otero. Esta lista, no sólo ayudará al enfermo a recordar qué medicación debe tomar, sino que será también muy útil para el personal sanitario que le atienda.

Por otro lado, es imprescindible respetar el horario de la toma, de manera que, si se olvida en alguna ocasión, se debe esperar a la siguiente, en ningún caso ingerir una dosis doble o fuera del horario habitual. “En realidad, es un error que no causa gravedad, pero, si se puede evitar, conviene no tomar el medicamento una hora antes o después”, aclara Otero. Cuando el cuerpo se ha acostumbrado a recibir refuerzos en un determinado momento del día, no es de recibo alterar el ritmo y confundirle, puesto que el organismo reaccionará en sentido contrario a lo que se espera. Cada dosis está calculada para que haga efecto durante un periodo concreto.

En este sentido, hay que tener mucho cuidado con los fármacos que tienen un margen terapéutico estrecho, como la insulina, antiepilépticos o anti-inflamatorios, ya que cualquier exceso en la dosis o combinación incorrecta es “peligrosísima”. “Por ejemplo, la aspirina no se debe asociar nunca con anticoagulantes orales si no se quieren alterar sus propiedades”, advierten los expertos.

Sistema Personalizado de Dosificación

En 1998, un grupo reducido de farmacias de Barcelona desarrollaron sus protocolos de actuación y normas de buena práctica. Se adhirieron así al denominado Sistema Personalizado de Dosificación (SPD), un programa a través del cual los usuarios reciben la medicación en unos envases, tipo blister, divididos en días de la semana y horarios, donde el farmacéutico organiza toda la medicación que toma el enfermo siguiendo la pauta establecida por el médico. “El paciente sólo tiene que ir extrayendo del alveolo correspondiente, totalmente precintado, la medicación que ha de tomar en ese momento determinado”, asegura Rafael Borràs Vives, farmacéutico asociado al Colegio de Farmacéuticos de Barcelona, pionero en esta experiencia.

En el estuche, el profesional coloca dos etiquetas. Una de ellas, pegada en la parte delantera, describe aquellos fármacos que, por sus características (polvos, jarabes, inhaladores?) no han podido ubicarse en el dispositivo. La segunda, en la parte trasera, describe los que sí han podido acondicionarse. “El programa es muy amplio, pero así nos aseguramos de que los medicamentos no interaccionan entre ellos. Además, llevamos un control exhaustivo de la medicación y supervisamos que se tome de manera adecuada”, concluye Borràs.

Actualmente, más de 1.000 pacientes catalanes se benefician de este sistema, a través de unas 250 farmacias, y se han interesado por la iniciativa establecimientos de Extremadura, Andalucía, País Vasco, Navarra, Galicia, Valencia y Asturias. “Esperamos que en un futuro muy próximo éste sea un servicio normalizado en gran parte del país. La prueba piloto que se realizó en Barcelona con un grupo de 60 farmacias augura un futuro muy prometedor, aunque el programa representa un mayor grado de trabajo y responsabilidad”. Y es que el 95% de los 250 pacientes de este estudio valoró la experiencia como “muy positiva”. “Comentaron que les sería francamente difícil volver al sistema anterior, cuando se tenían que responsabilizar completamente de su pauta farmacológica. Con este programa, se gana en seguridad, comodidad, calidad de vida y mejoran los resultados de la terapia”.

Sobre los escollos a salvar, el económico se vislumbra como el más complicado. Por ahora, se está estudiando la manera de compensar a las farmacias, ya que supone un coste importante en material, infraestructura, trabajo y control informático del proceso, incluso se barajan fórmulas que impliquen a las administraciones sanitarias, uno de los principales beneficiados. “A mayor control de la medicación, menor número de recaídas, cambios de medicación e ingresos hospitalarios”, describe Rafael Borràs.

Sus ventajas son “evidentes”, sobre todo, para personas polimedicadas (que toman tres o más fármacos) y gente mayor con dificultades para la organización. “Estamos trabajando en cuatro direcciones: pacientes ambulantes, atención domiciliaria, residencias geriátricas y pacientes invidentes”. Aquellos que diariamente se someten al suplicio de llevarse a la boca hasta una veintena de pastillas, o quienes deben seguir un tratamiento alterno o irregular, ven en este sistema una ayuda impagable. En concreto, el perfil actual del paciente del programa SPD es el de una persona mayor de 55 años, con enfermedad crónica y polimedicado, un grupo muy vulnerable a cualquier error y que, en ningún caso, se puede permitir hacer experimentos con su organismo. Por ello, es imprescindible que, si se cumple este patrón, se cumplan también las normas, porque de lo contrario, las consecuencias deberán resolverse desde la cama de un hospital, en vez de hacerlo en la trastienda de una botica.

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