Gafas de sol: en qué debes fijarte para comprar unas que sean buenas

El precio de unas lentes solares no siempre es indicativo de su calidad. Si te importa tu salud visual, échale un ojo a estas claves para acertar en la elección
Por Eva San Martín 16 de julio de 2019

Cuadradas, con patillas de aviador; redondas o rectangulares; de acetato o de estilo retro; o con montura solo en la línea de las cejas (las llamadas brownline) o directamente sin ella. Al elegir unas gafas de sol es importante que su diseño nos guste, pero más importante todavía es escoger unas adecuadas y homologadas que no pongan en riesgo la salud ocular. ¿En qué debemos fijarnos para dar con las lentes solares idóneas? De la mano de una experta en óptica y optometría, te damos las claves.

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Nuestros ojos nos importan, y lo refrendan los datos. El 66 % de los españoles va al oftalmólogo al menos una vez al año, según el ‘Libro Blanco de la Salud Ocular en España 2019‘; uno de cada diez se revisa los ojos incluso con mayor frecuencia, una vez cada seis meses; y tan solo el 5 % de la población afirma acudir a la consulta únicamente cuando tiene un problema.

Sin embargo, a veces no somos conscientes del daño que la luz puede provocar en nuestra visión. Una de cada tres gafas de sol vendidas en España no supera los controles necesarios y carecen de homologación. Las compramos en bazares, mercadillos… No en centros oficiales u ópticas, como deberíamos hacer siempre.

Puesto que disfrutamos de muchas horas de sol (entre 1.600 y 2.000 al año, según el Instituto Geográfico Nacional), hay que aprender a proteger no solo la piel, sino también los ojos. De no hacerlo, pueden surgir problemas. «A largo plazo, la luz directa constituye un factor de riesgo para que aparezcan cataratas, pero tiene otros efectos perniciosos más inmediatos, como conjuntivitis con daño en la córnea (queratitis) y enrojecimiento ocular«, advierte Gema Yunta, portavoz del Colegio Nacional de Ópticos-Optometristas (CNOO).

Las gafas son más que un accesorio que sienta más o menos bien. Y como no todas son recomendables, repasamos las principales claves para saber en qué fijarse al elegir unas buenas con total garantía de calidad.

Ojo a los rayos ultravioletas (UV)

Las lenteas no solo deben absorber la luz y evitar deslumbramientos; también filtrar y eliminar la radiación ultravioleta del sol, que cae en el espectro no visible. Sean del color que sean, unas buenas tienen que bloquear la entrada del 100 % de la radiación UVA y UVB con una longitud de onda inferior a los 400 nanómetros. Esta capacidad se reconoce como filtro UV400. Eso sí, la información no suele venir grabada ni en la montura ni en las lentes, y se incluye en una pegatina o en el folleto que las acompaña.

Oscuridad no implica protección

Un error frecuente consiste en creer que los cristales negros u opacos constituyen una opción mejor que los más claros. Pero el color de la lente no influye en el nivel de protección. «Lo que nos protege es el filtro, no su color o tinte«, advierte Yunta. De hecho, existen gafas graduadas con filtro transparente contra los rayos UV.

Recuerda que, si compras unas gafas oscuras en un mercadillo, te expones a un peligro añadido: para regular la luz a través de un filtro oscuro, tu pupila se dilatará más que si no llevaras lentes, por lo que entrarán más rayos UV en los ojos. Esto puede ocasionar una inflamación de la conjuntiva y de la córnea. «Unas gafas malas resultan contraproducentes: mejor no llevar ninguna que optar por unas no homologadas», aconseja la optometrista.

La mirada de los niños

En el caso de los más pequeños, la necesidad de utilizar gafas de sol homologadas crece, ya que sus ojos están en pleno desarrollo y no tienen desarrollado completamente el cristalino, que actúa como barrera de protección natural. «Ellos deben usarlas en la playa, en la montaña o si van a pasar mucho tiempo en el parque; pero en su justa medida, porque su uso continuado puede hacer que desarrollen fotofobia o sensibilidad extrema a la luz», señala la óptico-optometrista. Si las gafas no son buenas, mejor no ponérselas (como ocurre con los adultos). Además del filtro homologado, podemos decantarnos por unos cristales orgánicos (plásticos), más ligeros y resistentes.

En el caso de los bebés, sus ojos no deberían estar nunca expuestos al sol directo, por lo que hay que cubrirlos con gorritas o parasoles.

Más cara no siempre equivale a mejor

La calidad de unas gafas reside en el filtro solar de las lentes, no en quién las haya diseñado. «Unas de 100 euros no tienen por qué resultar mejores o proteger más que otras que cuesten 40 euros, porque muchas veces lo que encarece el artículo es la montura», advierte Yunta. Eso sí: recuerda acudir a una óptica oficial, dejarte asesorar por un profesional y revisar la categoría del filtro, que no ha de bajar de 3. Además, debe incluir un folleto con sus características de uso y consejos para su almacenamiento y limpieza (con agua, jabón neutro y gamuza que no raye la lente).

Las gafas para todo no existen

Aunque resulte tentador, «la gafa única y todoterreno que protege en todas las ocasiones no existe», advierte la óptico-optometrista. Lo más parecido lo constituye una lente de categoría 3, que no resultan suficientes para ir a la nieve o a la playa en verano, porque el reflejo de la luz en las superficies brillantes aumenta la intensidad de los rayos que inciden en tus ojos. En este caso, necesitamos un filtro de categoría 4. Sin embargo, si las quieres para conducir, este filtro no será adecuado, ya que el tinte es demasiado opaco; mucho mejor optar por una lente del 0 al 3. En resumen: si conduces y además te gusta ir a la montaña o bañarte en el mar en verano, necesitarás al menos dos gafas de sol distintas, con lentes de categoría 3 y 4, respectivamente.

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