Entrevista

Gordon McVie, Presidente del Instituto Europeo de Oncología de Milán, Italia

«En Europa los pacientes con cáncer están siendo discriminados en función del país en que viven»
Por Jordi Montaner 6 de noviembre de 2006
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Este escocés combativo ha prodigado en medio mundo su guerra particular contra el cáncer cargando contra la industria del tabaco, pero también contra los gobiernos y su «desesperante burocracia». Actualmente preside un instituto encargado de asesorar a universidades, industria farmacéutica y asociaciones de pacientes acerca de lo último en esta enfermedad, proponiendo vías de investigación, habilitando ensayos clínicos y atesorando una de las mejores bases de datos sobre cáncer en el mundo. Conversamos con él en una rueda de prensa en Londres, y el experto hizo gala ante los periodistas de sus dotes para poner los puntos sobre las íes…

¿A qué se refiere con que los gobiernos europeos están fallando de forma atroz a los pacientes con cáncer?

Al prolongar injustificadamente los procedimientos de supervisión de nuevos fármacos, importantes tratamientos contra el cáncer acabarán llegando demasiado tarde a muchos pacientes.

¿No exagera?

No. La necesidad a que me refiero es desesperada. Si nos atendemos a la situación actual, sólo la mitad de los pacientes con cáncer sobrevivirá más allá de los próximos cinco años.

La proyección de mortalidad es la lógica para una enfermedad tan grave.

Pero me parece inconcebible que tantos pacientes de los países miembros de la UE estén experimentando retrasos en su acceso a nuevos tratamientos por culpa de aciagos trámites burocráticos en los sistemas nacionales de la seguridad social… Es como si los gobiernos estudiaran cuan cara les saldrá la operación, en vez de cuantas vidas se pueden salvar. Las negociaciones con la industria y sus representantes, dentro de los procesos de evaluación y reembolso nacionales para cada nuevo tratamiento contra el cáncer, discurre durante años; mientras que la expectativa de vida de muchos pacientes que podrían beneficiarse de tales fármacos puede ser de meses.

Cada estado miembro de la UE tiene su propio procedimiento de aprobación de nuevos tratamientos, y en algunos países la aprobación debe supeditarse a un informe de agencias de evaluación técnica sanitaria, como es el caso del NICE (National Institute for Clinical Excellence) en el Reino Unido.

Hasta ahora el mayor obstáculo para la terapia génica era la dificultad de aplicarla en el tejido correcto

En todos estos procedimientos se evalúan los datos que avalan la seguridad y ventajas clínicas de los nuevos tratamientos que en gran parte han sido revisados ya por la Agencia Europea del Medicamento. A mi juicio, se pierde un tiempo precioso duplicando trámites de forma innecesaria. En toda la UE se estima que existe una diferencia media de cuatro años entre los procesos de aprobación de unos países y de otros. Los pacientes oncológicos de Grecia, Portugal, Bélgica y Francia son los más afectados por los retrasos; mientras que en Suecia, el país con el procedimiento más rápido, los trámites quedan satisfechos en tan sólo tres meses. Lo que equivale a que en Europa los pacientes con cáncer están siendo discriminados en función del país en que viven.

¿Cómo deshacer esta injusta situación?

Los gobiernos que tardan años en aprobar unos tratamientos tan necesarios no van a poder justificar estos retrasos a sabiendas de que otros países de la UE completan el proceso en cuestión de meses. Por tanto, creo que las organizaciones de pacientes con cáncer de toda Europa pueden exigir en toda regla que los procesos de evaluación nacional tengan lugar de forma mucho más rápida. Además, su reivindicación no termina aquí. Los pacientes deben poder tomar parte en las deliberaciones de los sistemas de subvención de los medicamentos y en el momento de fijar los precios nacionales. Me parece de justicia.

Mientras que en Europa ansiamos píldoras capaces de curar la enfermedad, en EEUU se abre una puerta a la terapia con genes.

Pero esa terapia, de llegar a desarrollarse, lo hará también en forma de píldora y estaremos otra vez en las mismas… Supongo que se refiere al experimento que el equipo de Kay Huebner llevó a cabo en Pensilvania. Se trata de un paso muy importante; aunque la píldora génica no sería capaz en ningún caso de curar el cáncer sí podría prevenir la enfermedad en individuos muy vulnerables como, por ejemplo, los fumadores. También podría ayudar al desarrollo acelerado de medicamentos más efectivos.

¿Qué más se sabe de este ensayo con terapia génica en ratones de laboratorio?

Los investigadores apuntaron a un gen llamado FHIT, implicado en diversas formas como el cáncer de colon o el de mama. Cuando el gen es defectuoso las células se dividen de forma incontrolada y causan la enfermedad; pero el FHIT modificado por los investigadores con la ayuda de un virus hace que la células dañadas se suiciden antes de su división descontrolada. El virus en cuestión, llamado adenoasociado es seguro e incapaz de causar enfermedad alguna en humanos. Los expertos vaticinan que las píldoras de terapia génica cargadas con dicho virus podrán prevenir pronto la enfermedad conocida como el Esófago de Barrett en seres humanos y la próxima parada va a ser la displasia bronquial. Quiero subrayar la importancia de que se trate de una terapia de genes que pueda ser suministrada por vía oral. Hasta ahora, el mayor obstáculo para la terapia génica era la dificultad de aplicarla en el tejido correcto.

MUJERES, ASPIRINAS Y CÁNCER DE PULMÓN

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Las mujeres que consumen aspirinas de forma habitual pueden reducir en más de la mitad el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón, tal y como se desprende de un estudio dirigido por Arslan Akhmedkhanov en la Universidad de Nueva York. Aún reconociendo que «la mejor manera de prevenir la enfermedad sigue siendo no fumar», Akhmedkhanov investigó nada más y nada menos que a 14.000 mujeres y comparó la situación de 81 afectadas por cáncer de pulmón con otras 808 no afectadas.

Como apunte curioso, el científico comprobó que las mujeres que habían tomado aspirina tres o más veces por semana durante por lo menos seis meses, tenían muchas menos probabilidades de presentar la enfermedad. «Más aún, el riesgo de desarrollar cualquier tipo de cáncer se redujo a un tercio mientras que en el caso particular del pulmón, el más común de los cánceres, el riesgo descendió a más de la mitad».

Los investigadores tratan ahora de constatar si la aspirina también puede reducir el riesgo de cáncer intestinal, habiendo cosechado datos preliminares algo esperanzadores en el caso del cáncer de esófago. Gordon McVie acoge esta noticia con cierta cautela. «La aspirina es un agente extraordinario, con una amplia gama de beneficios para la salud; pero que nadie se lleve a engaño creyendo que con aspirinas va a poder contrarrestar los daños del tabaco».

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